Capítulo 38. (3/10)

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Christopher: Hasta dejarte sin conciencia—susurra—. Lo espero con ansias. ¡Gail! —grita abruptamente, y cuatro segundos más tarde, la Sra. Jones reaparece. ¿Dónde estaba? ¿En la oficina de Mauricio? ¿Acaso escuchó? Oh Dios.

Sra J: ¿Sr. Vélez?

Christopher: Nos gustaría comer ahora mismo, por favor.

Sra J: Muy bien, señor.

Christopher no saca sus ojos de mí. Me vigila como si fuera una criatura exótica a punto de salir corriendo. Bebo un trago de vino.

Christopher: Creo que te acompañaré con una copa —dice, suspirando, y vuelve a pasarse una mano por el cabello. La sra Jones nos sirve y nos ponemos a comer.

Christopher: ¿No lo vas a terminar?

Tn: No. —Miro mi plato apenas toque el fettuccini para evitar la oscura mirada de Christopher. Antes de que él pudiera decir algo, me pongo de pie y llevo nuestros platos de la mesa. — Gia estará con nosotros en poco tiempo —murmuro. La boca de Chris forma una mueca de descontento, pero no dice nada.

Sra J: Yo haré eso, Sra. Vélez—dice la Sra. Jones cuando entro en la cocina.

Tn: Gracias.

Sra J: ¿Acaso no le gustó? —pregunta preocupada.

Tn: Estaba delicioso. Simplemente no tengo hambre.

Dándome una pequeña sonrisa simpática, ella se da vuelta para limpiar mi plato y pone todo en el lavavajillas.

Christopher: Voy a hacer un par de llamadas —anuncia Chris, dándome una mirada asesina antes de desaparecer en su estudio.

Suspiro aliviada y me dirijo a nuestro cuarto. La cena fue incómoda sigo enfadada con Christopher y él piensa que no hizo nada malo. ¿Lo hizo? Sí, lo ha hecho. Me ha hecho incluso más complicado el trabajar. Él no esperó a discutir el asunto en la relativa privacidad de nuestra casa. ¿Cómo se sentiría si yo irrumpiera en su oficina, ignorando la ley? ¡Y encima de todo, quiere darme la compañía! ¿Cómo demonios voy a dirigir una compañía? No sé nada de negocios. Miro el cielo de Los Ángeles bañado en la luz rosada por el atardecer. Y como siempre, él quiere arreglar nuestras diferencias en el cuarto... vestíbulo... sala de televisión... aparadores de la cocina... ¡Basta! Todo siempre se reduce a sexo con él. Voy al baño y veo mi reflejo en el espejo. Volver al mundo real es difícil. No, no debo pensar así yo sabía que era el diablo cuando me casé con el, sólo tengo que aguantar un poco y hablar con él.
Hago una mueca en el espejo. Me veo pálida, y ahora tengo que lidiar con esta mujer.
Estoy usando mi falda de lápiz gris y una blusa sin mangas. Desabrocho dos botones, exponiendo algo de escote. Me lavo el rostro y vuelvo a aplicarme el maquillaje, aplicando más máscara de pestañas que lo usual y poniéndome extra brillo de labios. Inclinándome, luego me esponjo el cabello vigorosamente desde la raíz a las puntas y me rodea hasta los pechos. Me lo acomodo levemente detrás de las orejas y voy a buscar mis tacos, en lugar de mis zapatos de piso. Cuando vuelvo a emerger en el gran cuarto, Christopher tiene los planos de la casa esparcidos en la mesa del comedor. Hay música de fondo. Me detengo en seco.

Christopher: Sra Vélez — dice cálidamente y luego me mira curiosamente.

Tn: ¿Qué es eso? —pregunto. La música es sorprendente.

Christopher: (dice alguna canción). Te ves diferente —dice, distraído.

Tn: Oh. Nunca la había oído.

Christopher: Es muy tranquilizante, relajante —dice y alza una ceja—. ¿Le hiciste algo a tu cabello?

Tn: Me lo peiné —murmuro. Las voces hechizantes me cautivan. Abandonando los planos en la mesa, camina hacia mí, lento, a tono con la melodía.

Christopher: ¿Bailarías conmigo? —murmura.

Tn: ¿Esto? —digo sorprendida.

Christopher: Sí. —Me lleva a sus brazos y me sostiene, enterrando su nariz en mi cabello y deslizándose suavemente de lado a lado. Tiene su propio olor celestial. Oh... lo extrañé. Lo rodeo con mis brazos y lucho contra las ganas de llorar. ¿Por qué eres tan exasperante?

Christopher: Odio pelar contigo —susurra.

Tn: Bueno, entonces deja de actuar como un asno.
Ríe y el cautivante sonido resuena en su pecho. Me aferra con más fuerza.

Christopher: ¿Asno?

Tn: Imbécil.

Christopher: Prefiero asno.

Tn: Deberías. Te sienta bien. — Vuelve a reírse y besa mi cabeza. — ¿Un réquiem? —murmuro sorprendida de que realmente lo bailemos. Se encoge de hombros.

Christopher: Es sólo una hermosa melodía, Tn. —  Mauricio tose discretamente en la entrada, y Christopher me suelta.

Mauricio: La señorita Matteo está aquí —dice.

Mi esposo...el diablo. (Christopher Vélez y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora