II. Suspiros de café amargo

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Hay muchos tipos de personas en el mundo. Unos pocos tienen los privilegios de poder controlar al sector más vulnerable; otros huyen de la realidad en busca de la verdad, la grandeza de poder valerse por sí mismos. La gran mayoría se somete al poder de aquellos que con grandes mentiras, cautivan el corazón de los inocentes.

Pero hay un sector que nunca se habla; ese sector es la verdad. Es la fuerza y la lucha continua hacia lo que ellos creen que es correcto o no. Aquellos que la vida nunca los trató con el cariño que deberían y que, sin embargo, no cayeron en las garras de la oscuridad. Son los guerreros que cabalgan a la libertad, la igualdad que inconscientemente crean con cada paso que dan. Cambia la forma de pensar en las personas con las que se topan.

Pero antes de que se convierta en el líder de una futura guerra de clases. Hablaremos de él.

De como un chico profundamente enamorado, liberó a un pueblo de la desgracia en honor a "él".

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Era una noche como otra cualquiera, la luz de las farolas traspasaban tímidamente los cristales de la ventana. Haciendo que, de esa forma, acariciara el rostro del pequeño azabache. De nuevo, no había podido controlar el llanto; por mucho que se esforzara, aquella casa iba a seguir en silencio. Continuaría vacía cada noche y sin indicios de que el típico portazo nocturno, tras un día agotador, llegaría a los oídos del joven. 
Lentamente, el azabache se fue levantando de la cama hasta poder sentarse; decidió tomar su teléfono y marcar el número de la persona que más confianza le tenía. Solo esperaba que lo pudiera coger:

-¿Sí?- Una voz medio ronca respondía tras el teléfono. Eso hizo que se le formara una pequeña sonrisa al menor, ya que casi nunca respondía a las llamadas. Pero la noche era distinta, porque era el momento del día donde quizás el joven le necesitara.

-Hola Zoro- Dijo el menor intentando controlar su voz, que desgraciadamente no podía ocultar puesto a que era un pésimo mentiroso.

-¿Quieres que vaya, Luffy?- Pregunto su compañero mientras activaba el manos libres mientras se vestía; puesto a que solía dormir solo con ropa interior debido a la comodidad que le proporcionaba ir de esa forma.
Luffy se quedó en silencio durante unos segundos, siempre recurría a él cuando tenía unos de sus pequeños brotes de tristeza. Al pequeño le asustaba estar solo; sus compañeros sabían eso pero siempre que le decían al joven de ir a vivir con uno de ellos, siempre se negaba. Había algo en las habitaciones, una atracción en aquella casa que le impedía dejar el pasado. Abandonar todo lo que esas cuatro paredes le habían vuelto a otorgar: una vida con la que compartir con alguien. El joven tomó aire, recordando aquellas memorias y volviendo a sentir grandes pinchazos en su corazón.

-Por favor, te necesito- No hubo contestación, Zoro colgó en el preciso momento que escuchó la voz lastimera de su mejor amigo. No podía quedarse quieto, no podía dejarlo solo.

Unos pasos lentos se acercaban a la puerta del joven azabache; aquella persona miraba con nostalgia la puerta. Poniendo la palma de su mano en la madera, intentó accionar la puerta sin que Luffy se pudiera percatar. Pero no podía, había algo en su cuerpo que rechazaba la mera idea de poder mirarlo a la cara ¿Cómo podría hacerlo después de lo que sucedió? ¿Entraría como si no hubiera ocurrido nada dejaría que su propio nieto fingiera delante suyo? No. Él no podría permitírselo, siempre fue un mal mentiroso aunque lo intentara. Si le viera mentir de esa manera, el número de atrocidades que haría en contra del Gobierno; serían incontables.
Resignado, Garp apartó su mano de la puerta y continuó el camino hacia su habitación. Como hombre de la Marina, podría encarcelar a Luffy por estar involucrado. Pero como familiar, su único deseo era que Sengoku cumpliera con su promesa; porque entonces, él mismo se encargaría de impartir la verdadera justicia.

