El sonido

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Los Barelli son unos extraños parientes adinerados a quienes desde pequeño dejé de ver. Realmente no se llevaban muy bien con el resto de la familia, básicamente sólo nos saludábamos por educación. La última vez que supe de ellos se jactaban de como su hija recién nacida sería una genio, ya que desde antes de nacer la ponían a escuchar música clásica, luego de nacida y mientras dormía, la hacen oírla y la acostumbrarán siempre escucharla. De esta forma desarrollará concentración, relajación y una clara manera de pensar. Mi mamá indignada les comentó que esa criatura es nueva, que no la pueden obligar a nada, ¿Qué es más precioso que la libertad de un ser en crecimiento para explorar lo que le rodea?... Imponerle un pensamiento o una costumbre seria simplemente negarle este privilegio. Los parientes furiosos insultaron a mi madre, a mí y al resto de la familia, prometiendo que cuando su hija pase a la historia vendrán ellos a ver que hicimos nosotros, la nueva generación, y se reirán en las caras de los viejos.

Este acontecimiento fue hace más o menos once años y aún no lo he podido olvidar la expresión del viejo Sr. Robert amenazando a toda nuestra familia. Ahora acabo de terminar mi educación media, no me fue sencillo pero pienso que mi constancia igualmente me hace una persona competente. Quedé en una buena universidad, algo lejos de mi hogar, pero casualmente cerca de esta viven aquellos raros parientes que hace tanto nos insultaron. No sé cómo mi madre los convenció para que me dieran hospedaje, no fue fácil, me dijo ella, pero al final accedieron a alojarme en su mansión hasta que pudiese encontrar vivienda.

Fue un largo viaje en tren y una larga caminata de noche hasta llegar a su enorme y brillante mansión con aire tétrico. No le di importancia a esto último, ya que mi meta no era estar ahí hasta terminar los estudios, sino conseguir un empleo e irme lo más pronto posible pues ellos me daban un mal presentimiento... y estoy seguro que yo a ellos tampoco les agrado mucho.

Toqué la puerta de la mansión y me atendió una linda jovencita, blanca, pecosa de ojos verdes y con el cabello dorado rizado.

-Bonsoir, ce que je peux faire pour vous?

Atónito sudé frio e ignorante respondí:

-¿Esta es la mansión Barelli?

Respondió volteándome los ojos con un acento obstinado en francés: "Tú debes ser el que estaban espegando, pasa pog favog"

Dentro de la mansión había hermosas esculturas y cuadros exquisitos, todo relucía y se veía increíblemente costoso, colgando del techo un hermoso candelabro lleno de brillantes piezas de vidrio. Pero lo que más extraño me pareció es que en toda la casa se oía música clásica pero no sabía de dónde provenía.

La linda niñita me llevo a un cuarto de huéspedes que el hecho de estar polvoriento no lo hacía menos magnifico que el resto de la mansión. Por el estado de todos los objetos dentro de esta habitación, se puede deducir que nunca han tenido visitas. Aún dentro de mi habitación se oía la música, era algo que me intrigaba, era como si el aire dentro de la casa susurrara esa melodía. Sentía demasiada curiosidad por saber de dónde salía y qué lo emitía, pero estaba recién llegado, y aunque con desagrado, por los momentos yo era el centro de atención. Al rato la dulce niña volvió, me miró con cara perdida y simplemente dijo: "comeg".

Me dirigí al comedor donde me sorprendió una mesa larga en la que el sr. Robert, la señora Martina y la niña comían de una exquisita comida caliente sin siquiera mirarme. Me senté y comencé a servirme. Después de un incómodo silencio el señor Robert se limpió cuidadosamente la boca, respiró hondo y empezó a hablar:

-Bienvenido seas joven, hace mucho tiempo que no nos veíamos. Por lo que veo te has convertido en un joven bien encaminado a la madurez y decidido a aprender solo. Por ello fue que te he aceptado bajo mi techo. Debo confesar que eres un constante recuerdo de la grosería que promulgó tu madre ante nosotros y por ello discúlpame la ofensa: no me alegra tu estancia, sin embargo el conocimiento es vida y sólo por ello te daré el placer de desenvolverte libremente aquí. Pero no esperes que yo o mi amada esposa te hablemos o nos preocupemos por ti. Veo que conociste a nuestra querida hija, Isis. Como les había dicho en aquella oportunidad, esta música que oyes la mantiene concentrada y con tan solo doce años ya sabe hablar a la perfección el francés, inglés, italiano y está aprendiendo el portugués.

