III • train.

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Era el tercer libro de ese mes, y sinceramente, la trama era mucho más interesante que los anteriores. Leía por gusto, claro que sí, sin embargo, no había conseguido centrar su atención del todo en las últimas lecturas. Había comenzado con el pie derecho aquella mañana, al parecer, sentándose en el mismo asiento que solía ocupar cada día en el primer vagón del tren, apoyando su té de hierbas y su medio sándwich en el borde de la ventana.

Parecía avanzar de acuerdo a las paradas que realizaba el tren en cada nueva estación, iniciando con entusiasmo cada nuevo capítulo tras pasar página justo cuando la máquina avanzaba otra vez.

Sí, definitivamente sería un buen libro.

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Vuelta a casa y a mitad de la lectura, la historia da un abrupto giro. Jinyoung chequeó la hora en su reloj de muñeca, siendo las nueve con quince minutos la hora exacta en la que el tren partió de vuelta, llevándole a su destino como cada noche de lunes a viernes.

Fue una vuelta inesperada, tanto como inusual detención en una de las estaciones, la que se prolongó un par de minutos más de lo habitual. Pero claro, el joven estaba tan inmerso en su lectura, que no prestó atención a la presencia frente a él.

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Un último sorbo de su té dio inicio a la lectura, la que había pausado varias veces debido a inconvenientes en el trabajo. Ser el dueño de un bar en un sector bohemio tenía tanto altos como bajos, pero al final del día dejaba toda preocupación atrás antes de iniciar un nuevo párrafo.

El tren se detuvo en la misma parada a las siete de la mañana, y las mismas personas subían a su vagón. El asiento frente a él volvía a ser ocupado, pero el batir de sus pestañas sólo pertenecía al primer momento clímax de la novela.

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Día viernes, y todo su cuerpo temblaba de ansiedad mientras corría escaleras abajo, logrando alcanzar entre jadeos su espacio en el primer vagón. Por poco y no lo logra, pero no podía dejar olvidado su libro en la entrada de la casa. Sería su única entretención en el largo trayecto, y no podía perderlo.

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Lunes. Nueve de la noche con treinta y dos minutos.

Jinyoung pateaba un trozo de lo que parecía ser una bolsa de papel en el piso, mordiéndose los labios mientras esperaba que el tren abriera sus puertas. Se ubicó en el mismo lugar, dejando caer su cuerpo pesadamente sobre el asiento. Había sido un día agotador y por demás largo, así que en aquella oportunidad pasaría de abrir el libro. Demasiado, demasiado cansado para leer.

Sus pestañas cayeron, dando paso a que se entregase a un sueño ligero; mismo que fue interrumpido por la sensación de alguien mirándole fijamente. Primero abrió uno de sus ojos y luego el otro, pestañeando repetidas veces para encontrarse con un rostro que le parecía... familiar, y a la vez demasiado desconocido.

El muchacho estaba sentado frente a él, con un largo abrigo color beige y un maletín descansando en su regazo. Llevaba auriculares, y su rostro denotaba curiosidad. Jinyoung ladeó su rostro cual cachorro, sin entender la atenta mirada del otro hasta que éste finalmente miró por la ventana. Soltó un suspiro, reacomodándose en su lugar para dormir las seis estaciones que restaban.

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Estaba llegando al final del libro. Acumulaba nostalgia en su pecho al pasar los últimos capítulos, y más nostalgia le daba el pensar que acabaría las últimas frases de camino a su hogar.

Disfrutó las páginas manteniendo una sonrisa, enfrascándose en la historia de manera tan profunda, que nuevamente ignoró la presencia frente a él, que le observaba con atención y un toque de fascinación. Muy discreto, para ser sinceros. Mismo personaje que bajó en la estación donde Jinyoung acabó su libro, con lágrimas asomándose en sus ojos debido a su final.

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Sería una larga mañana. Probablemente una larga semana. No tendría tiempo de pasar a la biblioteca a por la continuación de su libro, y eso sinceramente le frustraba.

