Capítulo 13.

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Las puertas de Invernalia se abrieron y dejaron paso a Lord Robert Baratheon junto con sus caballeros.

Lord Eddard Stark y su esposa Lady Catelyn lo esperaron junto con sus vasallos a las puertas de la fortaleza.

Lord Robert desmontó de su caballo y se acercó hasta Eddard.

-Necesito tu ayuda, Ned. Ahora que eres el nuevo señor de Invernalia confío en que vendrás conmigo a Desembarco del Rey a por tu hermana.

Hacía más de un año que Lyanna había desaparecido, y con ella, el príncipe Rhaegar.

-Es demasiado arriesgado. Los soldados de los Targaryen nos aplastarían.

-¡Mataron a tu padre y tu hermano Brandon! -chilló Robert.

Eddard se mordió la lengua.

-Si tu hermano siguiera con vida, no vacilaría en ir conmigo a por Lyanna.

Eddard sintió la mano de Catelyn en el hombro y respiró profundamente.

-¿Qué tienes pensado hacer, Robert?, ¿matarlos a todos?

-Eso es exactamente lo que pienso hacer -la voz de Robert sonaba fría y tajante-. No me importa a cuantas personas tengo que matar si gracias a ello recupero a tu hermana.

Eddard miró a su esposa.

Ya se le notaba el embarazo.

Hacía cuatro meses que Lady Catelyn llevaba en sus entrañas al heredero de Eddard, o a su primera hija.

Ya habían pensado en los nombres. Si era varón, lo llamarían Robb, si era mujer, Sansa.

-Debéis ir -le aconsejó ella.

Eddard suspiró.

Tenía razón. Debía ir. Era su deber, y era su hermana a la que Rhaegar había secuestrado.

Hacía más de dos años que no sabía nada de ella, y era hora de encontrarla y traerla de vuelta a donde en verdad pertenecía.

Incluso en aquel momento, Eddard estaba pensando seriamente en romper el compromiso de su hermana con Robert. Sabía que si Robert se la volvía a llevar, Rhaegar volvería a por ella, y aquella historia jamás terminaría.

Hasta pensaba en la posibilidad de llevarla con Benjen al Muro para convertirla en la primera mujer en la Guardia de la Noche.

Sin embargo, no podría hacer voz de esos pensamientos hasta que tuviera de nuevo a Lyanna entre sus brazos, ya que Robert jamás aceptaría a ir a por ella junto a él si sabía que se la volverían a quitar.

Eddard no tardó mucho en poner a todo el ejército que le fue necesario para encaminarse hacia Desembarco del Rey.

El día de las despedidas, Eddard le dio un suave beso en los labios de la mujer a la que empezaba a amar y que llevaba a su heredero en las entrañas. Subió a su caballo, y desde allí, miró a Ser Rodrick.

-Te nombro castellano de Invernalia hasta que volvamos -reconoció las mismas palabras que su padre le dijo a Ser Rodrick el día en que se marchó para volver siendo un muerto-. Procurad que mi hermano no renuncie a la Guardia de la Noche y, si no estuviera aquí para el nacimiento de mi primogénito, cuidad bien de mi esposa y mi heredero.

-Como ordenéis, mi señor.

-¿Dónde está el nuevo maestre? -preguntó.

Hacía tan solo un mes que el maestre Wallys había fallecido. Un nuevo maestre, más anciano que el mismísimo Eddard, había llegado desde la Ciudadela para ser el maestre de Invernalia.

Ser Rodrick lo mandó llamar y el maestre Luwin llegó con el tintineo de las pesadas cadenas de acero valyrio en el cuello.

-Quiero que vos mismo os hagáis cargo del nacimiento de mi hijo, o hija.

-Será un honor, mi señor -el maestre le hizo una reverencia.

-¡Vamos Eddard, no tenemos todo el día! -el grito de Robert retumbó en Invernalia.

Eddard suspiró resignado. Estaba borracho como una cuba.

Espoleó a su caballo hasta ponerse a la altura de Robert mientras miraba por última vez a su esposa, quien se tocaba la hinchada barriga con aire sobreprotector.

"Por favor, dioses, haced que lo haga llamar Robb. En su debido momento nacerá Sansa"

El Príncipe que Fue Prometido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora