1. Contigo se me olvida que existen las fronteras.

1.4K 96 20
                                    


Era media tarde. El sol se negaba a dejarse ver, ocultándose tras las nubes de tormenta que cubrían el cielo desde el amanecer. Volvían en coche a Adeje. Solos.

Mimi se había ido hacía unos minutos a la puerta de embarque, para coger un avión que la llevaría a la península. Los chicos habían estado haciéndole compañía hasta entonces, a pesar de su insistencia en que se fueran a casa desde que Raoul había llegado unas horas antes, a mediodía.

Un abrazo corto con palmadas en la espalda y una sonrisa deslumbrante era lo único que habían compartido hasta el momento.


El más joven miraba por la ventanilla del coche, apoyando la cabeza en el dorso de la mano mientras su compañero daba cortas miradas hacia su dirección y la carretera, intermitentemente.


- Agoney, deberías mirar la carretera.- Dijo por fin, haciendo que a este le subieran los colores a las mejillas y agarrase más fuerte el volante, mirando al recto.

- Es que... No me creo que estés aquí.

- ¡Pero si llevamos hablando sobre esto una semana! - Dijo riendo el rubio.

- Ya... Pero pensaba que al final no...

- ¿Tan poco confías en mi palabra?

- No... Es que la gente decía...

- ¿Desde cuando a Agoney Hernández le preocupa lo que piense la gente? - Contestó el catalán, mirando atónito a su muy amigo, que ahora repiqueteaba los dedos.- Deberías dejar de buscar nuestros nombres en twitter.

- Ya... Pero tú también lo haces...

- Sí, pero yo no me amargo por ello ni me enfado con terceras personas por lo que diga una penca sobre mi relación con la gente que me rodea.

- Ya te pedí perdón. Además, no me enfadé...

- ¿"Pasenlo bien"? Parecías un novio celoso.

- Es que a lo mejor en ese momento lo estaba. - Agoney apretó los dientes.

- Tú mismo decidiste quedarte en casa. Podrías haber venido. Yo fui por acompañar a Aiti. Sabes que para mi ella es como una hermana. No creo que haya hecho nada malo, la verdad.

- Lo sé... El problema era yo. - Al canario le temblaba un poco la voz. - Siempre soy yo.


Al notar los labios fruncidos y los ojos vidriosos, Raoul supo qué necesitaba en ese momento su amigo. Lo que no había podido hacer los últimos días, sabiendo que era del único que realmente lo esperaba.


- Para cuando puedas, por favor. No me encuentro bien. - Mintió, observando como su amigo cambiaba la cara de frustración a un semblante más preocupado. - Creo que me ha sentado mal la comida o algo. Estoy muy mareado.


En un par de minutos el coche estaba parado en una Vía de servicio y Agoney le estaba abriendo la puerta para ayudarle a salir.

Y eso hizo. Pero, para sorpresa del mayor, el rubio se fundió en un cálido abrazo. Estaba confuso, no sabía si devolver el abrazo o ver si se encontraba mejor, quizá necesitaba levantarse un momento...


- No soy yo el que se encuentra mal. - Dijo, separando un momento el abrazo y volviendo a fundirse en él, dejando que la frente de Agoney reposara en su hombro. - Perdón... - Empezó entonces el chico del pelo dorado, notando como se mojaba su jersey en la parte en la que se encontraba la tela con los párpados del canario.- Perdón por no venir antes. Por solo hablarte por teléfono cuando me necesitabas aquí. Por agobiarte por whatsapp a cada minuto en vez de dejarte pensar a tu aire. Sé que es un problema que tienes que solucionar tú solo, pero a veces pienso que, si viviese cerca, si pudiésemos vernos cuando lo necesitamos realmente, lo malo no pesaría tanto...


El cuerpo de Agoney temblaba como una hoja en otoño, a punto de caer o hacerse pedazos.

El pequeño acariciaba su cabeza con una mano mientras, con la otra, intentaba tranquilizarlo recorriendo su espalda con la palma, dando pequeños masajes circulares.

Pasaron unos minutos hasta que el canario se tranquilizó, separando su cuerpo al tiempo que notaba una gota de agua en la punta de su nariz.


- Ay... Está lloviendo. - Dijo con una pequeña sonrisa sorprendida en la cara.

- Sí, se ve que sí Micky. - Respondió el rubio devolviendo el gesto, sabiendo que este se había destensado.

- Hace tiempo que no me llamas Micky...

- Pero si te lo digo siempre.

- A la cara no... - Comentó Agoney, haciendo pucheros.

- Uy... Qué tonto estás Micky... - Finiquitó el catalán, abrazando más fuerte a su chico, quien volvió a sonreír un poquito.



La tibia llovizna mojaba sus cabezas lentamente, como quien abre una ducha a media potencia, esperando que el vapor regenere cuerpo y alma. Debían volver al coche, a buen recaudo, para no pillar un resfriado. Sin embargo, los curvados labios de ambos se encontraron, junto con sus frentes, para besarse rápidamente un par de veces y volver a mirar los ojos del otro, enchinados por la felicidad de estar juntos.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 12, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Lo que sería una vida contigo. [Adejedate 2.0] [RAGONEY]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora