III

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«Este es el resultado de traer personas no aptas.»

«Se lo advertimos desde el primer momento.»

«Los plebeyos no tienen cabida en la Corte.»

“¿Dónde demonios estás, Min-ge?” Yixing ya está planeando en su mente un par de castigos para su Consejero Real que sean dignos de su rango, pero sin pasar el límite de lo excesivo. Quiere afianzar su autoridad, pero sin ser muy severo. Escucha a sus espaldas el nada discreto cuchicheo de los miembros del Consejo, un grupo de viejos decrépitos de alto rango, miras cortas e ideas retrógradas.

Ninguno de ellos estuvo de acuerdo cuando fue retirado de su cargo el Consejero de su padre, mucho menos lo estuvieron cuando su Emperador Regente elevó al cargo de Consejero Real a un siervo de su Corte. Xiumin ha sido su más fiel amigo toda su vida, ¿quién mejor para tener a su lado como su mano derecha?

Ahora, Yixing se está cuestionando sus decisiones, y el cacareo de los Viejos no le es de ayuda tampoco.

—Esto no pasaría, Su Alteza,— se atreve a hablar Huanming, el Sabio Maestro del Templo de Armas de Heal, quien se acerca a él para susurrarle— si el Maestro Haitao estuviera aún en el cargo que le corresponde.

Yixing rueda los ojos, suspirando una última vez. Apoya su codo en el reposabrazos de su Trono, y con su palma sirviendo de reposo a su barbilla, gira su rostro hacia donde el anciano está parado:

—Y dígame, Sabio Maestro, ¿en qué sería diferente la, según usted, negligencia de mi actual Consejero, con el paso lento y cansado del Maestro Haitao?— todos en la Corte (que solo incluye a los Consejeros en ese momento) se escandalizan ante la pregunta de Su Majestad— ¿Cree usted que a sus 95 años, el Maestro Haitao abría sido capaz de llegar más rápido que el joven Maestro Xiumin?

El viejo Huanming boquea indignado, dispuesto a dar una respuesta a la atrevida cuestión de Su Alteza. Mira alrededor y es animado por sus fieles compañeros de la Corte Real a que continúe. Carraspea, con el pecho inflado de soberbia al sentirse respaldado, pero es interrumpido por el sonido de las trompetas, que indican la poco oportuna llegada del sirviente Real del Emperador.

Yixing toma asiento como es debido, cambiando su semblante de desagrado por su máscara de rectitud. La máscara que ha utilizado por cuatro años y que tiene como función el crear una visible barrera entre Zhang Yixing y el Emperador Jiashuai.

La puerta del Salón del Trono se abre, dando paso al Consejero Real. Xiumin camina por el pasillo, con su mirada baja y sus brazos a los costados, recto y firme, como ha aprendido con los años. Se detiene a cinco pasos de la escalinata que se eleva hasta el Trono y sin dudarlo, realiza una perfecta postración frente a su Emperador, tan pulcra y limpiamente como pudo haberlo hecho cualquiera de los viejos Consejeros alguna vez en su juventud.

—Alteza— se levanta sin esfuerzo y realiza una reverencia, antes de posar su rodilla izquierda de nuevo en el suelo, con su cuerpo inclinado ante Su Majestad.

—Maestro Xiumin— y el Consejero Real toma estas palabras como una petición a levantarse. Lo hace, sin dirigir su mirada al Emperador. Camina dos pasos al frente y girando en su lugar, se coloca al pie de los tres escalones, tomando su lugar a la derecha del Trono y dando paso a la voz del Heraldo.

«Su Majestad, Segundo Heredero al Trono de Rain, el Príncipe Rudolf de Rain.»

Junmyeon es anunciado por segunda vez en su corta estadía en Heal. Toma una larga bocanada de aire, antes de que la gran puerta al Salón del Trono se abra nuevamente. Suelta el aire contenido lentamente antes de caminar por el pasillo para conocer al Emperador de Heal. Jongdae baja su cabeza como se le indicó, siguiendo a Junmyeon de cerca. No está acostumbrado a las reglas y el estricto manejo de una Corte de verdad, pero desea tanto quedarse al lado de Junmyeon, como conservar su cabeza sobre su cuello, así que se evita el cometer errores.

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