Raoul

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La profesora les explicó que ese día lo dedicarían a un entrenamiento especial: el del alma, a través de los sentidos... Grupalmente y por parejas.

Después de terminar el ejercicio grupal, la instructora les hizo cerrar los ojos, dar dos vueltas sobre sí mismos y caminar, uno por uno, como les placiera, pero sin poder ver hacia quien, y la primera persona que tocaran, sería su pareja en lo que venía a continuación. Pero, antes de volver a tener permiso para abrir los ojos, debían adivinar quién era esa persona tocándole la cara, el pelo, la espalda, abrazándolo si querían... Y ser totalmente sinceros cuando abrieran los ojos al decir a quién creían que estaban acariciando.


Raoul caminó, primero unos pasos a su izquierda, un par a la derecha, y dos más al frente. Topó con la espalda de alguien. Un olor familiar.

Fue apoyando sus manos en la espalda, haciendo un pequeño masaje, después, los hombros. Subió las manos por la nuca y pudo notar como un escalofrío recorrió el cuerpo de Agoney. Creía que era él; esperaba que lo fuese.
Finalmente, siguiendo las órdenes de la profesora, el chico rubio cogió las manos del canario, paseando sus manos por los brazos del mismo antes de llegar a las yemas delos dedos y notar como, en confirmación a la pregunta no formulada, Ago suspiró y, soltando por un momento las manos de su amigo, dio un giro de 180º.


− Hola, − dijo Raoul sonriendo, cuando sus ojos se abrieron y se encontraron con los ojos café que ahora le miraban de frente.


Sonó el timbre de aviso y se despidieron de Xuan, que les había estado guiando durante unos minutos que parecían horas.


La tarde continuó sin cambios. De verdad parecía que podría relajarse, que Agoney no estaba extraño como le había parecido horas antes y no tenía de qué preocuparse.

Después de cenar su grupo fue a la habitación primero a cambiar las camas de sitio, como habían estado comentando esa mañana.

Cuando llegó a su cama un rato más tarde, descubrió que sus amigos, efectivamente, estaban sentados en dos camas juntas, charlando animadamente.


− ¿Esto es en serio? - Les espetó el Raoul riéndose, ilusionado como un niño pequeño cuando va de campamento.


− Claro, ¿qué pensabas, que te íbamos a dejar dormir tranquilo una noche más? - Le respondió el moreno con sus mechas claras en los picos del tupé.


Hablaron un rato y después coincidieron que lo mejor sería que Nerea durmiese justo en el medio, entre Agoney y Miriam, porque era la más pequeña y no se movía casi por las noches.

Una punzada de celos sin sentido atravesaron al rubio y casi se había resignado a dormir en uno de los lados, junto a su amiga Miriam, cuando la mano de su compañero le tiró de la manga de la camiseta hacia la cama, al lado que daba a la pared.
Podía estar incomodo, pero era mejor que estar en la parte de fuera, donde podría caer con facilidad, se dijo.

Ya con el pijama puesto y dentro de las mantas se dieron las buenas noches. Nerea abrazó a su querido amigo y Raoul decidió que la mejor idea sería girarse hacia la pared a la que estaba casi pegado, así no molestaría si ellos querían... Otra vez esa pequeña chispa de rabia.
Pero, ¿por qué? No por la charlatana Nerea, eso seguro. Y sabía que a Agoney no le gustaban las mujeres, pero algo de aquella situación lo ponía demasiado nervioso.


Cuando por fin empezaba a entrarle sueño, este desapareció de repente, cuando, sin previo aviso, el brazo de Ago le pasó por las costillas y dejó caer la mano, apoyándola en su torso.

Raoul giró levemente la cabeza y vio, en medio de la oscuridad, los ojos cerrados y la sonrisa amplia de su... Su... ¿Amigo? Hacía unos días que aquella palabra ya no los definía, no desde aquel beso actuado. Así que cogió la mano que ahora tenía en el pecho, la apretó con delicadeza y entrelazaron los dedos, quedándose dormidos al momento.

La tensión que soportaban.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora