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Odiaba perder clases, porque luego debía recuperarlas en horarios poco convenientes, como el de hoy. Ya casi nadie andaba por el campus, la clase acabó antes de lo esperado y tenía que esperar a que su mejor amiga pasara por él.

Suspira.

Estaba agotado mentalmente como para sentarse a estudiar más, también ya había pasado mucho tiempo pegado a la silla, por lo que decide dar un paseo por los alrededores.

La curiosidad y el deseo de entretenerse lo lleva instintivamente al departamento de artes y humanidades, esos chicos siempre se quedaban haciendo ensayos de todo tipo, pero al llegar no se veía nada por el estilo, qué día para dejar correr toda su mala suerte. En ello ve abierta una de las puertas, con la idea de toparse con algo nuevo, camina hacia aquella dirección y entra.

El salón de utilería de la carrera de cine. Decepcionado pero con su curiosidad latente, da una vuelta por el lugar, nada logra llamar su atención, por lo que decide irse antes de meterse en problemas.

— ¡Disculpen, no fue mi intención! — grita rápidamente dándose una media vuelta, trás escuchar ruido a sus espaldas. Sin embargo, no había nada y a sus pies llega rodando una manilla de puerta, la que anteriormente vio muy a orillas de la mesa. Era la simple física dándole un susto.— Seré un idiota.

En eso su mirada da con una silueta sentada, ¿sí había alguien entonces? Pero al acercarse a ese rincón da con un especia de maniquí. Parecía de tamaño real, incluso tenía cabello, estaba extrañamente dividido por dos colores, blanco y rojo, lo toca para asimilar la textura: suave y sedoso, de mejor calidad que las pelucas que vendían en el cotillón para las fiestas. Sus facciones estaban bien marcadas, incluso estando con los párpados cerrados, se notaba el bulto del globo ocular y poseía pestañas, más que maniquí parecía un muñeco de porcelana gigante, algo hecho por un increíble artesano. Solo para asegurarse, toca su mejilla y claramente era dura. Otro detalle destacable, es que no llevaba ropa, más que la interior, quizá se la iban cambiando según la escena requerida. Mira a su alrededor y topa con un baúl abierto, se agacha y comienza a sacar todo, minuciosamente analiza las prendas hasta escoger algo de su agrado. Sin razón alguna, comienza a vestir al maniquí, muñeco de porcelana, como sea. Unos jeans, polera con cuello de tortuga y una chaqueta, sencillo.

— Te ves lindo. — sonríe acomodándole las prendas.— ¿Sabes? Hoy ni siquiera debería estar aquí y no me refiero de aquí salón de utilería, no debería estar en la universidad. Algo que ni siquiera fue mi culpa me arrastró a esta situación, es decir, ¿acaso no somos ya todos adultos como para cuidar de uno mismo? Mi profesor se enfermó y suspendió sus clases, porque el día anterior caminó bajo la lluvia con una camisa manga corta. ¿No sabe ver el tiempo siquiera? Es de conciencia colectiva que en estas fechas no te puedes confiar del brillante sol. Incluso el chico más distraído llevó paraguas ese día.

— Por otro lado, hoy tengo un concierto, tendré que ir volando con mi amiga por culpa de él, siendo que pudimos tomarlo todo con calma, ya que hoy era mi supuesto día libre. Es muy frustrante. Sin embargo, no todo es así en este día, ya no puedo ser tan pesimista como antes... de camino aquí tuve que tomar otra ruta, por unos problemas del metro y llegué por la parte trasera del campus, resulta que hay un parque, pero lo más impresionante es que en medio de él tenía un jardín de hermosos tulipanes, había de todos los colores: rojo, amarillo, azul, turquesa, rosa, morado y naranja, pero lo que realmente destacaba era la distribución, lo hicieron de tal forma que ningún color opacaba al otro, incluso se hacían brillar entre ellos, fue una escena de lo más cotidiana para aquellos que pasan por ahí cada día, pero para mí fue algo que hizo latir mi corazón con emoción por unos instantes.

