Tardes

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Hoy es un día como esos que tan familiares se repiten meses tras meses

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Hoy es un día como esos que tan familiares se repiten meses tras meses. La frescura se cuela entre las paredes, infligiendo un escalofrío en mi piel tan bien conocido. Suspiros se escapan, hundido en abrigo, huyendo de aquella sensación desoladora. Un golpeteo se escucha sobre mi techo, la lluvia ha caído nuevamente. Aquel vago sonido de las gotas chocar nubla mis sentidos, aunando en mi mirada perdida por la ventana.

Es una linda tarde de lluvia, tan solitaria, tan mía. Olor a hierba se asoma por mis fosas nasales, el viento impregna humedad sobre mi rostro, chocando firmemente contra mis mejillas. Tal vez debería cerrar la ventana, sin embargo, no creo levantarme.

Mis labios secos se despegan, un sabor amargo invade mi boca. Un ardor ciñe en mis ojos, obligándome a parpadear, perdiendo de vista el escenario que admiro a través de la ventana. Los árboles se remueven, a la par que el sonido de tormenta se intensifica. En serio debería cerrar la ventana, pero quiero llenar la casa de aquel aroma.

Es una fragancia añeja la que poseo a mis espaldas, ropa vieja, cuadros y sábanas que no uso ya. Todo en un armonioso desorden que no me molesto en mirar. No lo he de recoger, que venga su dueño a hacerlo. No soy yo amo de nada de donde me encuentro, pero soy su usuario. Soy quien está aquí justo ahora.

Una fuerte ráfaga de viento me golpea, batiendo las cortinas y desempolvándolas. Entonces sé que debo ponerme en pie. Cierro la ventana y de inmediato siento el entumecimiento en mi rostro. Una sensación de frío que choca con lo caliente del ambiente, haciéndome sudar un poco.

El vacío de mi estómago reclama con fuerza, haciéndome salir de mi encierro. Las funciones vitales del cuerpo son algo que me irrita, me exaspera el tener que moverme siquiera. Odio todo, odio no poder quedarme en ese mismo lugar por siempre.

Camino evadiendo los calcetines, remeras, zapatos. No toco nada, dejaré las cosas tal cual han estado. Meses atrás las has dejado allí, no pienso moverlas. El chirrido de la madera adorna mis pasos, mis piernas pesan por su falta de uso, por el cansancio, por las pocas horas dormidas. Tomo un pan de la cocina y, sin tener intensión de otra cosa, regreso sobre mis pasos, devuelta al lado de la ventana. La lluvia ha cesado un poco.

Me pierdo otro rato, inconsciente del tiempo que corre, cuando el ruido ensordecedor de un trueno me trae de regreso a la realidad. A la asquerosa realidad.

Son aquellos destellos celestes, entre grises nubes de tormenta, lo que me trae de vuelta a la circunstancia en la que me encuentro. Insulto todo, aprieto mis puños y dejo caer la hogaza de pan al suelo. Quisiera romper algo, pero no debo, no puedo. La ira se agolpa en mi garganta, haciéndome difícil el respirar.

Detesto todo, detesto el desorden en el que me encuentro, detesto esperar, detesto que todo me recuerde que no tiene caso seguir aquí, detesto no poder largarme. Porque, aún con los meses que han transcurrido, me niego a creer que no vuelvas.

A pesar de que lo has dicho, que no puedes más, que es demasiado para ti, tengo la creencia que regresarás, que no puedes borrarme así de ti. Tal vez sea sólo mi necedad, pero el pensar siquiera el no verte de nuevo es insoportable. Es quemadura en mis entrañas, es hervirme en cólera en un deseo de hacer arder en llamas la maldita casa.

Te odio por dejarme, me odio por haber sido el causante de que decidieras marcharte. Ven y recoge tus cosas, al menos, para que pueda verte de nuevo. Esta casa es un desastre, pero no quiero mover tus pertenencias, no quiero que dejes de estar presente de alguna forma.

El pan se ha cubierto de hormigas, ahí va el almuerzo de esta tarde. El ardor de mis entrañas vuelve con fuerza, insistiendo de nuevo por esas malditas funciones vitales. Sin embargo, me ignoro, abro de nuevo la ventana, el frío se cuela e instala en los rincones del cuarto que alguna vez compartimos. Sin más, me recuesto, mirando a través de la ventana.

No sé por qué insisto en esperarte, cuando tus palabras fueron claras. Decido seguir aguardando una silueta que no pudo hacer más por mí, que se rindió conmigo. Soy quien mejor sabe que el único culpable soy yo, que he sido el responsable de que te marcharas, que juraras no volver. He sido yo quien te ha echado lejos, sin ser consciente de lo que propiciaba. Soy el causante de este desorden, soy el causante de esta espera.

He aprendido mi lección, sólo vuelve. No ocurrirá lo mismo. Necesitas saber que no he tirado tus cosas como dije, que no he quemado nuestras fotos, que no odio cuando dejabas la ventana abierta y se metía el agua de lluvia. Tienes que saber que no estoy mejor sin ti.

Este día de nuevo me he perdido por la ventana, creyendo que volverás, perdiéndome una tarde más en aquel vago sonido de la lluvia chocar contra los alrededores. Esta rutina que he repetido por meses, quedándome a la espera de un regreso que no sucederá, aunque me rehúse a aceptarlo. Hoy de nuevo añoro tu regreso.

Esta tarde te extraño más que nunca, pero sé que no volverás. Sé que mis palabras fueron demasiado, que no tiene sentido seguir aquí. Sin embargo, también sé que seguiré esperando.

Muchas tardes más.

Muchas tardes más

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921 palabras.

19 febrero 2018

Tardes || Bakukami ||Where stories live. Discover now