Capitulo uno: El Dios de Bill, el Dios de Simone, el Dios de Tom.

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Mediodía de sábado.

Su teléfono no había parado de sonar en toda la mañana, entre llamadas y notificaciones de mensajes.

No tenía deseos de coger esa llamada, ni de salir de la cama o comer algo, pese a que su estómago reclamara por haberse saltado el desayuno y que a todas luces planeara hacer lo mismo con el almuerzo y la cena.

Con todo el dramatismo que almacenaba a sus diecisiete años juró, alzando su puño en alto cuál Scarlett O'Hara: "A Dios pongo por testigo, que no me romperán el corazón de nuevo".

~*~

Tras haber sido evitada todo el fin de semana, Natalie consiguió acorralarlo en el salón de química. Su mejor amiga cargaba un cabreo de proporciones, nada la fastidiaba mas que ser dejada al margen de un buen chisme, su alma de cotilla era mas fuerte, mas fuerte aun que su amistad. Porque si Natalie Franz hubiera tenido una brizna de empatía habría sabido leer en su semblante alicaído que aquella esperada cita no resultó como Bill se esperaba.

El chico suspiró en señal de rendición, no hacía sentido continuar resistiéndose al asedio, su amiga estaba determinada a averiguar lo acontecido en esa desastrosa noche, oponerse sólo lo haría peor para él.

—¿Entonces, qué tal estuvo? 

Bill hizo una mueca, haciendo swipe en su cabeza, buscando el adjetivo mas apropiado. "Patético", "decepcionante", "humillante", "doloroso"...

—Pues... Desarrollamos la guía de ecuaciones completa.

Su amiga lucía mas y mas fastidiada, cómo si hubiera esperado la detallada descripción de una película porno. Lo apremió impaciente.

—¿Y luego?

—Luego dijo que le gustaban mis rastas y...—bufó recordando uno de los momentos mas extraños e incómodos de su vida.

—¡¿Y... qué?! ¡No me dejes en ascuas!

La rubia parecía a punto de colapsar, Bill pensó que era penoso que su amiga viviera a través de su vida amorosa, su complicada y poco satisfactoria vida amorosa.

—Dijo que le parecían sexys, me besó y...

El chillido estridente que salió de la boca de la chica consiguió que la maestra Peachner los expulsara del salón por lo que restaba del período.

Pero ni salir al pasillo le libró del suplicio.

—¡Cuéntamelo todo! ¿¡Follaron!? ¿¡Están saliendo!?

Bill deseo poder decir que si, para que la chica lo dejara en paz de una vez, y porque, a pesar de que Tom Kaulitz era el idiota mas grande del que se tuviera registro, aun estaba perdidamente enamorado de él.

—... Me besó y luego estudiamos historia.

—No seas bestia, dime que hicieron. Quiero la verdad y no te guardes los jugosos detalles.

—¡Esa es la verdad! Me dio un piquito y luego, justo cuando parecía que por fin estabamos yendo a alguna parte... —tragó saliva y apretó los párpados, ¿Cómo era posible que aun le quedaran lágrimas luego de llorar todo el fin de semana?– cogió los apuntes de la guerra Franco-Prusiana, estudiamos hasta las dos de la mañana y luego se fue a su casa como si nada. 

The Man of the Magic DickNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