35

42.7K 2.5K 68
                                    

Pepper 

Bravo, Kristeen. Lo bueno es que no lo iba a encontrar aquí. Pues bien, déjame decirte una cosa: ¡el jodido mundo es malditamente pequeño! 

Sus horribles ojos azules se quedan atorados en mí. 

–¿Pepper? –su voz se oye horrorosamente sorprendida. 

¿Todavía tiene el jodido descaro de sorprenderse? ¿De hablarme? 

–¿Qué haces aquí? –mi voz sale temblorosa, pero no por miedo. El miedo que sentí hace unos segundos es sustituido por una rabia enorme. 

–Trabajo aquí –dice como si lo ofendiera. 

No pude evitar sentirme traicionada. 

–¿Le diste trabajo? –le reclamo a Dastan. 

Él frunce el ceño y luego voltea a ver a Jared. 

–¿Y Nicole? –pregunta Jared. 

¿Cómo se atreve? Ni si quiera tiene el jodido derecho de decir su nombre. 

La rabia cada vez invade más mi cuerpo y siento que estoy a punto de explotar. 

Me acerco a su estúpida carota–. No te vas a acercar a ella –murmuro, diciendo palabra por palabra claramente y vertiendo mi alma en ellas, mirándolo directamente a los ojos–. Nunca más. Y me importa una mierda lo que tenga que hacer para impedírtelo. 

Me pongo de pie y me alejo de la barra, echando humo a mi espalda. 

–Tú te quedas aquí, y no intentes nada –le ordena Dastan detrás de mí. 

¿Cómo pudo contratarlo? ¿A él? De entre las millones de personas que hay en el mundo, ¿a él? 

Siento que alguien me toma del brazo y me detiene. 

–¿A dónde vas? 

–¿Cómo pudiste contratarlo a él, Dastan? 

–Pepper, no tengo ni la mas remota idea de quién es ese idiota. 

–¿O sea que contratas al primero que se pasa en frente? –lo acuso, cruzándome de brazos. 

Él se pasa las manos por la cabeza, frustrado–. Millones de personas trabajan para mí, nena. No puedo conocer a todos personalmente. Yo no contrato a todos, le pago a gente para eso. 

Niego con la cabeza y suelto un bufido. Tiene razón. Estoy actuando como una loca desquiciada, pero no estoy de ánimos para admitirlo, así que me doy la vuelta y retomo mi camino. 

Y de nuevo me detiene. 

–Pepper, no puedes escapar de todo siempre de esa forma, no puedes hacerme a un lado siempre. Estoy aquí para ti. 

En sus ojos se ve una enorme necesidad de que deje de alejarme así de él. 

Vuelvo a tomar mi camino. 

–Nena... 

–Sólo necesito... Necesito ir al tocador un segundo. 

Él me mira cono si quisiera seguir luchando, pero sólo asiente con la cabeza–. Está bien –dice frustrado. 

Lo paso por un lado y sigo mi camino. 

Cuando entro al tocador, me encuentro con la hermosa y horrorosa figura de Raiza. 

La paso de largo y abro el grifo para lavarme las manos y luego me mojo la cara. 

Tengo que calmarme y pensar con la cabeza fría. 

Huellas en la Piel ©Where stories live. Discover now