Dejarte Ir: Cafuné

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La recepcionista no lo saludó con la sonrisa amable de siempre.

Le sonrió dulce de igual forma, pero había en su semblante alegre, un dejo de preocupación y una mirada compasiva. Koushi le sonrió enorme y brillante; dejando en claro que se encontraba en perfectas condiciones a pesar de haber cruzado el umbral de la puerta, montado en una silla de ruedas.

—Futaba-san. No te dejes llevar por las apariencias. La primera vez que nos conocimos, creíste que mi cabello no era cenizo natural —reprendió a la mujer de cabello castaño, mientras desordenaba sus propios mechones plateados justo en la zona del remolino—. Y te equivocabas, sí lo era.

La recepcionista, enfundada en el uniforme celeste claro que caracterizaba a los funcionarios del hospital; sonrió por el recuerdo anecdótico que el muchacho le hacía rememorar. Suspiró aliviada al ver que Suga seguía manteniendo el carácter alegre de siempre, y que se encontraba perfectamente bien en lo que a salud mental se refería.

A Koushi, por otra parte, le pareció que, con las carcajadas cosquillosas de la muchacha frente a sí, el mundo volvía a su cauce normal. Se repetía mil veces un mantra inventado para intentar aliviar la preocupación que le carcomía por dentro.

No estaba llegando al hospital sentado en una silla de ruedas. Los mareos y desmayos eran producto de las noches incesantes de estudio y la mala alimentación que llevaba por el ritmo de vida universitario, que resultaba muy ajetreado. Los moretones los causaba el volleyball. Me sentía bien, nada malo podía estar pasando.

En un rato más vería a sus profesores; y probablemente, se toparía con algunos de sus compañeros. Ojalá con Shimizu; necesitaba que su personalidad seria, y su forma de pensar fríamente, le aliviaran un poco la taquicardia que apremiaba su corazón en ese instante. Era extraño estar en el hospital como paciente, y no como funcionario. Se sentía repentinamente fuera de lugar, a pesar de que, desde tercer año, ya consideraba al establecimiento como su segunda casa de estudios.

No pudo seguir mortificándose más, ya que un muchacho alto y fuerte se acercó a él.

Suga se quedó embobado mirando el caminar tranquilo que poseía. Vestido con el uniforme de tela azul oscuro; su musculatura fuerte se destacaba tremendamente, aunque quisiera ocultarlo. Bajo las mangas cortas, una playera de fibra sintética negra apretada le cubría los brazos bien trabajados y de piel oscura. Suga pensó que era un insulto que llevase prendas adicionales; con la masa muscular que tenía, la irrigación en sus músculos era lo suficientemente buena como para que no pasara frío. Además, el otoño recién llegado no era tan violento en cuestiones de temperatura. No tenía que cubrirse tanto. No podía negarle al mundo la belleza que poseía.

—Oh, creí que eras más joven.

—¿Qué? —interrogó Suga receloso. Claro, era apuesto, muy apuesto; pero probablemente era un idiota como todo el resto de los chicos que había conocido. ¿Esa era manera de darle la bienvenida a un paciente? ¿En serio?

DaiSuga StoriesWhere stories live. Discover now