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El timbre sonó media hora después de que el azabache le hubiera llamado. No le costó mucho llegar a donde vivía, pues solía utilizar la moto que se compró hará tres años; siempre que la llevaba, Luffy le convencía de dejarle subir con él para poder dar una vuelta
Al ver que tardaba tanto, Zoro decidió apoyar su espalda contra la pared, suponía que todavía no estaba vestido o ni si quiera se hubiera dado cuenta de su apetito hasta ahora. Observó el cielo de reojo y se metió las manos en los bolsillos, perezosamente elevó su pie derecho hasta la pared y la posicionó de forma temporal de esa manera; dándole un toque de rebeldía en su figura. Aquella anatomía bien proporcionada y junto con la camisa que llevaba de manga corta, con el cuello y los botones negros, medio desabrochada lograba que se le viera el torso perfectamente musculado y con una cicatriz en diagonal desde la zona del pecho izquierdo hasta el lado derecho de la cintura.  Sus piernas delgadas y entrenadas se veían con unos pantalones negros y botas de la misma tonalidad. No cabía duda de que parecía un chico en busca de pelea callejera; aunque esa vida la había dejado hace mucho tiempo.

-Lamento la tardanza- Una voz hizo que el mayor inclinara la cabeza donde provenía aquella voz, era Luffy que salía de su hogar con una chaqueta manga corta de color rojo, una camiseta blanca y unos tejanos hasta las rodillas y sus típicas sandalias veraniegas y sombrero de paja en su cabeza. Eran dos polos altamente opuestos y a ninguno de los dos les molestaba que fuera así.

-Acabo de llegar pero la próxima vez recuerda que existe la puerta y la educación para dejarme pasar a tu territorio- Dijo Zoro con un voz burlesca mientras le lanzaba un casco blanco a sus manos. -¿Nos vamos?-. El menor no respondió, ya que mientras estaba hablando su amigo; él ya había subido a su vehículo.

-Eres un lento, Zoro. Espero que no nos perdamos de nuevo- Respondió el azabache con la misma picardía que Zoro le había hablado.

-Cállate, no me había perdido; la carretera se cambió sola.- Se excusó el mayor mientras fruncía el ceño y se subía a la moto. Encendiéndola para que así pudieran empezar el paseo nocturno.

El sonido del motor era para Luffy la nana que necesitaba en aquellos momentos, el joven abrazaba al mayor peliverde con fuerza y dejaba caer todo su peso sobre la espalda del otro. Cerró los ojos, se sentía vivo en aquellos momentos. Su cuerpo era acariciado por el aire que la propia velocidad del vehículo creaba; las luces de las calles y edificios de hoteles u restaurantes impactaban con fiereza sobre los ojos cerrados del menor. Pero no le molestaba, agradecía que esas luces aún continuaran estables en el lado oeste de la ciudad. La zona donde podías ser tu mismo por una noche, el corazón más feroz y placentero de todo joven.
Tanto Zoro como Luffy disfrutaban de aquel trayecto. Cruzaban diversos puentes, a veces paraban para tomar algo en el bar que más les picara la curiosidad, incluso a veces pasaban varias veces por las mismas calles debido a la torpeza del conductor; que siempre se quejaba de lo mal construido que estaban las calles. En un momento dado, Luffy ya no agarraba a Zoro, más bien lo abrazaba. Su estado emocional siempre fue así, era un pequeño débil y llorón que quería demostrar al mundo que podía luchar; que era fuerte y que nunca más volvería a estar solo. Pero no fue así, la vida volvió a jugar con él.

Por eso él jugaba a ser más rápido, a desfogar todo lo que guardaba con la velocidad. Igual que él, la persona que más había amado en este mundo y que cuando le veía mal. Lo cogía por el brazo y se lo llevaba en su coche por la ciudad a una velocidad bastante acelerada. 
Eran momentos donde ambos llegaban a comprenderse sin tener que discutir, donde se apoyaban y gritaban con la música alta todo lo que querían decir: Insultos, maldiciones, sueños que el mundo creía que eran estúpidos...
Todos esos recuerdos buenos ahora los compartía con Zoro, por eso le dio la idea de seguir con su legado. Correr hasta que ambos gritaran todo lo que necesitaran expresar de aquel día, era una terapia mucho mejor que la de un psicólogo.

Era un riesgo diario que cada vez que subía a la moto de Zoro y pasaban por los diferentes establecimientos, podía llegar a ver su espíritu. La persona que más amaba y que le había dejado un gran vacío en su corazón al no haberle podido salvar.

Era aquel chico con una sonrisa, la que siempre le brindaba cuando se alegraba por él; se sentía orgulloso de su trabajo o simplemente cuando veía a Luffy.

Su hermano, Portgas D. Ace.

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⏰ Last updated: Jul 06, 2018 ⏰

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