Después del desastre

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Ace POV's

Desperté sin saber dónde estaba. Fue como salir del agua después de estar mucho tiempo aguantando la respiración, cuando los pulmones duelen y jalas aire con todas tus fuerzas. Abrí los ojos. Era de noche, apenas había luz, el aire era pesado y sentí algo extraño en mi garganta. Traté de rosarlo con la lengua pero no le alcanzaba, pasé saliva y sólo hice que el escosor aumentara.  Me sentía extraño, desorientado pues no encontraba nada familiar en esa fría habitación.

Cerré los ojos, creía que era un sueño porque no sentía nada. Literalmente. No sentía frio, calor, no sentía las sabanas ni la almohada bajo mi cabeza. Sabía que estaba moviendo mis dedos pero no los "sentía" Es difícil de explicar.

- ¿Qué?... maldición! -- Quise ocultar el rostro entre mis manos pero algo me lo impedía. Volvía a estar atado...¿volvía? Jalé con más fuerza y nada. La otra mano, ambas piernas, incluso otra correa me sujetaba a la altura de la cadera. Volví a tirar, sabía que la fricción me quemaba las muñecas y los tobillos pero no lo sentía, no tenía tacto, mucho menos dolor. La cama saltó y se estrelló con un golpe horrible contra la pared, pero no iba a permitir que... ¿Qué?

No entendí por qué pero me entró pánico por estar atado, como un presentimiento, un mal augurio. Solo tenía claras dos cosas: no sabía dónde estaba y debía soltarme.

- Ace!! – gritó mi nombre. Esa voz... maldita sea, era como si mi mente estuviera hecha añicos. – Quédate quieto, por favor – lamento decir que no lo reconocí hasta que apareció en mi campo de visión. Marco.

- ¡Suéltame! – grité más fuerte que él, las palabras se atropellaban en mi boca.  Tenía que soltarme, no soportaba estar asi ni un segundo más. Tal vez si seguía forcejeando en un par de minutos las correas de los tobillos cederían, ya las percibía más flojas

- Ace, mírame – dejó de gritarme. Posó sus manos sobre mi torso con todo su peso.  – Ace, basta ¿Podrías escucharme? No te voy a hacer daño. – su voz sonaba casi a una súplica

- ¡Escúchame tu a mi! Déjame ir, Marco. ¡Suéltame!

- Lo haré cuando te quedes quieto -  sus ojos, esos lindos ojos brillaron a pesar de la poca luz – Lo prometo, pequitas. – acarició mi mejilla. Lo vi, no lo sentí. Quise sentir su mano, el calor de sus dedos sudados. Apreté los ojos pero, nada.

Marco se bajó de la cama y comenzó a soltar cada una de las cadenas. Luego se sentó a mi lado, en el borde de la cama y me observó un largo rato. Su expresión no cambió, se conservó fija, fría. Pero yo lo conocía por más tiempo, sabía que cuando pone esa cara de cera es porque esconde algo. Ojala yo tuviera esa fuerza para controlar mis expresiones.

Al poco tiempo se levantó y fue a uno de los gabinetes cerca de mi cama de dónde sacó vendas, agua en un frasquito y gasas. Con delicadeza en sus movimientos comenzó a limpiar la sangre en mis tobillos y mis muñecas; luego regresó a mi brazo para asegurarse de que el catéter seguía en su lugar y sin burbujas de aire. Veía como sus dedos me tocaban lento, despacio, casi con... ¿miedo?

- ¿Quieres hablar de lo que pasó? – suspiró. Tomó mi mano entre las suyas y la estrechó. Era un gesto tierno pero demasiado estándar, forzado.

- ¿Por qué estaba atado? – no me moví pero la sensación era totalmente diferente.

- Por precaución. – comenzó a explicar – Hace un par de horas, mientras dormías, tuviste una pesadilla. Te pusiste muy nervioso, trataste de arrancar la sonda y se abrieron unos puntos de la herida. Los médicos llegaron, te sedaron y pusieron esto para evitar que te lastimes. – acarició mi cabello

- No siento nada – confesé, un nudo de garganta y las lágrimas que se golpeaban en mis ojos. "¿Por qué quiero llorar?" Siento el pecho vacío y...

La noche en cuestiónWhere stories live. Discover now