Mis demonios

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Estaba perdiendo la cabeza y ni mis padres se daban cuenta así que empecé a absorberme en las páginas de Internet sobre anorexia bulimia autolesiones y depresiones. Se preguntarán qué tenía que ver mi depresión con lo demás y es que descubrí que todos hacíamos diferentes cosas (unos lloraban, otros dejaban de comer, otros vomitaban...) por sentirse mejor o por no preocupar a sus seres queridos o por llegar a ser algo que no ven en ellos mismos.

Por esa razón, todos estábamos conectados a pesar de que no nos conociéramos. 

Uno de los problemas de después sacar a las personas de los desórdenes alimenticios o de este tipo de cosas es que se encuentra una comunidad que te ha dado apoyo y comprensión y de la que te cuesta desprenderte.

Sin darme cuenta cada vez me estaba hundiendo yo sólo más. Cada palabra que leía me la acababa creyendo, era gordo, era inútil, y no me quería nadie... era un fracasado.

Qué cómo llegué a creerme eso? Pues ni yo mismo lo sé, sólo sé que era lo que pasé a sentir y guiado por esas emociones empezaron mis verdaderos problemas.

La primera vez que lo hice le pedí perdón una y mil veces a Aylin, pero le decía que no había otra forma, que ella era más fuerte que yo y que por eso no lo comprendería. Siempre me resguardaba en la misma frase "tú no lo comprendes". Me corté, lo que sentí no lo puedo describir pero trataré de hacer mi mayor esfuerzo.

Algunos dirán que fue un acto estúpido y que cortarse en la yema del dedo no es nada y que eso es una tontería para llamar la atención cuando de verdad no tienes problemas pero lo cierto es que en el momento en el que realizas tu primer corte te haces esclavo de ellos. Siente tranquilidad y por un momento desaparece todo rastro de ansiedad, te sientes liberado y aliviado. Cuando pasa ese momento de liberación y ves lo que has hecho te angustias más y empieza a crecer en ti la rabia y la impotencia y te dices que te odias y que no lo volverás a hacer más y por ello no se lo dirás a nadie porque una y no más. Pero te engañas, cuando llegue la ansiedad de nuevo y te absorba todo sentido común y sólo sientas la desesperación volverás a cortarte y te repetirás lo mismo. Pero esta vez no será un corte sino dos. Y no te valdrá en la yema de los dedos. Empezarás con tus brazos y cuando te vayas a dar cuenta pasarás a tus piernas y tus caderas e incluso a tu barriga, porque comenzarás a odiarlo todo de ti, no verás nada bueno en ti, sólo vivirás para cortarte. Aquello que hiciste una vez y no más se ha convertido en tu fantasma, en tu doble personalidad. Ahora es tu compañero de viaje y te da miedo ir a un sitio sin una cuchilla o algo punzante porque no sabes afrontar la ansiedad sin lastimarte pero te dices una y otra vez que no es nada, que no te vas a morir por cortarte y que no estás haciendo nada malo. Aún así odias ver lo que te estás haciendo y por eso tapas tus heridas bien con un chaleco o con pulseras. Te odias y odias en lo que te convertiste pero eres incapaz de decir algo porque a la vez piensas que no está mal lo que estás haciendo y aunque sientes vergüenza como no quieres defraudar a un ser querido te lo callas y te conviertes en el chico callado del que sólo ven una sonrisa constante y al que no le preocupa nada. Y lo que no sabe la gente es que ese chico que se levanta todos los días y sonríe sólo encuentra las fuerzas de levantarse porque sabe que si no puede más ahí estarán sus cuchillas para ayudarlo a seguir. Si ese chico no hubiese encontrado sus cuchillas... tal vez no estaría vivo. Tal vez se hubiese rendido, tal vez hubiese ido antes a un psicólogo y le hubieran tratado. Pero a su vez lo mismo que lo estaba destruyendo poco a poco es justo lo que le daba la vida.

Este chico empezaba a tener demonios que le susurraban, este chico ya no dormía, sólo sabía fingir y sólo escuchaba cosas malas de sí. Este chico pasé a ser yo.

Sentimientos de una suicidaWhere stories live. Discover now