XIII. Nunca

12.7K 455 51
                                    

Jueves 13 de marzo de 2014

Alice

Que Louis entrase en mi piso con mi completo consentimiento fue una novedad en nuestra no-relación. Avanzó dos pasos al tiempo que yo los retrocedía, sin dejar de clavar en mí esa mirada penetrante que parecía estar adivinando todo lo que se escondía en el interior de una persona. Llevaba tres días sin luchar con ella y en cierto modo la había echado de menos.

Apoyó sus manos en mis hombros e inclinó la cabeza ligeramente hacia mis labios, dejando entre nosotros una minúscula distancia. Pronto entendí que con aquel gesto no estaba pidiendo permiso para besarme, tampoco estaba tanteándome: sólo estaba jugando.

– ¿Te diviertes? –Pregunté, ante su inmovilidad.

Sus labios estaban muy cerca de los míos y la tentativa de probarlos después de tres días crecía en mi interior a medida que pasaban los segundos.

– Quiero que me beses tú –respondió, divertido–. Quiero que lo hagas tú.

Giré la cabeza y conté hasta diez. Sólo estaba jugando conmigo, pero como ya me había demostrado anteriormente no había nada de malo en su forma de jugar. Por eso controlé mi carácter, mi primer impulso de mandarle a paseo por tratar de tenerme suplicando. Por eso, volví a girar de nuevo la cabeza y presioné mis labios contra los suyos.

Sostuvo mi cara con rapidez y me devolvió el beso sin contemplaciones, demostrándome lo mucho que deseaba hacerlo. Nuestras lenguas se entrelazaron en una pelea incansable y sólo lo detuve cuando empezó a faltarme el aire. Separé nuestros labios y posé mis ojos en su cuello, justo a mi altura. Besó con delicadeza mi frente mientras acariciaba el contorno de mi rostro, un gesto al que se estaba acostumbrando.

– Me alegra que me hayas llamado –comentó, con esa seguridad que me encandilaba y desesperaba por igual.

Había sido muy fácil decidirme a hacerlo. No había habido miedos, ni vergüenzas, ni todas las sensaciones que pudieron haberme dominado en un principio. Sólo ganas y convencimiento de que después de un largo día de trabajo me vendría muy bien relajarme a su lado.

Rodeó mi cintura con sus brazos y me besó de nuevo, con frenesí. Seguíamos junto a la puerta y decidí tirar de él hacia el interior del piso, consciente de que era capaz de proponer que lo hiciéramos ahí mismo. Lo conduje hasta el sofá y esperé a que se sentara, con una clara idea en mi cabeza de cómo manejar la situación a partir de entonces. Se recostó contra los mullidos cojines y permanecí de pie, con los brazos caídos, mirándole.

– ¿Qué? –Preguntó, levantando una ceja.

Apoyé una rodilla en el sofá y acto seguido la otra, cada una a ambos lados de sus piernas. Me erguí hasta quedar a más altura que él y lo observé desde arriba.

– Nada –sonreí.

Trasladó sus manos a mis caderas y me dejé caer sobre sus piernas. Días atrás no me había permitido estar a horcajadas sobre él pero en esos momentos no habría manera alguna de que pudiera impedirlo. La sensación de tenerle bajo mi cuerpo era muy agradable.

Acerqué mi pecho al suyo y aferré su rostro para poder juntar nuestras bocas con facilidad y fundirnos así en otro interminable beso. Me uní tanto como pude a su figura y no me fue difícil distinguir el bulto que sobresalía de su pantalón vaquero, demasiado ajustado para disimularlo. Reprimí una risa. Se había encendido con apenas dos besos. Si eso no conseguía que una mujer se sintiera sexualmente poderosa, no se me ocurría qué otra cosa podía hacerlo.

More than this | Fan-fic de Louis TomlinsonWhere stories live. Discover now