Capítulo 21 - El chico de los Ojos Grises

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Un rayo de Luz cruzaba en ángulo de picada desde la ventana frontal de la sala, reflejándose a lo largo de su trayectoria por el suelo. Miré hacia el reloj que se encontraba sobre el mueble de fotografías; las Nueve Treinta. Vaya... Al final, el señor Park Perfecto Chanyeol tenía un defecto: impuntualidad. Definitivamente una tacha en su lista de Pro's yContras. 
Miré a través de la ventana, y me encontré con el mañanero pueblo que abría los ojos con la Salida del sol en plena madrugada. Entrometiéndose En mi perfecta vista a la calle, llegó una combi blanca con franjas color Aqua (exactamente dos por el medio). Se detuvo frente al porche de la casa, y observé como Omar bajaba del asiento del copiloto. Ya estaban allí.
Me levanté del sillón, y di pequeñas zancadas hasta llegar a la puerta principal. La abrí sin desdén, y capté a Omar a punto de darle un toque a la puerta, con el puño por encima de su cabeza listo para tocar. 
- ¡Hey! – animado, pero confundido, me miró con un tanto de intriga. - ¿Y ahora…?
- Creo que me levanté con ánimos de ir. – suspiré como si no fuera la gran cosa. Pero, totalmente al contrario, lo era.
Me había dado cuenta de lo antipática que podía llegar a ser… toda mi vida había sido así. Por eso quizás no tenía casi amigos en casa, me la pasaba sola con mi laptop escribiendo, viviendo dentro de mi cabeza. Pero ya había vivido en mi imaginación por muchísimo tiempo…. Y quizás era hora de empezar a vivir la aventura que el mundo real podía conducir. Eso es el placer de vivir, ¿Que no?
Unos pasos a brincos se escucharon chocar contra los escalones. De repente, Chanyeol apareció en el pasillo, con una pequeña mochila al hombro, una camisa sencilla roja, y unos bermudas de Jean. Su reacción no fue tan alejada a la reacción que Omar tuvo al verme. Sus ojos se salieron de sus orbitas, y me examinó de pies a cabeza. 
- ¿Iras? – yo alcé los hombros, y asentí con la cabeza después. El sonrió de oreja a oreja, y animado tomó una de las correas de su pequeña mochila. 
- Me alegra que al final te hayas animado a acompañarnos. – sonrió mi primo. - ¿Listos? – nos miró a ambos, y ambos dijimos que si con una sonrisa en el rostro. Claro, la sonrisa de Chanyeol era la misma de siempre, pero la mía no; intentaba refrescar mi sonrisa un poco… Italia sí que puede ser gran lugar para meditación interna.

….

La chica llamada Lucille rió al escuchar al tal John reír a carcajadas. Su risa era simplemente contagiosa, tanto, que hasta yo me reía.
Helena, Guilly, Frank, Diego, Sarah, Paulette (mi prima) Omar (Mi Primo) Ursulla, Lucille, John, Chanyeol y yo. Todos de entre diecinueve – veinte – veintiún años a lo mucho. Todos en esa combi, riendo y viendo la costa extenderse por un costado de la carretera. Simplemente bello. 
Chanyeol rió tan fuerte por lo que Frank dijo, que apenas logra no golpearme por su emoción. Estaba sentado junto a mí, y se le veía bastante… feliz. Sonreía muchísimo, y reía con singular alegría ante los chistes de aquellos siete desconocidos, y mis dos primos. El, al contrario mío, era sociable… quizás más de lo que convenía. 
- ¡Ya llegamos! – dijo Omar en el asiento del copiloto al frente. Lucille, una chica de perfecta sonrisa y cabello negro amarrado en una coleta a lo alto de su cabeza con un pañuelo adornándolo, abrió entonces la ventanilla pequeña, cuando Frank (el conductor) empezó a Adentrarse a la Playa por el camellón. La brisa del viento chocó con su rostro, y en mi caso hizo volar el cabello dentro de la cabina, aturdiendo a Chanyeol. Guilly rió levemente, mientras que Diego se burlaba escandaloso. 
La verdad era que, eran bastante agradables. Aquí la única que desencajaba era yo. 
De repente, la combi se detuvo. Miré por la ventana y ya se encontraba el agua azul Aqua frente a nuestros ojos, extendiéndose por kilómetros y kilómetros; arena blanca y clara y palmeras adornando el contorno. Un paraíso. Por mucho que fuera la misma agua que Nove, Esa playa era mil veces más hermosa, y si tomamos en cuenta que la playa en Nove es simplemente espectacular pues…
- ¡Yo quiero ir al agua! – gritó John abriendo de su puerta. 
Sarah, la pelirroja artificial (me refiero a que el color de su cabello no es natural) jaló de la puerta, y la deslizó para abrirla. Todos salieron como niños pequeños deseando echarse un chapuzón.



La tarde se pasó tan ligera como la suave brisa que chocaba constantemente con nosotros debajo de la palapa. Eran las Seis de la tarde; habíamos pasado todo el día en la playa, desde la una hasta aquel instante. Era simplemente bello ver como poco a poco el atardecer y el pasar de las horas hacía acto de presencia. 
Resultó ser que los “acompañantes desconocidos” tenían mucho que ver conmigo. Por ejemplo, Frank parecía ser un amante loco de los libros de literatura inglesa, justo como yo, al igual que Sarah, la cual me decía estudiaría la misma carrera que yo… era lindo poder compartir con alguien que realmente me entendiera.
Lucille se acercó y se sentó en posición de flor de loto sobre la arena, justo a mi lado. Ya me había acostumbrado a sentir la rasposa arena por todo mi cuerpo durante ese día, aunque era la primera vez en la tarde que tenía fiel contacto con ella al sentarme sobre ésta misma. 
- Pronto estará el pollo. – dijo mientras tomaba un sorbo de su refresco de lata. 
Miré sobre la cabeza de la pelinegra, y miré como Chanyeol – ya sin la camisa sobre el – John, Helena, Guilly y Omar y Paulette reían mientras cocinaban el pollo al carbón del asador. 
- Y dime, ______. – suspiró Sarah mientras que dejaba un libro llamado “100 datos estúpidos e innecesarios que tu querrás saber” a un costado suyo en la silla de playa. - ¿Americanos Guapos?
- Pues… Americanos, supongo. – contesté provocando en Lucille una siguilosa risilla. – yo no les veo lo especial; la mayoría son cretinos. Al menos la mayoría que yo conozco. – Sarah frunció la boca, y miró a sus manos sobre su regazo. 
- ¡Mira! ¡Por fin se aparecen! – la voz de total desaprobación de Frank provocó que Lucille y yo diéramos media vuelta de la cintura para arriba para mirar hacia nuestras espaldas; Diego y Ursulla caminaban hacia nosotros tomados de la mano. Queda de más decir que eran pareja, por supuesto. 
- Solo caminamos por la playa. – gruño el chico de ojo azul, Diego. – no es nuestro problema que seas un amargado por no tener amor en tu vida. 
- No soy un amargado, no por eso. 
- Pero si lo eres. – recriminó el chico, para después plantar un suave beso en los labios de su novia. 
Luego de que la pareja de tortolos de veintiuno y diecinueve años se apareciera por fin, todos nos acercamos al asador. Los chicos llevaron unos troncos que estaban en el margen de la playa, eh hicimos un medio circulo. Así mismo Helena, Ursulla y yo nos dispusimos a juntar troncos un poco más pequeños para poder hacer una fogata.

