No tomes mi Champú

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La puerta del templo de acuario se abrió, Camus, sorprendido, siguió el camino de rosas, sonrió pensando que Afrodita se enfadaría cuando descubriera lo que Milo le había hecho a sus rosas, las velas aromáticas de manzana–canela ambientaba el lugar iluminando muy pobremente, Milo era cursi, pero así le gustaba, cursi y siempre desviviéndose por hacerlo sentir miserable, frío y poco detallista, en general, hacerlo sentir que no merecía a ese hermoso espécimen de macho viril.

Dejó que los aromas inundaran sus fosas nasales, adoraba el aroma a manzana, lo calentaba, era el aroma de los cabellos de Milo, embriagante, sensual, su armadura lo había abandonado y la camisa ya estaba en suelo, el escorpión dormía plácidamente, aparentemente había llegado más tarde de lo esperado y Milo se había cansado de esperar, pero eso no significaba que fuera a perdonarle la noche.

Embriagado por el olor de las velas, Camus besó los labios de su amante durmiente, percibió un leve aroma a yerbabuena pero quiso pensar que venía de sus cabellos, lamió con suavidad el labio inferior de su amante, luego fue a su cuello, el otro no daba señales de querer despertar hasta que un grito en su oído lo hizo caer de la cama.

–Usaste de nuevo mi champú–

Si había algo que Camus odiaba, era que Milo usara su champú, le quitaba las ganas en verdad, ninguna vela aromática le hacía recobrar el erotismo.

El escorpión se levantó del suelo –Sólo tomé un baño aquí cuando todo quedo listo, ¿no te gusta?

–Todo es perfecto excepto que tomaste mi champú, Milo, el tuyo está en la repisa.

–Haces demasiado escándalo por algo tan sencillo.

–Se trata de límites y respeto, no te quiero en mi templo, o te vas o yo me voy al tuyo, y no tendremos nada hasta que aprendas a usar tu propio champú.

Milo no se fue y Camus cumplió, no dejó a Milo entrar a su propio templo hasta que se bañó con su propio champú.

Los más afectados eran Shura y Aioria, ¿por qué? Pues porque tenían la desgracia de ser los mejores amigos de la pareja.

-¡Por un puto champú! No ha dejado de joderme porque Milo no puede usar su maldito champú –Comentaba un molesto Shura mientras bebía su vaso de wiski

-Lo sé, pobre Milo, Camus es un exagerado. –Acotó Aioria un tanto burlista –Tanto escándalo por un champú.

-Pero si Camus tiene razón, Milo debería aprender a respetar.

-¿El champú? –Preguntó sarcástico el león dorado –Se supone que son pareja, tu y yo compartimos el champú.

-Pero tú tienes el pelo corto.

-Tu punto es...

-Olvídalo, no entenderías un alma como la de Camus, no sé cómo es que aguanta a Milo.

-¿Y tú si entiendes su alma? Si tanto te gusta...

-Chicos, chicos... - Intervino Afrodita que tomaba con ellos y estaba harto de escuchar el asunto que se había salido de las manos –La relación en riesgo por un champú es la de Camus y Milo, no la de ustedes, no saquen esto de contexto.

-Lo siento –se disculpó el león –es solo que no veo el problema de que Milo use el champú de Camus.

-El problema –intervino Camus que acababa de llegar y no había escuchado nada excepto la última frase de Aioria –Yo amo a Milo, Aioria, amo todo de él...

Dos horas más tarde estaba Aioria regañando a Milo por no usar su propio champú...

-¿Te pusiste del lado de Camus?

-No estoy del lado de nadie, pero Camus te ama y sería importante que respetaras su champú.

-¿Es por Shura, cierto? –Preguntó el ofendido escorpión –Camus convenció a tu novio y él te amenazó para que vinieras a darme un sermón.

-Escúchame bien, Milo –Aioria entrecerró los ojos a manera de advertencia –Si no dejas de tomar el champú de Camus, no volverás a tener sexo con él en tu vida. – Y molesto salió del templo de escorpio dejando sorprendido a su amigo.

-¿Qué rayos le pasa a todos? –Exclamó el escorpión sin poder creer la actitud de su amigo.

Cuando Camus entró al cuarto de baño, su champú se había terminado, tuvo el impulso de ir al templo de escorpión por su botella, pero luego reflexionó, tal vez usar el champú de Milo sería una buena lección para el escorpio, aunque por otro lado, tal vez ni lo notara.

El escorpión entró al templo de Acuario con sigilo, no quería despertar a Camus, seguía molesto y tal vez lo echaría de su cama, el acuariano despertó al sentir el movimiento y luego la calidez de su amante en su espalda, había decidido dormir sin ropa, por si venía y su idea había funcionado, Milo sintió el cuerpo frio y la piel firme de su amado, pero algo no le terminaba de cuadrar, el cabello de Camus, que normalmente tenía un olor fresco, ese olor que le excitaba y tanto amaba, había cambiado, ahora las hebras aguamarina que se colaban por su nariz, olían a manzana, Camus había usado su champú, no le molestaba, pero extrañaba ese aroma que despedía, quiso convencerse de que aquello era una niñería pero cada vez que besaba el cuello de su amado más convencido estaba, el acuariano no solo había lavado su cabello, había lavado todo su cuerpo con su champú de manzana, todo él olía a...

-Usaste mi champú.

-Ahora entiendo, es excitante llevar el olor del ser amado en tu piel. –Susurró Camus girando su cuerpo para besar a Milo.

-No es sexy que uses mi champú.

-Tú lo haces, a pesar de mis quejas, ¿qué tiene de malo que yo lo haga?

-Qué no es sexy, me gusta tu aroma.

-¿Usarás tu propio champú de ahora en adelante? O te prometo que lavaré cada pieza de cama con el aroma de tu champú.

El digno caballero de escorpio asimiló la lección, ya no usaría más el champú de acuario.

Serie de Inchorencias CamusxMiloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora