CAPÍTULO 8

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El viento sopló fuertemente, arrastrando con él las hojas del suelo y haciendo que cayesen las pocas que aún se aferraban a las ramas de los árboles. Aidan batallaba para quitarse su mojada camisa temblando de los pies a la cabeza, mientras Seth le tendía una seca que había sacado de una de las bolsas que reposaban sobre el carro.

La provisiones que había conseguido reunir Yoel antes de la huida de Luarte habían diezmado considerablemente, lo cual no era de extrañar teniendo en cuenta que éramos un grupo de siete y que dos de nosotros comían como si no lo hubiesen hecho en años, pero por lo menos teníamos ropa de repuesto, aunque a mí me quedaba bastante grande toda.

—Ya no debe quedar mucho para llegar a la puerta —comentó Ronan, peinándose el flequillo hacia atrás con una mano, solo para que le volviese a caer desordenadamente sobre la frente

Según mis cálculos, estaba en lo cierto, pues no tardaríamos más de un día, puede que medio en alcanzarla. Era evidente que viajar en carro facilitaba mucho las cosas, incluso aunque apestase a fertilizante y estuviese bastante hecho pedazos.

Por Azriel, como odiaba ese carro.

Todos habíamos estado de acuerdo en que lo mejor que podíamos hacer, además de lo único aparte de quedarnos donde estábamos y esperar a que los Oscuros nos encontrasen y matasen, era llegar hacia Illya, una de las capitales del anillo medio y base del Ejército Imperial, donde esperábamos que nos aceptasen.

Existen un total de tres anillos de murallas, que vistos desde arriban simularían la formación de un rombo; el más exterior, entre las que se encontraban la mía junto con otras tres murallas, un anillo intermedio, también formado por cuatro murallas, incluyendo Illya, y por último el corazón de todas ellas, Agrid. El tamaño de estas variaba considerablemente dependiendo del anillo en el que se encontrasen, siendo las mayores las exteriores, y Agrid la más pequeña. Había kilómetros y kilómetros entre unas y otras, pero había varios puestos de control repartidos en el mundo exterior, entre unas ciudades y otras, para asegurarnos una buena comunicación entre ellas. Además de eso, cada capital se ocupaba de ofrecer algo a las demás. Luarte, por ejemplo, estaba dedicada a la agricultura, a la producción de madera y a los productos del campo, en general.

—No podemos relajarnos. Lo difícil empieza ahora —aseguró Yoel, con su siempre intacto optimismo.

A pesar de eso, yo asentí firmemente, de acuerdo con sus palabras, sin poder evitar echar un vistazo por encima de mi hombro al camino que habíamos recorrido. Incluso a sabiendas de que los Oscuros que nos habían arrinconado hacía un par de noches estaban más que muertos, no podía quitarme de encima la sensación de que estábamos en una carrera contrarreloj, de que estábamos siendo perseguidos.

Cada vez que nos deteníamos para que los caballos descansasen o para conseguir algo de agua, me sentía como si sostuviese un montón de pólvora, y cada segundo que pasaba, vivía con el miedo de que alguien fuese a prenderlo y de que me explotase en la cara.

De nuevo habíamos parado un momento al lado de un río, ya que tanto los caballos como nosotros estábamos sedientos, e inquieto como un colibrí, me senté junto a Noah, tratando de ignorar con todas mis fuerzas la sensación de angustia.

Aidan se había metido en el agua, con los pantalones remangados, y había intentado pescar algo con nada más que sus manos. Como era de esperar no tuvo mucho éxito, hasta el punto de que el único pez que consiguió apresar se le escurrió, y en un intento por cogerlo al vuelo resbaló y acabó cayendo de espaldas al río, calándose hasta los huesos.

No fue una caza muy productiva que digamos, pero al menos consiguió sacarle unas carcajadas a Seth, y lo más importante, una sonrisa a Noah, la primera desde que el día anterior nos enteramos de lo ocurrido en Luarte. Thomas, por su parte, seguía bastante decaído, algo que me preocupaba. No es que hubiésemos empezado con muy buen pie él y yo, pero eso no significaba que me desagradase ni que me alegrase su evidente mal estado. Ronan aseguraba que debíamos darle algo más de tiempo y que no lo agobiáramos. Sin embargo, a mí me parecía que dejarlo a su aire solo ayudaría a incrementar ese aura de melancolía que lo envolvía.

ASESINOS DE ALMASWhere stories live. Discover now