Capitulo 29: Las ilusiones.

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Ese sábado Rochel y Miranda quedaron de verse en una plaza que había en pleno centro del distrito nacional. Por primera vez, Rochel utilizaba una prenda de vestir que daba a demostrar su pequeña barriga, pues había seleccionado un vestido pegado al cuerpo, con una chaqueta encima y unas sandalias bajitas y sencillas.

Cuando Miranda la vio no dio merito a lo que veía, en realidad, esa era su amiga Rochel con una pequeña pancita.

Por unos instantes pensó que era que había comido de más y tenía por eso el estómago inflamado.

Cuando llegó a su lado, la abrazó por largo rato, balaceándose las dos. Rochel sentía que necesitaba ese abrazo, había mantenido sus ojos cerrados.

Después se quedó mirando la barriga con una sonrisa en la boca.

—No lo puedo creer.

—Ni yo. —Rochel fue sincera—. Me salté una de las pastillas, Miranda, pero cuando lo hice mis planes eran distintos, nunca pensé que iba a quedar embarazada.

Miranda se rio por lo ingenua de Rochel. —¿Cuáles eran tus planes?

—Jorge me dijo que me quería. —Rochel sabía lo absurdo que era eso.

Miranda rodó los ojos. —Sí, mi linda, pero no embarazada. Amiga, ustedes son solo amantes.

—Yo eso lo sé. —Rochel se sentó en una de las sillas.

Miranda la observaba aun de pie. —¿Y entonces?

—Creo que lo amo Miranda.

Ella se sentó en la silla que estaba al lado de Rochel y le tomó la mano. —¿Ya lo sabe?

Rochel asintió, apenada. Había ordenado un café. Miranda aun ni pensaba en ordenar.

—Sí. Se lo dije.

—¿Cuál fue su reacción?

—Dijo que se haría cargo. No sé qué esperar con esta situación.

Ese lunes en la mañana, cuando Rochel entraba a la empresa, vio todo decorado con globos plateados y dorados.

Rochel aun ocultaba su embarazo, Margaret recién iba a revelar el sexo del bebé o ya lo había revelado.

Había llegado tarde expresamente. Caminó al ascensor, y lo compartía con la encargada de archivo que a veces ella veía.

—Es un varoncito. —dijo la mujer.

Rochel le sonrió. —¿De verdad, y ya lo anunció?

—Me refiero a ti. —Le picó el ojo—. Está embarazada, se le nota el brillo en la cara.

Rochel sonrió, apenada. —¿Y cómo sabe usted que es un varón?

—El cutis, la altura de la barriga... —Las puertas del ascensor se abrieron y la de archivo bajo en ese piso. Rochel siguió hasta el piso de la oficina de Erín.

Pensaba en la conversación del ascensor cuando vio a Ollie y al primo de Erín sentados en la sala de espera.

—Buenos días. —Saludó sin querer detenerse. Siguió y no se fijó si le devolvieron el saludo. Abrió la puerta de la oficina de Erín y empezó a organizar ese día.

Erín llegaba detrás de ella sonriente, le parecía muy tierna Rochel ocultando aun su embarazo. Aunque le causaba un poco de preocupación el que ella se viera un poco perdida. Como si realmente estuviera en problemas.

—¿Viste que mamá ya anunció que será otra niña? Papá estará un tanto decepcionado.

Rochel alzó la mirada. —¿Por qué decepcionado?

—Quería un varón.

Rochel asintió, pensando en esa respuesta. Era claro que Erín aún no sabía nada de su preñez. Y no quería que supiera. Es que aún no sabía que haría con el bebé, si darlo en adopción o qué.

Él dijo que se haría cargo del bebé. ¿Pero en que ámbito?, ¿confesaría su aventura a su esposa, a Erín, y su familia?

Si lo hacía, ella se tenía que ir de la empresa.

¿O todo se iba a mantener en silencio?

Para ser honesta, prefería esa opción. La otra opción era imposible; era dejar a Margaret por ella. Pero es que Margaret también esperaba un bebé... Rochel estaba segura que no abandonaría a su hija pequeña.

Esa tarde Jorge fue a su departamento. Se sentaron en la sala. Estaban sentados uno al lado del otro, él tenía su mano encima de su hombro.

—Rochel, este fin de semana quiero que me acompañes. Hay unos apartamentos en un área muy cómoda. Viajaremos temprano.

—¿Perdón?

—Para tú bebé. —Le aclaró—. Necesita un hogar, debemos ir preparándolo.

Rochel se quedó en blanco por varias razones: había dicho «tú bebé», y eso le hizo darse cuenta de muchas cosas.

Lo primero era que ese bebé era de ella, y recordó que estaban solos ellos dos, que en sus visitas al médico estaría sola, que en esa casa que él quería preparar para su bebé, estarían solo ellos dos.

Luego, le perturbó la idea de que le quisiese comprar un apartamento lejos de él. Si ahora estaban viviendo en la capital, ¿por qué la iba a mandar de vuelta a La Romana?, ¿tan lejos de él?

No quería alejarse de él de nuevo. Se sintió triste, con ganas de llorar, pero mantuvo las lágrimas. De todas formas, Jorge notó su disconformidad.

—¿Qué sucede? —le preguntó, quitó una lagrima de su ojo, y le tomó la mejilla suavemente—. ¿Por qué lloras?

—¿Por qué me quieres mandar lejos?

Jorge no reparó en su pregunta.

—Solo quiero que tenga un hogar.

—¿Por qué no aquí? —le preguntó, buscando su mirada.

—Quiero que crezca en un lugar sano, alejado de todos, y con las facilidades que necesite...

Rochel asintió. —Todas las noches pienso en ti. —Se lo confesó—. A cada momento, a cada segundo, siempre pienso en ti. Mi bebé, será igual a ti. Y tienes miedo de eso. ¿Hasta cuándo vamos a ocultar el fruto de nuestro amor, Jorge?

Jorge exhaló por la nariz, se levantó del sofá y se puso las manos en los bolsillos.

—¿Tú quieres la casa aquí? La puedes tener, inclusive en Manhattan si quieres. Pero nadie se va a enterar que el bebé que esperas es mío. Eso no va a suceder.

Rochel sintió toda la sangre irse de su rostro. Sus palabras eran muy duras. Todo era muy cruel. ¿Qué más podía ella esperar?

No, más nada.

Ella no era su esposa, era la otra, y tendría ese lugar, en el anonimato, sola, y se las tenía que averiguar así.

No respondió más. No tenía mucho que decir, además del dolor profundo que le taladraba el pecho por las palabras de Jorge. Eran reales, eran dolorosas... era la realidad.

—Mañana tienes cita médica. —Se bajó, y le besó los labios. Se alejó—. Te recibirá a las seis. Es un amigo y es quien va a tratar tu embarazo. —Le tocó el mentón y la volvió a besar. Esta vez, Rochel apartó el rostro, mirando hacia la esquina, al piso. Jorge se incorporó de nuevo, lentamente caminó hasta la puerta de salida.

Rochel no se movió ni un centímetro por unos minutos. Pensaba en su bebé, pensaba en Jorge... pensaba en cómo había llegado hasta allí. No le daba merito a nada.

Se tocó la barriga, y la acariciaba, pensando que Jorge aun no lo había hecho. Como si estuviera en negación aun.

Estaba exhausta.

Solo se fue a dormir.


La otraWhere stories live. Discover now