El Descenso Hacia La Locura

30 2 0
                                    

Mi nombre es Gordon Aphza y bienvenidos a lo que vendría siendo básicamente la historia de cómo mi vida se volvió el mismísimo infierno, de cómo me volví loco.

Siempre fui, hasta donde yo sabía o creía saber, una persona con una normal estabilidad mental puesto que nunca había hecho algo que me hiciera pensar lo contrario; aunque de haberlo hecho, seguramente no me hubiera dado cuenta. Mi total y normal mentalidad comenzó a decaer la noche de un domingo quince de abril.

Las veintiuna horas eran ya pero mi cuerpo se encontraba de todo menos cansado. Aquellas innumerables tazas de café me habían mantenido despierto, aunque estaba tan acostumbrado a esta bebida que en ocasiones la usaba como mi propio método casero para dormir mejor.

Me la había pasado toda la noche haciendo bocetos para cierto dibujo que usaría para ganar un concurso de dibujantes en el colegio al que solía asistir. No entraba al concurso para ganar ni para competir, sino solo porque me gustaba dibujar y era bueno haciéndolo, por lo que simplemente me dije a mi mismo que porqué no. El tema trataba del medio ambiente, por lo que quería dibujar algo relacionado a este, obviamente, pero con un trasfondo más oscuro: su final.

Las extrañas cosas que comenzaron a ocurrir fue algo que de principio parecía normal; un insecto. Un insecto muy pequeño y delgado de alas más grandes que su cuerpo cayó justo en el centro de la hoja en la cual plasmaba un intento de boceto. No me molestaba, pero aun así le empujé con el lápiz de grafito sin rayar la hoja. Este pobre insecto cayó fuera de la hoja blanca y nada más tocar la mesa le aplasté con el borrador que estaba utilizando. Me importó realmente poco este pobre bicho, por lo que, arrastrando la parte del borrador donde había aplastado al insecto por la mesa, dejé lo que había movido en su lugar y continué dibujando.

Segundos más tarde descendió un segundo insecto del mismo tipo que el anterior pero este cayó en la esquina superior de la página, por lo que se me hizo más fácil empujarlo hacia el vacío de la hoja, hacia la profundidad de la mesa y asesinarlo a sangre fría con el borrador. No era un sentimiento que me gustara, de hecho lo hacía porque no tenía nada en mente.

PD: Si crees que me volví loco por tener sentimientos psicópatas y luego de eso comencé a asesinar personas con un borrador, estás yendo por el camino con dirección suroeste, y necesitamos ir por el norte, así que comienza a reconsiderarlo.

Tras matar a cuatro de esos insectos, comenzaron a caer más y más. Llegué al punto de matar tantos ya no en la mesa, sino en la hoja, que la tenía completamente pintada de café. Era completamente café; su color blanco había sido teñido por alas rotas, cuerpos desmembrados de los insectos por montones, su extraño líquido que cambiaba de color dependiendo del insecto. En fin, un festín que si fueran sido humanos Hannibal Lecter se estaría regocijando en aquel momento.

Tras salir de mi asesino de insectos interior y ver tal cometido de insecticidio decidí botar aquella página tintada de café y cambiarla por una nueva.

Llevé casi una hora dibujando un boceto el cual, al menos ante mis ojos, era bastante bello. Casi terminaba de dibujarlo hasta que, como si el destino me buscara justo a mí para probar sus poderes, cayó un insecto, igualmente que el primero, justo en el centro de mi extensa hoja blanca, ahora con un dibujo en ella. Estaba a punto de matarlo con la única excepción de que esta vez si lo haría con algo de enojo. Pero justo antes de matarle algo me detuvo; ya tenía la daga en mi mano (el lápiz) con la cual deseaba destruirle el alma (si es que tenía), pero me detuvo la idea de "¿por qué cae aquí adrede aunque ya ha visto a todos sus amigos y familiares desmembrados y, por ende, muertos en la otra hoja"? Ya que era de noche y nadie me escuchaba (si hablaba bajo) entonces decidí hablarle al insecto como si de un gran hombre sabio se tratara.

-Oh, gran Señor Insecto que, según parece, nada sabe-le decía de forma burlona y con clase-. ¿Qué hace usted aquí si ya ha visto a todos sus iguales morir?