Cuando nos acercamos a comer, las risas no se hicieron esperar. Todo empezó cuando Frank empezó a imitar al supuesto pollo que nos estábamos comiendo, llamándolo “Don Panchón”. Esto provocó que Sarah tuviera que levantarse a correr en círculos de la risa, para después tirarse a la arena y seguir retorciéndose en ella. Helena sacó todos los desechables, y Diego y John empezaron a repartir platos con pollo y alguna salsa un poco picante que en lo personal me pareció deliciosa. Era alguna clase de receta secreta de la abuela de Guilly. 
Después de una comida bastante divertida, me sentí un poco ofuscada, y al mismo tiempo curiosa. Hace varios veranos que no iba a visitar Cova… y para ser honesta la extrañaba. Extrañaba esa sensación de libertad al poder correr por toda la arena blanca; no, no era igual a Nove. Nove era mi playa, mi hogar. Cova era una playa totalmente nueva, como un nuevo mapa del tesoro que apenas empezaba a descubrir.
Sin hacer mucho auge a mis movimientos me levanté de la silla plegable verde oliva en donde me encontraba sentada. Frank posó entonces sus ojos en mí. 
- ¿A explorar? – preguntó y arqueó una ceja. El castaño cappuccino con ojos verdes (bastantes similares al tono de mi silla) sonrió. 
- Solo un poco. – contesté y alcé un hombro como si no fuera la gran cosa. El rió bajo, y posó sus ojos otra vez en aquel delgado libro de no más de doscientas páginas que tenía en sus manos. 
Los demás se encontraban todos intentando hacer una fogata, sin embargo el atardecer aun no empezaba ni siquiera. Aunque eso sí, no faltaba mucho tampoco… bueno, era mejor ser precavidos antes de quedarnos a obscuras totalmente.
Caminando lejos de la combi y del resto de los chicos, me alejé de todo aquel barullo de gente. Y me puse a pensar.
Recorriendo al mar con la vista, pensé en Chanyeol. Y en mis muy vagos sentimientos con él. ¿Se le podían llamar Sentimientos? Más bien eran sensaciones, sensaciones por acciones que Chanyeol – inconscientemente – hacía. Su mirada lo delataba todo; él ni siquiera se daba cuenta de lo que provocaba cuando me llegaba a tocar hasta por accidente. Jamás. Y jamás lo haría, ya que su mente, su alma y su corazón le pertenecerían en toda la eternidad a Alice. El mismo lo aceptaba, el aunque no lo supiera, muy dentro de sí conocía ese hecho. Por más amores que Chanyeol pudiera llegar a tener, Alice estaría como un tatuaje.
¡Vamos ________! – me grité enojada dentro de mi cabeza. – No te hagas estas estúpidas… reflexiones. Es casi como si quisieras tener una oportunidad con él. ¿Lo quería? No, no lo creo. Porque no estaba dispuesta a estar con alguien que con mencionarle un nombre su mundo se vuelve de cabeza. Para empezar, quería poder enfocarme en mi estudio, y después, mucho después, poder enamorarme. O si no, existen los perros… dicen que son buena compañía para una mujer solterona que vive en algún condominio en Nueva York. 
- ¡______! – Mierda, maldije en un susurro. Su voz me sacó de entre mis pensamientos. Si supiera que de hecho pensaba en el… 
Miré por sobre mi hombro, encontrándome al chico sin camiseta – dejando al descubierto un muy buen trabajado cuerpo – que corría hacia mí. Sin embargo no me detuve, y yo seguí caminando como si su voz jamás hubiera aparecido en el plano. 
- ______. – dijo esta vez con un tono de voz más normal, ya que estaba caminando a mi lado. Se incorporó a mi ritmo de los pasos, y caminó junto a mi por la arena, con el mar a la izquierda, y aquellas bases grisáceas de piedras infinitas a la derecha. Entonces, llegamos “Al Arco”, una clase de puerta gigante (así le decía Ronny de pequeña) creada por la forma natural de las rocas. Justo allí, justo a unos metros…. Justo allí fue el primer beso entre Paulette, y el chico de ojos Grises que terminó por romperle el corazón en mil pedacitos.
- ¿La estas pasando bien? – preguntó de repente. Yo asentí casi al instante. De hecho, me la estaba pasando de maravilla.
- Más de lo que pensé, si. Mucho más. – sonreí levemente mirando hacia las puntas de mis pies. El sonrió satisfecho, y elevó su mentón mirando hacia el mar. Y entonces, un grito a la lejanía perturbó nuestro perfecto silencio. 
Chanyeol y yo nos vimos intrigados, e intercambiamos miradas. No alcanzábamos a ver nada de donde pudiera venir aquel grito, hasta que vi un bote pesquero en la arena, a menos de un metro del mar. 
Chanyeol se adelantó caminando deprisa hacia el bote, y yo lo seguí muy de cerca. Los metros se acortaron, y otro grito de dolor se escuchó. Esta vez nos percatamos que provenía desde el mismísimo bote, y nos acercamos más seguros y determinados. 
- ¡Hey! – gritó Chanyeol acercándose. Pero no, no fue hacia el bote, fue al lado del bote. Y entonces, lo vi: un muchacho yacía tirado en la arena, sollozando de dolor. Me acerqué un poco mas dejando que el bote no me tapara la vista, y vi una red de pesca, y lo que parecía ser sangre. Quizás se había cortado con ella, pensé. Pero el verdadero shock, fue cuando vi la cara… estaba viendo a una versión de 10 años mayor al chico de ojos grises. Y si… Kai estaba de vuelta en nuestras vidas, de algún modo.

una escritora sin amor || chanyeol y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora