Capítulo 5

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1995

Habían llegado tarde a Rolling Prairie, Indiana. O muy, muy temprano. Sam había dormido todo el camino desde Monticello, Iowa, extenuado por los dos días que había pasado esperando que su padre y Dean volvieran a casa de una cacería. La única vez que se había quedado dormido durante más de una hora, se había despertado para ver a su padre cosiendo el muslo de Dean con una aguja curva de sutura. Dean estaba temblando, cubierto de sudor y sangre, y mirando fijamente al techo para tratar de ignorar el dolor.

Su padre apenas había terminado de lavar la sangre de Dean de sus manos antes de volver sus ojos atormentados hacia él y decir exactamente dos palabras.

—Nos vamos.

La nieve había comenzado en Illinois, cayendo preciosa y continuamente en la oscuridad de la noche en la que se habían encaminado hacia el este. Dean se había acostado solo en el asiento trasero, con el muslo vendado apresuradamente, durmiendo el sueño de los muy medicados. Sam se había sentado en el asiento delantero con su padre, en un silencio tenso, Sam mirando como está Dean y su padre recordando los horrores que había presenciado esa noche.

Sam había dormido y no había soñado.

La nieve es pesada en Rolling Prairie, y el automóvil resbala un poco mientras suben por la colina hacia la cabaña en la que su padre logró meterlos. Sam parpadea despierto mientras resbalan y se deslizan cuesta arriba, el coche rechinando y gruñendo obstinadamente durante todo el camino. Todas las ideas románticas que Sam tenía de una cabaña en la nieve se desvanecen cuando ve cuán pequeño es el lugar, y como de abandonado está. Frota sus ojos con fuerza y se da la vuelta para mirar a Dean, que está despierto, quien sabe desde hace cuanto tiempo. Se dan una sonrisa apretada y fugaz cuando su padre estaciona e inmediatamente sale.

—Tengo que orinar. Solo coger los petates, ya apañaremos todo lo demás por la mañana, muchachos.

Su padre desaparece dentro de la casa y Sam sabe que es lo último que verán de él hasta mañana por la tarde.

Se pone de pie, estirando sus piernas que se sienten como si estuvieran llenas de arena. Se desliza un poco sobre el suelo helado, estirando la mano para agarrar la puerta del coche y sujetarse, mirando a Dean con temor.

—Dean, es resbaladizo. Realmente resbaladizo.

—Está bien, Sammy. Solo ven y ayúdame.

Sam cierra su propia puerta y abre la que está en el asiento trasero, insegura a su lado mientras Dean se levanta, tratando de no mover demasiado la pierna. Sam retrocede un paso cuando Dean se pone en pie, pero está tenso, listo para lanzarse hacía su hermano, agarrarlo y sostenerlo. Sam exhala de alivio cuando Dean envuelve un brazo alrededor de sus hombros y muy, muy lentamente, se dirigen a los escalones.

—Coge la baranda, Dean.

Dean obedece en silencio, gruñendo mientras se detiene en el pequeño porche.

—Nos ocuparemos de la mierda en la mañana. No te preocupes por eso —gruñe Dean mientras abre la puerta de entrada. Está oscuro dentro, negro como la brea y helado. El interior de Sam se tensa, su mente se acelera para tratar de encontrar una manera de hacer desaparecer tanto la oscuridad como el peligroso frío para que su hermano pueda dormir. Deja la puerta de la entrada abierta para que al menos tengan luz de luna. Se topan con una silla y Sam ayuda a Dean a inclinarse hacia ella.

—Aquí. Quédate aquí. Voy a limpiar tus puntos y a cambiarte los vendajes. Creo que vi una pila de leña en el lateral de la casa y parece que hay una chimenea. Voy a encender un fuego. Solo, uhmm... —. Sam se sonroja, sus manos se frotan el culo mientras trata de encontrar sus bolsillos traseros. —Quítate los pantalones, ¿de acuerdo?

The ballad of the invisible boy (Invisible Boy Serie)Where stories live. Discover now