Por más extraño que parezca, aunque para un loco nada es extraño, el insecto me señalaba que me acercara pero más extraño que el hecho de haberme acercado al insecto, fue el hecho de que me habló diciendo:

-Oh, gran Señor Humano. Usted sabrá que es una guerra, pues bueno; en una guerra millones de hombres mueren por montones. Mueren unos tras otros, pero los que quedan con vida aún siguen peleando, peleando aun a sabiendas que la mitad de su ejército está muerto

-Pero-le contestaba al insecto en susurros-, Señor Insecto. Sabrá usted también que los muchos soldados que dan su vida lo hacen por un motivo.

-Sí, Señor Humano, así es. Pero no ha dejado usted que yo continúe con el ejemplo que le hacía apreciar.

-Disculpe, caballero, sea tan amable usted de continuar.

-Gracias, caballero. Bueno, le resumo; todos y cada uno de nosotros; los insectos que hemos caído en su gran hoja, hemos perdido, perdido la batalla contra la gran luz que usted tiene usted por encima suyo. Su gran lámpara luminosa colocada delicada y cuidadosamente en el extenso cielorraso blanco. Caemos encima de su luminosa también hoja resplandeciente ante la luz de la lámpara. La usamos como remplazo pero no hay nada que nos llame tanto como la verdadera fuente de luz.

-Pero Señor caballero Insecto. Tiene que saber usted que lo que a usted le llama la atención en esas lámparas, realmente le va hacer bastante daño si se acerca lo suficiente. ¿Ha chocado usted con ella?

-Por supuesto, mí apreciado Humano. Por esa Razón me encuentro ahora en este lugar.

-Pues, mi apreciado Insecto, si es usted capaz de atravesar aquello con lo que ha chocado va a terminar por hacerse daño. Así que siga mi consejo y aléjese de esas luces tan llamativas.

-Oh, mi apreciado Señor caballero Humano. Sea usted bendecido por este consejo que me acaba de dar.

El insecto comenzó a volar mientras yo podía escuchar que gritaba con una voz aguda pero volumen bajo gritar "¡Por Siempre!". No sabía muy bien a lo que se refería pero sabía que algo bueno había hecho cuando vi que se iba felizmente de aquel lugar. Pero aquella sonrisa de mi rostro se borró cuando vi que centenares y centenares de insectos iguales al anterior se acercaban a mí. Eran demasiados como para poder siquiera contarlas. Tras una diminuta pausa antes de atacarme, todos se me abalanzaron encima, cubriendo mi cuerpo entero. Asquerosa y horripilantemente logré sentir las pequeñas patitas de todos esos insectos recorrerme todo el cuerpo. Eran infinitamente demasiadas.

Apenas sentí muchos dentro de mi ropa, me lancé alsuelo y comencé a rodar como si incendiándome yo estuviera en aquel momento. Dabavueltas a un lado y al otro y podía sentir como muchísimos de esos pequeñosmonstruos disfrazados de insectos morían de decenas en decenas, aunque no losuficiente. Muchos de esos se metieron entre mis orejas, otros se introdujeronentre mi nariz y otros, aunque la forzaron, terminaron entrando por mi boca.Comencé a escuchar solamente zumbidos, se me dificultaba respirar y solo podíatoser. En aquel momento, extrañamente, varios recuerdos de mi infancia no muylejana comenzaba a pasar por mi mente. Por pequeñas fracciones de segundosimágenes pasaban frente a mí. Imágenes de todo lo que había hecho y de lo queme faltaba por hacer.

Desperté desorientado en una camilla de lo que parecía un cuarto de hospital. Recuerdo que tuve parálisis del sueño, puesto que aun pudiendo abrir mis ojos, poder moverlos y estar consciente de todo lo que ocurría, no podía mover el resto de mi cuerpo.

-¿Entonces nada pasó?-escuché la voz de mi madre a lo lejos, casi como si en otro cuarto hubiera estado.

-Pues no. Parece que todo fue obra de su imaginación.

-¿Entonces como fue que estaba desmayado en el suelo?

-Él mismo se asfixió hasta quedar inconsciente.

Tras esas últimas palabras de lo que deduje era el doctor, caí nuevamente en coma. En el momento no lo comprendía. ¿Cómo que era yo quien se asfixió así mismo? Pues parecía que así era. Habían ocasiones, ya dentro del manicomio, cuando yo me auto lesionaba ante mis propios ojos y aun así creía que era otra persona o alguna criatura, mayormente, un Insecto. Un insecto con esteroides que me hacía daño físico y, ante todo, mental.

Fin. Insectos.

InsectosWhere stories live. Discover now