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Un hombre que llevaba una camisa de manga corta y las manos en los bolsillos del pantalón vio a Tom y le dijo algo.
-¿Qué?- dijo Tom, que no había podido oírle a través del cristal de la ventanilla.
El hombre se llevó las manos a la boca a modo de bocina. Esta vez se escucharon las palabras a través de la ventanilla.
-¿Qué ha pasado?
Tom bajó la vista hacia el cuchillo de caza que aún sostenía entre sus manos. Sin poder resistir la tentación, lo sacó del pañuelo y lo sujetó con la punta hacia arriba, como si fuera a apuñalar a alguien. Los ojos del hombre se abrieron de asombro, gritó algo y señaló hacia Tom. Una exitación, como si se tratara de una descarga eléctrica, recorrió la multitud, y todos se apretujaron bajo la ventanilla de Tom, peleándose por ver el cuchillo ensangrentado.
Sintiéndose avergonzado, Tom apartó el cuchillo y bajó la cortina. ¡Qué estupidez! ¡Vaya detective, que no sólo presumía ante una multitud de extraños, sino que dejaba sus huellas dactilares en una prueba evidente del caso! Rojo de vergüenza, envolvió de nuevo el cuchillo en el pañuelo.
Una mano movió las cortinas de su litera. El corazón empezó a latirle de miedo. Pero sólo se trataba del revisor, que miró dentro y dijo:
-Por favor, ¿quiere acompañarme?
El revisor abrió la marcha hacia el coche-mirador, donde los otros testigos de la tragedia se encontraban sentados junto a las mesas del restaurante. Todos iban en bata, excepto el mozo.
El policía estaba sentado junto a una de las mesas, con un cuaderno de notas en la mano. Era muy joven, de ojos azules brillantes y pelo rubio muy cortado.
-¿Es éste el último testigo?-preguntó al revisor.
-Sí
El policía miró a Tom.
-¿Quiere decirme su nombre?
-Tom Austen- Tom le entregó el cuchillo-. Me temo que tenga también mis huellas dactilares.
-¿Es éste el cuchillo que utilizó Richard Saks?
-Yo no sé si lo utilizó o no, pero cuando llegué al pasillo lo tenía en sus manos y luego lo dejó caer.
El hombre bajo y gordo se adelantó:
-¡Claro que lo utilizó!- dijo con tono enfadado-. ¡El mató a su mujer!
-¿Puede usted probarlo?- preguntó Tom.
-Naturalmente que sí. Todos escuchamos la pelea en el bar, y luego él dijo que no quería verla.
-Pero eso no prueba nada- dijo Tom.
-¡Para mí si lo es!
-Y para mí- dijo la señora de las pastas, ciñendose la bata azul al cuerpo-. No se olvide que la noche anterior tambien estuvieron discutiendo en su departamento.
- Usted no estaba allí y, por tanto, no puede saber lo que sucedió- dijo Tom.
-Pero yo sí que estaba- dijo el mozo, dirigiéndose alternativamente a Tom y al revisor, con una mirada nerviosa.
- Y yo tambien- dijo la señora Ruggles.
Llevaba una bata de lana sobre un camisón blanco largo, y las lágrimas habían desteñido sus mejillas-. Parecía una pelea muy violenta.
- Sí, supongo que así fue- dijo Tom con calma. Le repugnaba pensar que Richard Saks fuera el asesino. Sin embargo, todas las sospechas recaían sobre él. Y, para colmo de males, Tom recordó de pronto la conversación mantenida durante el desayuno. Las cosas que pondrían peor a Richard Saks, pero no podía ocultar ningún detalle a la policía-. Hay algo más- dijo contrariado.
-¿De qué se trata?
- Mi amigo y yo tomamos esta mañana el desayuno con el señor Saks y su mujer. Ella dijo que quería ser libre de nuevo para volver a Hollywood, y el señor Saks pareció muy enfadado.
El hombre bajo y gordo golpeó la mesa con la mano.
-¡Ahí tiene el motivo!- dijo alzando la voz-. El sabía que iba a perder a su mujer y por eso la mató.
-Quizá- dijo el policía. Miró a su cuaderno de notas-. Déjenme un momento para reconstruir los hechos.
Por un lado, Tom sentía pena por Richard Saks, pero, por otro, estaba entusiasmado por vivir tan cerca una investigación por asesinato

Asesinato En El Canadian ExpressDonde viven las historias. Descúbrelo ahora