Bebía, sin embargo, su té con tranquilidad, perdiéndose en el frío que pintaba el exterior, cuando el muchacho con el abrigo y el maletín tomó asiento frente a él, dedicándole una pequeña, muy sutil sonrisa.

ㅡ¿Ya acabaste tu libro?

El joven inquirió con curiosidad, dejando el maletín entre sus piernas mientras bebía su café. Jinyoung pestañeó un par de veces antes de caer en cuenta de que era su turno de responder. Porque, en efecto, el muchacho le estaba hablando a él. Sacudió su cabeza.

ㅡAh, sí. Y no he tenido tiempo de ir a por el otro.

El tono de su voz sonó casi como un murmullo. Se alzó de hombros, manteniendo un margen de silencio. El otro no agregó nada más, así que Jinyoung simplemente cerró sus ojos y se dispuso a descansar de camino al trabajo. Lo necesitaba.

Un descanso constantemente interrumpido cada que abría sus ojos, encontrándose con un concentrado muchacho de ojos pequeños y lindos lunares mirando papeles, bastante metido en sus propios asuntos como para notar la atenta mirada de un curioso Jinyoung frente a él.

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Esperaba verle nuevamente en el tren. Aguardó las tres estaciones que le separaban de la subida del castaño; sin embargo, cuando el tren se detuvo, el chico no apareció. No ocupó el asiento frente a él. Jinyoung dejó salir un resoplido, acomodándose la bufanda dispuesto a dormir. Repentinamente molesto, irritado, sin ninguna razón aparente. O eso se dijo a sí mismo al cerrar los ojos.

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A la mañana siguiente, todo pareció comenzar mal. Partiendo por el hecho de que había olvidado los auriculares que por una vez se decidió ocupar, siguiendo con el derrame de su té antes de entrar en la estación y, aumentando su mala racha, el asiento que solía utilizar ya estaba tomado por una mujer y su pequeño hijo. Resopló, manteniéndose de pie las dos estaciones siguientes, dando zancadas a su lugar cuando la mujer se bajó del vagón. Jinyoung era un obseso con el orden y lugar de las cosas. Ese era su asiento, así lo había decidido. Aunque sonara... inmaduro.

Durmió el resto del camino, y cuando los altavoces anunciaron el final del recorrido, el muchacho despertó. Era su parada y la de todos. Tomó sus pertenencias dispuesto a abandonar el vagón, cuando notó un detalle particular en el marco de la ventana: un objeto rectangular envuelto en papel gris opaco, con una cinta negra adornándolo y sosteniendo una nota.

Retiró el trozo de papel, abriéndolo y leyendo en un murmullo. "Acerté, no lo encontraste aún, así que lo traje hasta ti. -Im Jaebum." Deshizo el nudo de la cinta, liberando un jadeo de sorpresa al notar que, en efecto, era la continuación del libro que había acabado.

El día comenzaba a brillar.

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Jinyoung estaba sentado casi en el borde de su asiento, con sus pies cruzados y dibujando una sonrisa infantil en sus labios. Sus pertenencias descansaban en un costado, y sus brazos acunaban el libro que no había podido evitar comenzar.

Entonces le vio. Su silueta hizo aparición por la puerta y Jinyoung sintió que comenzaba a hiperventilar. Se mordió el labio inferior, dedicándole una mirada cuando el otro captó su presencia y sonrió, dándole una extraña sensación de vértigo. El joven se quitó las gafas, y cuando el extraño-no-tan-extraño tomó asiento frente a él, habló.

ㅡGracias.

Exclamó en apenas un murmullo, sonando incluso demasiado débil para su propio gusto. El otro arqueó una ceja, bajando la mirada al libro y cambiando su expresión a una más relajada, divertida.

ㅡ¿Cómo asumes que yo-?

ㅡIm Jaebum, bonito nombre. Soy Park Jinyoung, es un gusto.

Le dedicó una sonrisa, sacándole una suave carcajada al joven de ojos pequeños, quien extendió su mano para una formal presentación. Jinyoung la estrechó, entonces su sonrisa se ensanchó.

Aquel roce de manos fue suficiente para hacerle saber que ese apenas era el comienzo de su propio libro.

୭̥  jjproject book.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora