T R E S

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—Has estado tan irritable desde que tu amiguita se fue.

—Tú has estado irritable toda la vida y nunca me quejo.

—Sí lo haces.

—Bueno, niñas, vamos. No querrán llegar tarde a la escuela. Por cierto, llegó esta carta hoy en la mañana.

—¿Es una orden de arresto para Rebeca?

—Ja, ja, ja, muy graciosa.

—Es de su madre.

—No quiero leerla —dijo Abigail, tomando su mochila.

—Yo sí... —contestó Rebeca.

—Abigail, es importante, aguarda —le pidió su padre antes de que ésta pudiera salir de la casa.

—Es una invitación de matrimonio... —susurró Rebeca, leyendo la carta—. Mamá se casará con el tío Nick. ¿Regresaron a Hills? ¿Cuándo?

—Anoche. De hecho, llamó y quiere que ustedes sean las damas de honor —dijo el señor Martínez, mirando a sus hijas.

—Tiene que ser una broma —expresó Abigail molesta—. Ni siquiera se toma la molestia de llamarnos o vernos y ahora quiere que actuemos como si amaramos la idea de que se va a casar con el hermano de nuestro padre.

—Abigail, tenemos que considerarlo, es nuestra madre.

—Es una cínica, eso es lo que es. Por si acaso, papá, ¿no te dijo que la llevaras del brazo para entregarla a Nick?

—¡Abigail! —gritó su padre, viendo que la muchacha salía furiosa—. Te llevaré a la escuela, vuelve aquí.

—Iré caminando.

***

Se encontraba en las gradas de la cancha de fútbol, llorando. Abigail no había entrado a las primeras clases y ya casi era hora del receso. No tenía ganas de nada. No podía creer que su madre hiciera eso. Y no se sentía egoísta por pensar así porque, ¿acaso su madre no había sido egoísta todos estos años? Al fin y al cabo, uno siempre necesita a su madre. Los abandonó para irse con su tío. Se embarazó de él y jamás, jamás la llamó a ella ni a su hermana para preguntarles cómo estaban. Abigail sabía que las postales y cartas de cumpleaños que les enviaba en realidad las enviaba su asistente.

Abigail lloraba porque no aguantaba ni un segundo más fingir que era fuerte. Porque no lo era. Le dolía pensar que su madre jamás había sido quién pensó que era.

—Alguien no entró a clases hoy...

—¿Derek? —dijo ella al verlo y se limpió las lágrimas como pudo—. No es buen momento, vete.

—Te sonaré entrometido, pero no me iré hasta que me digas por qué estás llorando.

—Pues, sí eres entrometido —le dijo Abigail—. Apuesto una pizza a que te saliste de clases sólo para buscarme porque me viste llegar a la escuela y se te hizo raro no verme en clases.

—Bueno, ahora te debo una pizza... —agregó Derek y Abigail sonrío—. ¿Qué sucede?

—Nada, es solo que... Me pasan cosas y me siento muy sola. Mi mejor amiga dejó la ciudad y no tengo con quien contar.

—Hay una X señalada en mi hombro y un letrero que dice "apóyese aquí en caso de que esté triste". ¿La ves? Porque sólo las personas que están tristes pueden verla.

Abigail sonrío y se recostó sobre el muchacho mientras se le salían algunas lágrimas.

—¿Es algo así como los Thestrals, pero con letras? La señal, quiero decir.

—¿Los qué?

—Olvídalo, eres un muggle.

Abigail contó al muchacho lo que estaba sucediendo. No lo conocía mucho, pero él tenía una mirada que le inspiraba confianza. Y él la entendió y aconsejó. Tal vez se había equivocado y sí podían ser amigos, y no, no tenía en absoluto ningún letrero con la palabra "perdedor" en su frente.

Más bien tenía uno de "puedes confiar en mí". 

Las teorías de Abigail ©Where stories live. Discover now