Capítulo 6: Una obra muy extraña.

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Ethan.

—Vamos, vamos, solo mete el órgano reproductor masculino en el hoyito, no es tan difícil, querido. Sé que quieres hacerlo, sé que te lo quieres censura, ¿cuál es el problema con hacerlo? —repetía una y otra vez, pegado al televisor.

No entendía nada acerca del romance o las relaciones sexuales, nunca había tenido esa clase de deseos por alguien. Las cosas que tuvieran que ver con amor o deseo sexual eran muy lejanas. No sucedía aquello que todos llamaban tener las hormonas arriba y querer hacerlo como animal, según los libros.

Pero... pasar tiempo con ese tipo los sábados por la tarde era lo único que tenía que hacer los fines de semana, pues éramos amigos y siempre reservábamos este día dejando el trabajo de lado. Recordaré siempre que era un pervertido heterosexual que le gustaba ver relaciones homosexuales en televisión y que me ignoraba cuando estaba ahí. Yo solo quería leer un rato sin escuchar cosas pervertidas.

—Ah, ¡¿es en serio?! ¡¿No quieres hacerlo con él solo porque ambos son hombres?! ¡Vensura, mejor veo a dos chicas, el GL siempre es mejor! —gritó, cambiando de canal.

—Near, ¡¿puedes callarte de una buena vez?! ¡Quiero terminar de leer mi guion y tú no dejas de hablar como actor pornográfico! —exclamé entrando en desesperación. Me levanté en seco, le arrebaté el control remoto y tiré su helado al suelo—. Pareces una coja. –Coja: Literalmente quiere decir prostituta–.

—Ethan, Ethan, solo Ethan... —se levantó repitiendo mi nombre de una forma escalofriante—. ¿Te recuerdo que estás en mi casa, es sábado, y yo también quiero descansar después de acosar a unos niños? Que seas un anafrodita no es mi culpa —respondió con una gran sonrisa y una voz amenazante posando su mano en mi hombro. –Anafrodita: Persona que carece de apetito sexual o sentimientos románticos–.

—Oh, cierto —aparté su mano y volví tomar asiento en el sofá junto a él. Él sonrió y puso un programa de gatos que hablan sobre los problemas con emos. Cambiaba de gustos rápidamente.

Ahora que mencionaba lo de anafrodita, nunca había pensando en esas cosas, nunca me había imaginado caminando al lado de una chica... enamorado. Me era imposible ver esa escena, y de todas formas, como era algo prácticamente inmortal en esa dimensión, sería imposible estar con alguien que no lo fuera también. Porque todos debían morir, pero nosotros no podíamos a menos que nos matara el escritor.

—Creo que podría ser gay. ¿Qué piensas de eso? —cerré mi libro de golpe, volteando a verlo.

Ni si quiera yo supe que pensar acerca de la estupidez que acababa de decirle.

Near se vió inmutable.

—¿Te gustan los chicos? —preguntó, sin apartar la vista de su programa de gatos. No respondí a la pregunta, seguí avergonzado tratando de leer. Se levantó del sillón y caminó hacia mí—. No soy gay, pero no me molestaría besarte. Ya sabes, como amigos ayudándose mutuamente con sus necesidades.

Guiñó el ojo a causa de su tic, acercándose a mi rostro con una sonrisa en cada lado. Me llenó de besos la mejilla de una forma muy amable, o dulce tal vez.

Este tipo... es un subnormal.

—No, creo que no lo soy —respondí seco, empujando su rostro—. Definitivamente no.

—¿Y las chicas? —preguntó nuevamente dándole una mordida a su apio. Regresó a su lugar en el sillón.

—No, creo que tampoco.

Me volteó a ver molesto por mi respuesta.

—Simplemente eres alguien que no sabe lo que significa amor, censura. No importa el género que sea, Ethan, cuando te enamores lo sabrás y serás atrapado por la triste y emocionante fortuna del amor; todos pasan por eso, incluso yo. Ahora déjame ver a mis sensuales gatos que hablan —reparó la vista hacia su programa.

El narrador que se enamoró de la protagonista. {FINALIZADO}Where stories live. Discover now