Capitulo Unico.

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Desde la primera vez que lo vio, Kōyō Ozaki lo aceptó como uno de sus protegidos y subordinado. Tan solo tenía quince años, sentía pena por ese chico que a tan temprana edad se había envuelto en este mundo frío y oscuro. Con su izquierda sujetando la manga del kimono, se cubrió la mitad de su rostro ocultando esa sonrisa de sus labios mientras lo observaba, por su estatura bien podía pasar por un niño.

—¿Tu nombre? —le preguntó.

—Chūya, Nakahara Chūya.

Era enternecedor para la mujer, aquellos ojos azules de ese chico se veían decididos, sin notar miedo y mucho menos duda, una buena mirada. Esperaba mucho de ese joven y sabía que nunca le fallaría, sus instintos jamás le habían fallado en toda su vida.

—Bien, Chūya-kun. Mi nombre es Kōyō, Ozaki Kōyō, pero me dirás anee-san. ¿Queda claro~?

Una pequeña risita se le escapó a la mujer por ver esa expresión de sorpresa y quizá incomodidad del niño.

¿Por qué niño si tenía quince años? Quizá por su tan baja estatura, pero aun si fuera él más alto de los chicos de su edad, aun si llegara a tener veintidós años, ahora era un subordinado suyo y tal vez era su imaginación, pero algo en ella le decía que llegaría a ser más que un simple subordinado.

─¿Anne-san? —se podía ver la duda en aquellos ojos azules del chico lo cual solo enterneció y divirtió a la mujer. Haciendo que ahora el menor frunciera el ceño.

¿Se estaba burlando de él?

Aun si era así, Chūya ahora no podía hacer nada, pues aun si la acababa de conocer, ella era un ejecutivo de la mafia, uno muy fuerte y quien a partir de ahora sería su mentor, podría ser un chico con temperamento, pero no era un idiota, esos años en la calle le enseñaron muy bien a no juzgar a nadie por su apariencia y no actuar sin pensar.

Para cualquiera que solo la viera pasar, la tomaría por alguna mujer tranquila, elegante y sonriente. Portaba una esencia que haría que alguien bajaras su guardia y hasta iría tras ella, pero sus ojos.

Chūya tuvo que pasar algo de saliva al sentirse un poco intimidado, esos ojos. Los ojos de Kōyō eran los ojos de un asesino experimentado, una persona astuta y hasta maliciosa. Solo un estúpido bajaría su guardia al frente de ella, no por nada era un ejecutivo ¿No es así?

No fue una mala presentación, pero tampoco de las mejores.

Desde ese día, fue Kōyō quien comenzó a enseñarle a Chūya todo lo que tenía que saber de ese mundo y tal como pensó, Chūya jamás la decepcionó. No fue el primero en convertirse en ejecutivo, aunque era de esperarse si Dazai Osamu había entrado oficialmente a la mafia la misma noche que Chūya e incluso el mismo Mori Ōgai dijo que Dazai sería el primero en convertirse en ejecutivo, sin embargo, eso no significaba que Chūya fuera más débil.

La habilidad de Dazai era una muy molesta a su parecer, pero la de Chūya. Una temible e increíble habilidad que ocultaba un secreto difícil de creer, ser el contenedor de la entidad de Arahabaki... algo sacado de un cuento de fantasía aun en su mundo donde algunas personas poseían habilidades que un simple humano jamás tendría.

Al pasar los años y sin que ninguno de los dos se percatara, comenzaron a cruzaron esa línea que ambos pusieron sin mencionarla, Kōyō se abrió a ese chico y le comentó de su antiguo amor que fue asesinado por el anterior líder de la mafia al saber que ambos tenían pensado escaparse de ese mundo, y Chūya le contó su secreto provocando una tristeza en el pecho de la mujer al saber que Chūya jamás supo lo que era tener una niñez, aunque bueno, muchos ahí estaban en la misma, por algo terminaban en ese lugar.

La Verdad Más Dolorosa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora