Paranoia

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"Algo ocurre"

-¿Qué ocurre?


"Mi mente se destruye"

-¿Quien eres?


"Agonía"

-¿Qué?


"Dentro de mi"

-No entiendo que...


"Mi pulso se acelera"

-¡Dime quien eres!


"Tortura mental"

-¿Por qué no puedo verte?


"Te autodestruyes"

Stephen abrió los ojos. Se encontraba en su cama. ¿O no?¿Era aquella su cama? Quizá lo hubiera sido hacía tiempo. Mucho tiempo. Antes de ser... ¿Quién era?

Mantuvo los ojos fijos en el techo durante unos segundos antes de incorporarse y comprobar que se encontraba en su ¿Apartamento?¿Todo aquello había sido un sueño?¿La magia?¿El accidente? Se miró las manos. Parecían normales, no temblaban, no había cicatrices. En efecto, había sido todo un sueño, pero no sabría si definirlo como tal o como una pesadilla. No parecía haberle ido tan mal como "hechicero". El médico dejó escapar una risilla sarcástica. Magia. Muy lógico todo.

Se quitó las finas y suaves sábanas que le cubrían y plantó los pies en el suelo de tarima del apartamento antes de levantarse de la cama y dirigirse a la enorme cristalera que recorría una de las paredes de su habitación de lado a lado para admirar las vistas. Un apartamento de aquellas dimensiones y acabados en pleno Upper East Side no era barato, pero su abultado sueldo de Jefe de Departamento de neurocirugía le permitía eso y otros muchos caprichos. Central Park se extendía bajo él, toda la ciudad estaba a sus pies, aunque ni ésta misma lo supiera.

El sol se alzaba en su cénit, pero aún así el cielo estaba rojizo, como al atardecer. En su sueño el cielo era azul. ¿De qué color era el cielo en realidad? No recordaba que el cielo hubiese sido rojo nunca en su vida. No al menos a mediodía. Necesitaba un café inmediatamente, pues estaba empezando a mezclar la realidad con los sueños, y alguien de su profesión y reputación no se podía permitir confusiones de ningún tipo. Era el mejor neurocirujano del país, un médico de renombre, y cualquier error podía acabar siendo el final de su carrera y posiblemente de la vida tal y como la había conocido.

-Bah

Alejó aquellos pensamientos de su mente rápidamente. Era demasiado bueno como para cometer un error. Cualquier error.

Después de ducharse, se vistió uno de sus elegantes y caros trajes antes de preparar un café bien cargado, como él prefería. Bebió lentamente y a sorbos de aquella taza con un ojo dorado grabado. No recordaba haber comprado nunca una taza con ese dibujo. Sería algún regalo barato de alguna de esas estúpidas cenas del hospital. Otra vez estaba divagando. Dejó la taza en el fregadero y salió del apartamento tras coger su maletín de cuero. Caminó por el pasillo cubierto de una moqueta carmesí con bordados dorados en los bordes que le resultó extrañamente familiar, de nuevo aquella extraña sensación. Quizás debería dejar de beber antes de irse a dormir, era posible que aquellos extraños "deja vu" sensoriales fueran producto del alcohol actuando sobre su cerebro mientras dormía. Sacudió la cabeza de nuevo y mantuvo la mente despejada mientras bajaba en el ascensor hasta la planta baja, antes de cruzar el lujoso recibidor del edificio y salir a la calle. ¿Qué hacía en la calle? Él tenía coche. Un precioso deportivo. Sin embargo no había visto las llaves en el apartamento ¿Lo había dejado en el taller?¿Quizá se lo había retirado la grúa en alguna parte? No podía recordarlo. No con claridad.

ParanoiaWhere stories live. Discover now