Capítulo 2.

18 1 9
                                    

Cassandra.

Durante un momento no respondí a sus palabras. Entonces, me entró la risa tonta: esta que tienes cuando no sabes que decir ni que hacer.

 —Deberías pensar bien a la hora de hacer una broma, amigo, esto no es creíble.

Lo escuché resoplar al otro lado y soltar un gruñido de exasperación.

 —No-es-una-maldita-broma. Te lo digo de verdad. Necesito tu ayuda.

 —Ya, y yo un millón de dólares— espeté duramente, sintiendo a pesar de todo el terror anidarse en mi pecho.

¿Quién era este chiflado? No lo conocía de nada, ni si quiera me sonaba su (grave y varonil) voz y venía con este cuento del secuestro. ¿Por qué yo, entre los millones de personas, tenía que ayudarlo? ¿Y si en realidad era él el que quería secuestrarme a mi? ¿Y si tan solo era un cebo o algo así?

¿Y si en realidad eres tú la que ve muchas películas de acción y ahora te estas montando una de ellas?, susurró una pequeña voz en mi mente.

 —Mierda— lo oí maldecir con saña— De todo el puto mundo... me ha tenido que tocar ésta.

 —¡Eh! ¡¿Qué quiere decir ese tonito?! ¡Mas respeto!— le increpé frunciendo el ceño. Espera, ¿qué hacía siguiéndole el juego?

 —Mira, estoy quedando como un puto imbécil, lo sé, pero por lo que tú más quieras tienes que hacer caso a todo lo que yo te diga o yo acabaré muerto.

Su tono de voz consiguió aumentar mi nerviosismo hasta casi convertirlo en histeria. Sonaba tan real, que por un instante me lo creí. Me creí que estaba en peligro en algún lugar del mundo y que tan solo yo podía ayudarlo. Pero entonces la razón entró en mi mente y como si de un huracán se tratase, echó todo eso de mi cabeza, para insertar otra idea: había gente que sabía actuar muy bien.

De pronto, me enfurecí. ¿Quién mierda se creía para hacer una broma como esa? ¿Se creía que tenía gracia? ¿Que tan retorcido podía ser?

 —Eres una mierda— se escapó de mis labios, aunque no me retracté, pues de verdad lo pensaba.

 —¿Qué?

Pasé un mechón castaño de mi cabello por detrás de la oreja en un intento de influirme confianza. Podía sentir la penetrante mirada de Minnie puesta en mi desde algún lugar de la casa. Claro, ahora que ya tenía la tripa llena seguía con la campaña "Odiemos a Cass"

 —Pues eso que has escuchado. ¿Quién te crees que eres para venir haciendo esto? ¿Te crees guay haciendo estas bromas? ¿Te conozco? Deberías de dejar de jugar con estas cosas porque es un asunto muy serio para que venga un imbécil como tú a tomárselo como pitorreo.

Durante un segundo no respondió, parte de mi pensando que estaba reflexionando sobre mis flamantes palabras e iba a arrepentirse. Pedirme perdón, jurarme que no lo haría más y finalmente despedirse de mi. Y así acabaría uno de los sucesos más apasionantes que habrían sucedido en los últimos tiempos de mi vida. Patético, ¿verdad?

Cuando el silencio se alargó tanto que consiguió ponerme incómoda, carraspeé y me removí en el sofá.

 —¡Bueno, si no tienes nada más que decirme... pues me voy...

 —¡Cállate!— exclamó y su voz se convirtió en su susurro fuerte— Escucha: ahora tienes que permanecer lo más callada posible y oír todo lo que suceda. Es lo único que te pido. Por favor, no cuelgues.

Tanto mi cuerpo como mi mente se paralizó. Abrí la boca, queriendo replicar sus palabras, pero ningún sonido salió de ellas. Un nudo se instaló en mi pecho y la presión en mi estómago conseguía revolverlo, entrándome ganas de expulsar el medio bocadillo que me había comido y que ahora no tenía ni idea de donde estaba.

Through the darknessWhere stories live. Discover now