Día 1

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Tras un desayuno improvisado, consistido en un exprimido de naranja y pan con chocolate, me senté a escribir. Hace mucho que lo intento pero las musas no vienen en mi ayuda. Ningún ser extraordinario se digna a visitarme para inspirarme y creo que, a este punto, mucho menos Dios se muestra interesado en que yo continúe escribiendo. No es que se lo haya pedido, pero al menos antes tenía la gentileza de recordarme lo mucho que me cargaban su libro y sus predicadores y todas esas historias que lo rodean, ¡al menos me daba motivos para escribir!. En ese momento, me distraje mirando por la ventana. Alguien caminaba a lo lejos, por la calle que da de frente a mi ventana. Lo observé unos instantes, pero no pude adivinar quién era. Deseaba que se convirtiera en un ser fantástico y que se dirigiera aquí.

Pues nada, me acomodé y puse los dedos sobre el teclado, así como es correcto. El meñique con su menor fuerza sobre la letra a, la más importante. Nunca entendí porque le quisieran confiar a semejante inmaduro tan importante tarea. El más pequeño y menos independiente de los cinco pares de dedos, y para rematar, el de la mano izquierda, cuya coordinación y motricidad siempre fueron motivo de duda.

Pero bueno, no seré yo quien cambie el posicionamiento de cada tecla y perfeccione un nuevo tratado de dactilografía basado en la relación directa entre la utilidad de cada letra, la frecuencia de su uso en las palabras y la fuerza independiente de cada dedo, así como de su capacidad de teclear entre una letra y otra, sin hundirse en el medio de ambas, provocando errores irreparables en las máquinas de escribir antiguas y un entramado de teclas. Accidente que por lo general sufrían, con mucha más frecuencia que los otros dedos, los débiles meñiques de ambas manos. Por supuesto que no seré yo quien lo corrija. Yo debo escribir.

Me siento de lado a la ventana, es mi lugar favorito. Lo cual me recuerda a un gran amigo mío, pintor, quien me decía que debería frecuentar el café París, tan lleno de artistas, intelectuales y toda la movida cultural. Tan cómodo y distinguido, además de ubicarse en pleno centro de mi ciudad, Cochabamba, la cual seguramente no te sonará a nada, a menos que la hayas visitado, en cuyo caso te sonará a comida. "En el café París, del lado de la entrada, pero bien al fondo, hay una mesita preciosa, que se encuentra junto a la ventana. Es una vista muy placentera al momento de escribir o crear y permite disfrutar de un aire fresco que invita al arte." me había dicho, así de la nada, en medio de una conversación cualquiera. Yo con mis 25 años no supe como se respondía a eso. "Ahhh. Nunca lo frecuento, pero seguramente pasé por ahí" respondí desatinadamente. De lo cual, ahora, ya no me preocupo, pues mis respuestas siempre fueron desatinadas. Así como mi meñique izquierdo siempre fue desatinado al pegar en la letra A. Siempre terminaría o, dentro de un problema que había tejido con mis propias palabras o, avergonzada y silenciosa, sabiendo muy bien que debí haber dicho alguna otra cosa, pero sin nunca saber qué cosa.

Bueno aquí estoy junto a la ventana, no quisiera distraerme pues una vez que empiezo a procastinar no paro más. Debo admitir, sin embargo, que ya se puede atisbar, que esa persona que camina es un anciano vestido de pantalones azules y camisa a cuadros. No puedo concentrarme en un sólo tópico ni llevarme bien con el diálogo que hay en mi cabeza. Siempre aparecerán personalidades más centelleantes con otras conversaciones que me distraerán de mi misma. Me invitaran a hablar de algo sin sentido, sin importancia, haciéndome creer que es interesante y que mi elocuencia deriva en entretenimiento. Pero luego de decirme eso me abandonan, se marchan y me dejan hablando sola sin posibilidad de aprender nada nuevo, hasta que nuevamente retorna a mí el lado responsable que apunta hacia mis dedos inmóviles sobre el teclado y me dice con voz casi Hitleresca: "Schreibe!" mientras con la otra mano en la cintura, lucha para no reirse. Sí, debo admitir que usé google translator para esa palabra. Y también debo admitir que perdí más tiempo de la cuenta al hacerlo. Tras abrir chrome, se me fueron algunos minutos en checar mi facebook y olvidarme para qué había abierto el navegador. Por fortuna soy tan impopular que sólo tenía una notificación en un post ajeno al cual yo había comentado. Vi la pantalla de facebook "limpia" sin puntitos rojos, que denotan notificaciones, por abrir y me pregunté ¿Qué hago aquí? No era una pregunta existencial, sino que de verdad estaba consternada, pues mi más reciente recuerdo era estar de frente a una página en blanco y con los dedos hambrientos por correr veloces, encima del teclado, el dedo índice derecho sobre la J, palpando el relieve que le es propio.

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⏰ Last updated: May 25, 2018 ⏰

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