¿Por qué Merlín actúa tan extraño?

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Merlín trató de conciliar el sueño sin resultado alguno durante gran parte de la noche. Pues no podía dejar de darle vueltas al hecho de que se había enamorado del rey. El, Merlín, enamorado de la persona que, suponía, tenía que proteger. No podía ser, es más, era antinatural el enamorarse de alguien que, además de ser el rey, era hombre. Decidió que lo mejor que podía hacer era dedicarse a hacer su trabajo y no involucrarse emocionalmente ya que sabía que, si seguía así, terminaría haciendo una locura. "Mi única tarea es proteger a Arthur y ayudarlo a construir el imperio de Albion, nada más" se dijo a sí mismo, en un vano intento por calmar el punzante pinchazo que sintió ante el hecho de que sus sueños se escurrían de entre sus dedos, pero era lo mejor. Su único deber era protegerlo de todo mal y no ese ridículo anhelo de estar con él. Tras haber tomado esa decisión y haber aclarado su mente, finalmente consiguió conciliar su sueño.
Al otro día, su sueño se vió interrumpido por un grito seguido de un amohadazo en su cabeza.
- ¡Merlín! ¡Levántate! Parece que el venir a despertarte ya se volviendo costumbre. - dijo Arthur, enojado ante la incompetencia de su sirviente.
- Sepa disculparme, mi señor. - dijo con una inusual obediencia en su voz, causando que el rey levantara una ceja a modo de pregunta. Sin embargo, Merlín se limitó a ignorarlo levantándose dispuesto a buscar una muda de ropa con el objetivo de cambiarse. - Ahora, si no le molesta. Me cambiaré para ir a buscar su desayuno, my lord. - le dijo a la vez que hacía un gesto para que se retirará de habitación. Arthur solo fue capaz de asentir mientras se retiraba de la habitación mientras se dirigía a sus aposentos pensando que demonios pasaba con Merlín.
Una vez que Merlín hubo preparado el desayuno, se dirigió hacia la habitación de su señor con una inusual tranquilidad. Cuando llegó transpaso la puerta y entró en la habitación con el objetivo de dejar el desayuno y un extraño anhelo de largarse de allí. Sabiendo que tal deseo sería imposible, dejó el desayuno sin mayores estusiasmo sobre la mesa y dijo a Arthur. - Aquí tiene su desayuno, señor. - Sin decir una palabra más, se fue a juntar la ropa que había dejado tirada en la habitación su señor. A Arthur no le pasó el hecho de que su lacayo parecía estar bastante silencioso y deseoso de no estar allí, una actitud que sólo mostraba cuando se encontraba mal o molesto.
- ¿Estás bien, Merlín? ¿Pasa algo? - le pregunto el rey, preocupado ante su extraña actitud.
Sin siquiera dirigirle una mirada hacia donde se encontraba, le respondió. - Nada, sire. ¿Necesita algo más? - le preguntó a la vez que cargaba toda su ropa. El rey se sorprendió ante el frío tono con que su sirviente se dirigió a el. Sorprendido por su tono, le contestó.- Si, claro que las tengo, Merlín. ¿Cuál es mi agenda para el día de hoy?
- Tiene entrenamiento con los caballeros a media mañana y más tarde un reunión con los caballeros de la mesa redonda. - le contestó Merlín en el mismo tono distante. - Ahora, si no le importa, voy a limpiar los establos. Hasta más tarde. - se despidió sin siquiera dirigirle una mirada. Arthur solo fue capaz de mirarlo a la vez que sentía un extraño dolor en el pecho.
Una vez que Merlín cerró la puerta. Arthur no pudo evitar el preguntarse que demonios había hecho mal. " ¿Desde cuándo es así de distante conmigo? ¿Acaso hice algo mal? ¿Que le pasó? No voy a parar hasta averiguarlo.

Mientras tanto, en otra parte del castillo...

Merlín se maldijo a sí mismo por la manera tan distante en la que había tratado a su rey. Pero es que no lo podía evitar y más después de su maldita revelación. No pudo evitar el sentirse miserable al darse cuenta de que, efectivamente, nunca conseguiría la felicidad. Sacudió la cabeza en un intento de reorganizar sus ideas, su tarea era ayudar a traer la magia de vuelta. Lo demás podría esperar, al menos por ahora. " Mi felicidad no importa. Lo que verdaderamente importa es protegerlo y cumplir mi destino. Luego veré alguna manera de sacarmelo de la cabeza". Tan inmerso estaba en sus pensamientos que no se dió cuenta que chocó con una persona.- ¡Dios mío! ¡Lo siento tanto! - se disculpó, maldiciendo su torpeza. - Esto me pasa por tener la cabeza en otra parte.
- No te preocupes, Merlín. Ademas, también ha sido culpa mía por andar a las corridas. - escucho que le decía una muy, pero que muy conocida voz.
Merlín alzó la vista para luego encontrarse con Gwen. A pesar de que estaba comprometida con Arthur, aún vestía sus habituales trajes de sirvienta. Poras que Arthur le había insistido en que no hacía falta que trabajara, ella insistió en que no lo dejaría por más que fuera una futura reina; según ella, lo seguiría haciendo porque era algo que le gustaba y disfrutaba por más que mucho pensaran que era una tarea humillante. Para ella, significaba conectarse con sus verdaderos orígenes.
Merlín no pudo evitar maldecir su mala suerte. A pesar de que sabía que ella no tenía la culpa, la miro con cierta envidia oculta. Era perfecta, simplemente perfecta. Y eso era algo que, Merlín sabía, no podía competir. Sin embargo, ocultó su dolor y fingió una sonrisa embarazosa que no le llegó a los ojos. Ella no tenía culpa de nada.
- Monte preocupes, Gwen. Ya sabes, estoy acostumbrado a lidiar con mi torpeza natural. Ahora sí me disculpas, tengo que ir a lavar la ropa del idiota para luego limpiar los establos. - le dijo en un vano intento por sonar simpático. Ella arqueó las cejas al notar que aquella sonrisa ni llegó a sus ojos. Sin embargo, optó por no preguntar. Esperaría a que su amigo le contara su malestar.
- Entonces no me interpondre en tu camino. - se despidió con una broma a la vez que se corría a un costado para permitirle pasar.
- Gracias, Gwen. Nos vemos luego.

Merlín agradeció su gesto. Pues más allá de todo Gwen era, junto con Arthur, sus mejores amigos y eso no cambiaría por más que sintiera lo que sintiera. Ellos eran su familia.

Tormento (Merthur)Where stories live. Discover now