Pudo haber sido.

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Tomándose su quinto champán, Seungcheol intentó fingir que disfrutaba.

Su mesa estaba vacía, solo él sentado en una silla cubierta con una delicada tela blanca y lazo azul. Sus padres y hermano mayor se encontraban bailando en la improvisada pista, los tres entretenidos y sonriéndole a ese chico que no pertenecía a su pequeño pueblo.

Lo odiaba tanto. Y sin embargo, sabía que no lo merecía.

Gruñendo, jaló la corbata color vino que estaba a punto de estrangularlo. De sus veintiséis años de vida, esta era la tercera ocasión que vestía un esmoquin, y debía admitir que –a pesar de odiar ese tipo de vestimenta –no era precisamente por la ropa que detestaba estar allí.

─ ¿Podrías al menos... No sé, actuar como si fueras feliz por mí? –Jeonghan apareció a su lado, un suspiro pesado escapándose de sus labios mientras se sentaba en la silla al lado del mayor.

Lucía hermoso, como lo recordaba desde siempre. Jeonghan –vestido en ese traje negro y corbata dorada –era tan maravilloso que a Seungcheol le dolía mirarlo. Era extraño, como luego de ser mejores amigos durante sus vidas enteras, Seungcheol lo notaba tan distinto... Y feliz.

El brillo en sus ojos marrones no podía permitirle ni una pequeña mentira, Jeonghan era un hombre nuevo. Un hombre que amaba y se sentía tan amado, tan completo, por alguien más que no era él. Y aún así, Seungcheol seguía encandilándose con su existencia.

─Lo hago. –Respondió, con la voz ronca por no haber hablado en todo el día y alejó la mirada, incapaz de confiar en su propio aspecto.

─Eres pésimo fingiendo, Cheol. – ¿cómo puedo sonreír ampliamente cuando te perdí?, tragándose las palabras, Seungcheol rió débilmente. Un mesero pasó a su lado y el mayor aprovechó para tomar dos copas más de la bandeja, tomándose una y ofreciéndole la otra a Jeonghan. Cuando el castaño la negó, también se la tomó. El líquido, en vez de aliviar el dolor, parecía chocar contra este y resbalar hacia el suelo.

─Pensé que sería yo. –Susurró, observando al chico que bailaba con la hermana menor de Jeonghan.

Viviendo en un pueblo tan pequeño, donde todos se conocían entre sí, Seungcheol llegó a acostumbrarse el tener a Jeonghan solo para él. Esas miles de tardes en que iban a bañarse al lago, o que paseaban en sus bicicletas por horas. Luego de un beso accidental, descubrieron su homosexualidad juntos.

Siempre juntos. Eran pocos los recuerdos de Seungcheol donde Jeonghan no estuviera. Y realmente creyó que seguiría así; incluso sus padres estaban seguros en que ambos mejores amigos terminarían casándose. A pesar de que nunca declaró sus sentimientos, Seungcheol nunca temió. No había prisa, después de todo.

Pero entonces apareció él en la escena. Joshua Hong venía de Estados Unidos, y de todos los lugares del mundo, consiguió un empleo allí en ese pequeño pedacito de Daegu. Poco a poco, sin que Seungcheol lo notara, Jeonghan se enamoró del recién llegado y ya él sobraba.

Había sido un romance tan sorprendente, tan sacado de película, que creyó que moriría con la misma fuerza y rapidez. Sin embargo, tres años después y en la recepción de su boda, la realidad le sabía ácida. Demasiado tarde, llegó a Jeonghan demasiado tarde y solo podía culparse a sí mismo por creer que tendría la eternidad a su lado.

─ ¿Sabes que te amo, verdad? –Jeonghan se giró, quedando frente a él y colocó una mano en su rodilla. Y Seungcheol lo sintió como un puñetazo en la cara, porque sabía lo que su mejor amigo le diría y no podía culparlo. Otra cosa estúpida que debía añadir a su lista era haberse declarado luego de que el castaño le diera la noticia de su boda, como si de esa forma todo fuera a cambiar. –En serio lo hago, Cheol, pero... –Apenas se atrevió a mirar a Jeonghan, encontrando el momento exacto en que el menor buscó a su esposo y sus ojos brillaron con amor al verlo. –Pero no cambiaría esto. A él. No me imagino comprometiéndome en un altar con alguien que no sea Joshua.

─Nuestros amores son diferentes, lo sé. –Seungcheol interrumpió a Jeonghan, incapaz de soportar una palabra más. Levantándose y terminando de desatar la molesta corbata, miró al menor y su corazón palpitó rápidamente. –Me iré. Del pueblo. Quiero conocer el mundo.

─No desaparezcas de mi vida, por favor. –Jeonghan se puso de pie, sus ojos transmitiéndole el miedo de perderlo y Seungcheol quiso odiar su egoísmo. –Sigues siendo mi mejor amigo, Cheol, lo serás siempre.

Sabía que la petición del menor era estúpida, porque él era incapaz de alejarse de Jeonghan –incluso cuando discutían, Seungcheol rápidamente lo perdonaba por lo mucho que le hacía falta. Se iría del pueblo, pero alejarse de quienes amaba no estaba en sus planes. Así que, en vez de responderle, se acercó al castaño y acarició la mejilla de este, sus dedos cosquilleando y quedándose allí apenas unos segundos.

─Soy muy feliz por ti, Hannie.

Se marchó, sin despedidas ni palabras innecesarias, porque serían una formalidad innecesaria y ridícula. En la puerta del local, miró hacia atrás y observó a la pareja de recién casados: Joshua había llegado a Jeonghan, abrazándolo por la cintura y diciéndole algo que hizo al castaño reír. Incluso desde esa distancia, Seungcheol admiró el hermoso brillo en los ojos de su mejor amigo, ese brillo que había nacido por Joshua y que solo era dedicado a él.

Podía acostumbrarse a ello, a ese Jeonghan tan feliz y enamorado. Aunque no fuese de él.

Quizás • JIHAN-JEONGCHEOL •Where stories live. Discover now