Miré a la joven chica, sorprendido, mientras esta separaba su comida, la acomodaba y se la comía parte por parte. Tan joven ser me ha ridiculizado intelectualmente, al parecer la promesa de mis parientes se hizo realidad.

Sin decir una palabra, cada integrante de la familia se alejó de la sala y una joven mucama levantó los platos, cuando fue a retirar el mío le susurré:

- Oye... ¿Por casualidad sabes de donde proviene esa música?

La joven con cara de horror respondió:

- No lo sé, no quiero saberlo, ni deberías averiguarlo, lo que sé es que la música debe siempre estar sonando.

Las palabras de la mucama, que supuestamente debían aterrarme, sólo me intrigaron más y alimentaron mi curiosidad. Más entrada la noche, cuando supuse que todos estaban dormidos, salí de la habitación de huéspedes dispuesto a buscar de dónde provenía el sonido. Me asomé en una habitación que resultó ser de Isis, me asomé para asegurarme que estuviera dormida o al menos distraída. La joven estaba en el suelo, leyendo un libro mientras tarareaba la canción que sonaba.

Revisé toda la casa de arriba abajo hasta que salió el sol. Agotado por la fatiga caí al suelo, pero abrí los ojos rápidamente al sentir una irregularidad en este. Justo bajo mi cara había una trampilla, pero al decidir abrirla oí las voces de todos despertando y rápidamente fui a unirme con ellos. Después del desayuno descubrí, por una pizarra de actividades, que mis alejados familiares además de raros eran muy organizados, ya que en esta pizarra se exhibían todas las actividades del día, cuyo centro era Isis. El cronograma consistía en clases de diferentes materias distribuido alrededor de la mañana y las primeras horas de la tarde, con algunas pausas y actividades como cabalgar o jugar Badminton. Estuve todo el día atento a los movimientos de mis familiares, pero extrañamente me percaté que los padres no trabajaban, ni salían para nada. Si necesitaban algo le pedían a la mucama que lo comprara, nunca dejaban a Isis sola.

En la cena, después de darnos el habitual banquete y que todos se fueran a la cama, le confesé a la mucama que había encontrado un trampilla que debía ser de donde venía el sonido, que de seguro ella también debía tener mucha curiosidad y la invité a acompañarme, pero esta, de nuevo asustada, me respondió que no podía, que esa noche se iba de viaje.

De nuevo esperé a que fuese muy entrada la noche, procurando que todos estuvieran dormidos, y me puse en marcha una vez más a buscar la puerta secreta. Desgraciadamente no recordaba donde la había encontrado, así que desperdicié muchas horas mirando el suelo. Una vez más, faltando pocas horas para el amanecer, encontré la trampilla y cuidadosamente la abrí. Bajé por unas escaleras de madera a una oscuridad absoluta pensando en que debía apresurarme, ya que la familia se reúne puntualmente a las seis de la mañana a tomar el desayuno. Después de caminar lo que me pareció una eternidad, sentí una puerta frente a mí y la abrí mostrándome una habitación Iluminada, pintada toda de blanco, donde simplemente había un equipo de sonido en la pared y una aglomeración de cables que desaparecían atravesando las paredes. Me acerqué al equipo, toqué un botón y de repente este se apagó. Asustado salí corriendo de la habitación buscando la ayuda del sr. Robert, mientras pensaba en una excusa. Definitivamente me echarán de la casa y con ello me olvidaré de mi meta de ir a la universidad. En la mansión ya no se oía la música. Supuse que los cables que se desprendían del equipo de sonido se conectarían a unas cornetas muy bien camufladas. Viendo que ya había salido el sol, me dirigí al comedor para excusarme ante el señor Robert.

Al llegar al comedor me encontré con el sr. Robert y la Sra. Martina en el suelo, apuñalados sobre un charco de sangre y sentada delante de ellos la joven Isis cubierta de sangre mirando esta escena, me miro, sonrió y me dijo:

La música se fue... las voces volvieron... ¿fuiste tú quiénme liberó?    

El sonidoWhere stories live. Discover now