Insólito Encuentro

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En una tarde de Mayo de 1964, Rose Wood, 23 años de edad, se mudó de ciudad, a una ciudad con un clima cálido y húmedo; perfecto a su gusto. Tras haber llegado a su nueva morada recibió una llamada de la mudanza para confirmar la dirección. A los diez minutos llegaron y se molestaron en desbordar el camión con sus pertenencias.

Sacó sus prendas para guardarlas en su guarda ropa que anteriormente ya había acomodado, Después de terminar prosiguió en limpiar los muebles, y por supuesto, acomodar a su pez Betta color morado que seguía en una bolsa de plástico.

Cama, burós y espejos, su pequeña cocina que compró a remate en una casa de antigüedades, y la mesa adorada de su madre que falleció en 1959 por una presencia de peste. Pero le faltaba algo... ¿donde estaba su sala?. Llamó a la mudanza dispuesta a reclamar, antes de que dijera alguna palabra le informaron por el otro lado que el camión que transportaba los muebles se extravió; sintió pena por el conductor y se limitó a colgar el teléfono.

Por medio de un periódico, buscando alguna tienda de antigüedades, encontró una cerca de su vivienda; tomó su abrigo, su sombrero y salió hacia allá. Percibió un aroma a hiervas silvestres y un poco de lavanda al entrar. Se acercó a la adolescente que atendía el establecimiento preguntando por muebles de sala y la chica la llevó hacia ellos, no había gran cosa, esperaba más que lo que estaba viendo, donde antes vivía solía ir seguido a tiendas de este estilo y siempre salía con una amplia sonrisa. Siguió observando, no había nada de su agrado, fue al fondo donde encontró una silla muy refinada y un sofá notoriamente elegante, por su cabeza pasó que probablemente estos bellos muebles le pertenecían a alguien importante con un buen gusto; eran viejos pero estaban en buen estado así que los compró.

Pasaron tres días...

Era una habitación no muy grande donde acomodó los muebles, el sofá en una esquina y la silla al otro lado del cuarto a un costado de una mesita en donde estaba su pez Betta. Salió de bañarse, cenó un pan tostado acompañado con una taza de leche tibia. Terminó de merendar y se dirigió a su "nuevo" sofá para pasar una velada serena y cálida mientras lee El Principito.

<<No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.>>

Tras leer esta línea se quedó dormida...

Le faltaba la respiración, su alrededor era nada, abrió los ojos mientras trataba de regular la falta de oxígeno. Estaba en el mismo lugar, en la misma habitación, pero había algo diferente; la luz estaba cortada y reemplazada por una vela en medio del piso, y en frente estaba la silla, aquella silla tan bella que ahora no tan vieja como el día que la compró. Estaba una linda y pequeña niña sentada en ella, su apariencia parecía ser de la época de 1870, con un vestido color perla, y unos zapatos color café rasgados.

Rose -¿Quién eres tú?- Preguntó con un tono de miedo, pero al mismo tiempo acompañado de tranquilidad que transmitía el ambiente.

¿? -Soy Sofía... No tengas miedo - Hace una breve pausa y la observa directamente a los ojos. -¿Sabes cuáles es la única diferencia que hay entre una hoja y el viento?.

Rose confundida por la situación y la curiosa pregunta contestó "¿Cuál es?".

Sofía -La única diferencia es el aspecto y la forma física de cada uno. Cada uno de ellos son libres, hasta que un ente los convierte en prisioneros.

Confundida y temerosa despertó de aquel sueño, pero, ¿de verdad fue un sueño?. Esto lo acababa de vivir, de sentir, no fue un sueño, ¡fue real!... La niña tiene alguna conexión con esta silla y este sofá, puede que sí, puede que aquella conversación tenga un significado. Tal vez después todo tenga sentido.

FIN.

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