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Nam Joon se paseaba como león enjaulado en el pequeño espacio de la sala de espera, mordiéndose la uña del dedo pulgar de la mano derecha, mientras Seok Jin se mecía en uno de los sofás, con el ostro escondido entre las manos. Los dos estaban más que nerviosos, a la espera de la noticia que los volvería los hombres más felices del mundo.

Estaban a nada de convertirse en padres.

Nam Joon esperaba noticias de Lisa y Seok Jin de Hyorin, una amiga de Lisa que se había ofrecido a prestar su vientre. Porque sí, tal como había sospechado Seok Jin, la información que Nam Joon había leído en internet había resultado falsa, por lo que tuvieron que buscar una chica más para poder procrear a sus hijos. Lisa donó los óvulos, que fueron fecundados, unos con espermas de Nam Joon y otros, con espermas de Seok Jin. Fueron varios los intentos hasta que lograron formar los productos. El ovulo que se fecundo con el esperma de Nam Joon fue implantado en el vientre de Lisa y el de Seok Jin en el vientre de Hyorin. Y aunque no se esperaba que los dos bebés nacieran el mismo día, porque la inseminación había tenido una semana de diferencia, ahí estaban los dos, a la espera de sus bebés.

-¿Cuánto tiempo ha pasado, eh? -preguntó Nam Joon, deteniendo un momento su andar para mirar a Seok Jin. El castaño alzó la vista para mirarlo también, le dedicó una media sonrisa y se encogió de hombros.

Había pedido la noción del tiempo después de las dos horas y media. Un parto podía llevar varias horas, lo sabían, pero cada minuto que pasaba se les hacia una eternidad. Nam Joon volvió a pasearse de un lado a otro, mientras Seok Jin comenzaba a morderse las uñas. De nuevo. Si no se detenía, acabaría con su cutícula. La puerta de la sala se abrió, un doctor entró, quitándose un cubrebocas y un gorrito azul. Miró a los dos hombres y sonrió antes de hablar.

-Señores Kim, el primer bebé ha nacido. La señorita Hyorin no tuvo complicaciones y el pequeño está más que sano. Mide cincuenta y un centímetros y pesa tres kilos con doscientos treinta gramos. Pueden pasar a verlo en los cuneros en un rato, cuando Hyorin termine de alimentarlo.

Los dos asintieron con una sonrisa tan amplia que mostraban ambas hileras de dientes. Seok Jin se puso de pie para abrazar a Nam Joon y dejar que las lágrimas rodaran por sus mejillas.

-¿Cómo está Lisa? -peguntó Nam Joon al doctor, mientras acariciaba con suavidad la espalda de Seok Jin.

-A ella la atiende otro doctor y yo no puedo meterme así como así en la sala de partos. Me temo que tendremos que esperar un poco más.

Para su suerte, no tuvieron que esperar demasiado. Exactamente seis minutos y cuarenta y siete segundos después, el doctor de Lisa apareció por la puerta y dio la noticia del nacimiento del que sería el segundo hijo del matrimonio Kim. El pequeño, también niño, había medido cuarenta y nueve centímetros y pesado dos kilos cuatrocientos cincuenta y dos gramos.

Al cabo de diez minutos, los dos conocieron a sus hijos a través del cristal de la sala de cuneros. Los dos bebés, únicamente vestidos con pañales, eran hermosos, pequeños y, a simple vista, indefensos. El mayor, dormía profundamente, bocabajo, con las manitas en forma de puños a cada lado de lado de su pequeña cabeza, que estaba cubierta por una ligera capa de cabello claro, tan corto y escaso que parecía una cubierta de pelusa. El menor, por el contrario, estaba despierto y bocarriba, a la expectativa de lo que veía mientras tiraba patadas al aire. Tenía la cabeza cubierta de cabello oscuro y un poco más largo y abundante que su hermano.

Los dos padres, felices y orgullosos, miraron a sus pequeños por varios minutos, mientras susurraban cosas tiernas y con voces melosas, dignas de las personas que hablaban con bebés. Pasados varios minutos, decidieron salir un momento del hospital y comprar un par de ramos de rosas blancas para cada una de las mujeres que habían ayudado a cumplir su sueño de ser padres. A cada una la felicitaron y agradecieron cuantas veces pudieron. Lisa, que era la más emocionada con el hecho de que, sus ahora mejores amigos, fueran padres, pidió ser madrina de los dos bebés, cosa a la que los padres no se negaron. Hyorin, por otro lado, se limitó a recibir las rosas y dijo que no tendría más contacto con ellos después de regresar a Corea. Ninguno de los Kim se opuso, la muchacha, de apenas veintidós años, tenía una vida por delante y se había ofrecido a prestar su vientre únicamente por la paga, que le iba a ser de mucha ayuda para terminar sus estudios.

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