acto único

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acto único:
isabella ve el cielo y las estrellas... y a arran

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Ese es el primer día de clases de Isabella. Su madre la ha peinado con dos trenzas y adornado las puntas de éstas con listones azules, inclusive aunque ese color no combine con el del uniforme.

Isabella ve su reflejo en el espejo, ve sus ojos, ve su habitación a través de éste. También ve la figura de su padre caminar más allá, muy lentamente. Isabella cierra los ojos. Su padre, la habitación y ella misma desaparecen por unos instantes. La oscuridad la hace sentir feliz. Cuando levanta los párpados, no ve más el espejo. Se inclina de inmediato a tomar su mochila y baja las escaleras pisando cada escalón con absoluto cuidado.

No tiene hermanos que la acompañen a la escuela, así que debe caminar sola. Siente una mirada en su espalda, la de su padre seguramente. Sabe que debe girarse y despedirse con la mano, así que lo hace. El hombre le devuelve el saludo con un gesto y entonces Isabella es libre de seguir caminando.

Hay un gran bullicio en la primera sala a la que entra. Isabella reconoce a unas cuantas de las hijas de las vecinas, por lo que se apresura a acercarse a ellas. Hablan de sus vacaciones, de los lugares que visitaron, o de los días en casa descansando. Isabella asiente ante sus palabras, sin nada que comentar.

El primer día pasa veloz, y también el segundo, y el tercero y el cuarto. Los meses corren tras los días y las semanas. Empiezan las nevadas. Isabella usa un gorro rojo con dos tiras delgaditas de tela que caen junto a sus mejillas, moviéndose al mismo paso que sus trenzas cuando salta entre los montículos de nieve formados en la pequeña colina. Isabella salta en ellos hasta llegar a la escuela, donde los montoncitos son inclusive más, aunque un menor reto debido a la falta de inclinación de terreno.

Brinca, mas pierde el equilibrio al confiar en la estabilidad del piso. Termina sentada en el suelo, con la nieve cayendo sobre ella por la perturbación. Isabella observa fijamente el suceso. Todo a su alrededor parece diferente con la nieve, más tranquilo, más hermoso. El cielo gris sobre su cabeza es más hermoso, el árbol unos metros más allá es igual de hermoso... Y el muchacho de pie frente a ella también lo es.

Isabella no recuerda su nombre, pero sí reconoce que luce especialmente lindo con las mejillas salpicadas de nieve y una sonrisa formándose con sus labios. Alza una mano, saludándolo. Él le devuelve el saludo. Y luego está junto a ella, sentado en la nieve porque todavía no se ha levantado. Isabella siente el cuerpo entumecido por el frío y sospecha que él siente algo igual, pero permanecen ahí otro rato, hasta que la campana suena y tienen que ir a clase. Él le ofrece su mano para ayudarla. Su nombre es Arran, le dice, Arran Byrn. Isabella ve sus ojos azules, casi grises si entrecierra los suyos propios o están cerca de la nieve, como en esos momentos. Le dice que le gustan. Arran sonríe. A él también le gustan los suyos.

Isabella ━ Arran ByrnKde žijí příběhy. Začni objevovat