Acompáñalo con galletas saladas

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  El reloj marcaba ya las 9:45 am y con eso la inminente llegada del primer paciente del día. El café de su taza ya estaba pasado de tiempo y era un fango frío para este punto, el cual fue descartado con cierta irritabilidad por parte de Elías. Ese era parte de su ritual matutino, ordenar su oficina a medias, tratar de hacer que el lugar se vea lo más presentable posible mientras su café perdía todo lo atractivo y carismático en el fondo de su taza de dinosaurios. Todo sería más fácil si tuviese un asistente, un pensamiento que siempre germinaba faltando unos cinco minutos para que sus puertas estuvieran a disposición de sus pacientes. Un pensamiento que su mismo espíritu tacaño sumergía temporalmente con esperanzas que no surgiera de nuevo.
Llegadas las 10:10 am y a su oficina se presenta su primer paciente. El Doctor Jacob se sienta en el sofá, elegantemente tarde, como era de costumbre, Elías noto como también en esta ocasión venía portando un pequeño contenedor de plástico. Elías, llevaba ya un año tratando al doctor, recuerda el inicio de como Jacob le contaba cómo se sentía sumergido en un abismo, como su vida no tenía sentido, desde la primera conversación Elías ya sabía que era un caso clásico de depresión. Ha sido un camino arduo con Jacob, con visitas intermitentes, recaídas esporádicas pero se ha logrado avanzar, se puede decir que ya Jacob estaba en un estado emocional estable. Ya las conversaciones actuales son para mantener un control sobre pensamientos irracionales o ideaciones que podrían tornarse peligrosas. Comenzaron la charla de manera trivial, "¿Cómo ha ido su semana?", "¿Algo que resalto durante el tiempo que no nos hemos visto?", preguntas de control, preguntas de rutina, las cuales fueron respondidas gratamente sin ninguna novedad que merezca atención. En este momento el Dr. Jacob le pregunta a Elías como ha estado su salud, ya que durante la evolución de las terapias el tema de su salud se ha tocado de vez en cuando, basándose más que todo en la nutrición y decisiones alimenticias del terapeuta. Era normal ese enfoque, ya que Jacob se especializa en nutrición y vive con la ley que la nutrición es la clave de todo ser humano saludable. Elías no escondió que no ha cambiado sus hábitos, bajo el manto permisivo de su vida ajetreada y como esta le dificulta el adoptar opciones de ingesta calórica más saludables.
El doctor soltó una risa leve, buscando a la vez el recipiente que había traído para destaparlo.
- Supuse que algo así me diría Elías, y es por eso que hoy le traigo algo que yo mismo prepare para que vea que hay opciones fáciles de hacer y mejores que esa basura rápida que come todos los días.
Comenzó a servir lo que parecía un pate de hígado en una galleta salada y se la sirve en su pañuelo. Elías se mostraba incomodo, no tanto por el ofrecimiento de comida que se le está haciendo pero por el hecho que el doctor decidió utilizar un pañuelo con sus iniciales bordados en él, obviamente caro, como plato. Pego una mordida curiosa, y los sabores inmediatamente atacaron sus papilas gustativas. Era algo suave, pero con un cuerpo fuerte, un sabor que invadía todo su cuerpo.
- Oiga doctor, ¡esto está de lujo! ¡Que delicioso!
Termino de comer, sacudió el pañuelo y se lo regresa al doctor, extendiendo gratitud por el gesto.
- ¡Ve Elías! Bien podría hacer esto usted, la receta es sencilla. Al final si desea se la puedo enviar por correo electrónico, exclama el doctor.
Elías accede y la conversación sigue hasta que el tiempo de la cita expira. Ambos se levantan de y se dirigen a la puerta. Elías le extiende la mano al doctor y le desea bienestar por el resto de la semana. Jacob le da un apretón firme y seguro y le agradece igualmente. Elías le abre la puerta, Jacob toma un paso e inmediatamente gira y le dice a Elías,
- Le diré un secreto con respecto a esta receta Elías. El hígado que utilice tiene que ser el adecuado. De ser posible tiene que ser un hígado que este con un poco de grasa, usted sabe, un hígado graso. Un hígado como el suyo....  

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