Capitulo 5

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Lo miro en silencio, porque de verdad no sé qué decir. Lo último que a mi mente iba a llegar es que él sea el hijo de mi jefa. El chico que me vio en el momento más vulnerable de mi vida. Tengo miedo, mucho miedo porque no sé qué hacer, si él le dice algo a Izayoi puede que ella me mande a un psicólogo y si Naraku se entera que traté de matarme... No quiero ni imaginar lo que sería capaz de hacerme.

Trato de levantarme, pero él lee mis intenciones y su mano queda en mi brazo. Mi cuerpo entra en tensión y pánico y él me suelta. Vuelvo a sentarme mientras mis ojos se llenan de lágrimas. Mi vida cada vez está más arruinada. No quiero estar aquí.

—Déjame—mi voz sale como un leve murmullo.

—¿Por qué?—sé a qué se refiere, la vergüenza me gana y mis ojos lagrimean—¿por qué trataste se matarte?—lo miro y sigo impresionada con el color de sus ojos. Son tan preciosos.

Miro el lugar limpiando mis lágrimas en el proceso. ¿Por qué me quería matar? Porque estoy cansada de luchar. Cansada de todo el maldito dolor que me persigue. Cansada de no encontrar luz en este túnel tan oscuro. Cansada de que cada golpe me derrumbe más. Cansada de él. Cansada de todo. Cansada, esa sería la respuesta a todo.

—Eso no tiene porqué importarte—respondo mirándolo con mofa. Mi semblante cambia y mis expresiones se endurecen—haga o no haga, es mi asunto no el tuyo—una vez más mi arrebato le sorprende. Lo sé porque la expresión que tiene ahora es la misma que la de aquella noche.

—¿Por qué estás tan a la defensiva?—pregunta y agradezco que respete mi espacio. He visto que no ha tratado de interferir con mi espacio personal.

—Porque si—respondo con simpleza—te agradecería que este tema quede zanjado. No quiero volver a repetirlo—él suspira y luego sonríe.

—Algún día sabré la verdad—dice seguro de sus palabras.

—Ese día nunca llegará—me levanto de la mesa—iré al servicio—camino al baño con las piernas temblorosas. Tengo ese molesto nudo intacto en mi garganta.

Entro y como era de suponer, la señora Izayoi no está. Varias lágrimas caen de mis ojos, miro en el espejo gigantesco la mujer que ahora soy. Me miro y no me reconozco. Estoy tan marchitada.

Mis piernas fallan y caigo de rodillas contra el suelo frío y desolado. Quiero saber porque tanto dolor solo a mí. Porque siempre soy yo la que termina llorando, sufriendo... Porque soy yo la que termina destruida.

Me levanto y echo agua en mi rostro y luego lo seco. Veo manchas por lo que pongo maquillaje. Todavía hay algunos golpes que ocultar. Desearía poder ocultar de mi misma el dolor que llevo oculto en mi alma podrida de dolor. Como quisiera hacerlo y así el dolor sea menos.

Pueden decir que eso se supera, pero nadie entiende que una mujer en el momento que es golpeada y tocan su cuerpo en contra de su voluntad muere, se marchita. Yo me siento asqueada de mí, de la persona que más amaba, yo misma. Si yo me siento así otras personas pensarán igual. Nadie entiende, solo yo.

Termino de aplicar maquillaje y salgo. Me sobresalta la figura de Inuyasha en la puerta. Tiene los brazos cruzados sobre su pecho y me mira con suspicacia. Respiro para tranquilizar los latidos descontrolados de mi corazón. Él me observa preocupado. Levanta una mano y me tenso, la deja caer en mi rostro. La acaricia lentamente y luego me mira, una mirada que no quiero descifrar.

—Algo te atormenta, espero que eso no sea tan fuerte como tú, no dejes que te destruya. No lo vuelvas hacer, la vida es grandiosa. Puede que en este momento tu vida no esté en su mejor momento, pero sé que cosas grandiosas vendrán a ella. No lo intentes, eres una guerrera, no seas un soldado caído—aleja su mano y sonríe—espero que tus problemas se solucionen—se arregla las mangas de su camisa—enserio. No lo vuelvas hacer, eres una chica preciosa y muy talentosa—me da una última mirada—te espero en la mesa—se marcha y no sé porque sus simples palabras me llegaron a lo profundo y oscuro del corazón. Puede que me esté rindiendo rápido, pero creo que he luchado bastante y no terminó de ganar y eso me molesta.

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