— Yo... un tiempo creí que ese tipo de alegrías fugaces no volverían a conmoverme. Mi padre volvió luego de mucho tiempo, mamá estaba feliz y yo lo estaba por ella, nunca logré conectar con él otra vez, pero no era realmente necesario, frente a mí lucían muy felices, nunca me di cuenta de nada extraño, hasta que un día llego a casa y me topo con una nota de mamá, había huido, porque no aguantaba la presencia de ese hombre, él no volvió a aparecer y yo me quedé solo, sin entender nada. Tiempo después dieron con mi madre muerta, eso explicó mucho. Caí en una depresión, pero seguí con mi vida como si no la tuviera, recién este año fui por primera vez al psicólogo, realmente ayuda, aunque me costó encontrar uno afín a mí, pero valió la pena. Sigo teniendo crisis ansiosas y bajones de vez en cuando, pero luego de cinco años creo que por fin soy capaz de manejarlo. Pensé en suicidarme un par de veces, pero aquí estoy, feliz de no haberlo hecho.

— La vida es demasiado impredecible como para darle fin antes de los veinte, me he llevado muchas sorpresas y a pesar de no ser todas alegres, son recuerdos que me hacen ser quién soy ahora. Además, en cada rincón del mundo puedes encontrar motivaciones para sonreír.

Su celular comienza a sonar y atiende, asiente con monosílabos de forma repetida hasta despedirse y cortar. Tenía que ir al salón de clases por algo que olvidó el profesor, ese hombre realmente andaba en la luna. Mira a su fiel oyente, toma su mochila y retira uno de sus pin, exactamente el con forma de corazón.

— Por escucharme, —lo pone en su polera y luego acomada la chaqueta encima.— Aunque tampoco tenías de otra.

Una suave risa se aleja del lugar, saliendo ya del salón y divisa su espalda desapareciendo por el pasillo. ¿Quién? El maniquí que acababa de parpadear. Se pone de pie, con algo de torpeza y comienza a caminar fuera de la habitación.

Siguiendo la figura del joven empieza a recorrer los pasillos, contemplando cada lugar con gran asombro, curiosea en las oficinas al paso, ve a los pocos estudiantes pasar a su lado y llegando al patio respira el aire fresco, con una gran bocanada extendiendo los brazos en el aire. Se sienta en el pasto y se recuesta a observar las nubes, olvidando que seguía la figura de aquel muchacho.

Sin darse cuenta, su rostro comienza a cobrar color, sus mejillas adquieren un leve rubor, sus labios comienzan a tomar un tono rojizo y su inexpresiva cara es cambiada por una suave sonrisa. Al sentir el latido de su propio corazón, vuelve a sentarse, recuerda al muchacho y continúa con su búsqueda por las instalaciones universitarias.

Una vez lo encuentra comienza a tener un gran debate interno, aquel pin probablemente había logrado darle vida, pero sentía el deber de devolverselo, no lo sentía suyo. Su corazón comienza a latir con mayor rápidez, sus manos se humedecen, las siente algo pegajosas, estaba sudando por primera vez. Respira profundo, temeroso de volver al mundo gris de antes, se arma de valor, se quita el pin y lo acomoda en la mochila del auténtico, el cual se veía incapaz de despertar de un muy requerido sueño.

Cierra los ojos con fuerzas, esperando lo peor, todo el proceso de revivir pero a la inversa, no obstante, nada sucedió, seguía con vida y esta vez su corazón latía con rápidez por la emoción, feliz de no perder su humanidad. Le agradece al chico durmiente depositando un beso en la cabeza y corre al salón de la utilería. Al llegar, toma uno de los bolsos y guarda toda la ropa del baúl, porque tenía el pleno conocimiento de que toda la vestimenta era de su talla. Al acabar, lo cuelga sobre su hombro y se retira de aquella habitación, dejando la soledad, en camino a algo aún más nuevo que su tour, el exterior. El mundo que el chico de cabellos verdes veía cada día, el lugar donde habrían  personas que lo harían sufrir, pero de seguro donde encontraría también a los que le hagan reír, un lugar complejo y lleno de adversidades, pero primero, quería ver ese jardín de tulipanes.

–☆ –

A veces necesitamos un pequeño incentivo, dado por alguien más, para realmente vivir y salir de un estado en el que no logramos avanzar, ya sea por distintas razones:  tristeza, miedo,  dependencia, costumbre, etc.

Sin embargo, debemos entender que por muy útil que sea, tampoco debemos volvernos dependientes de este empujón, porque es sólo eso, una palmadita en la espalda para seguir caminando, el aliento para iniciar una nueva etapa y con eso, nosotros realmente ya seremos capaces de seguir por cuenta propia.

Gracias por leer. ♡

Tus palabras || TododekuWhere stories live. Discover now