Never be the same

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Quería lo primero disculparme por si véis algún typo o así, lo he corregido rapidísimo y se me han pasado algunas cosas que ya he cambiado. En segundo lugar gracias a msraquelberry y Galleta_Maria por haber estado en el documento de Drive en el que he perpetrado ests movida. Y por sus ánimos y apoyo. Y realmente GRACIAS a todes los que me leéis. Me hacéis FELIZ 💜💜💜

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No sabía en qué momento había pensado que irme de vacaciones a Tailandia en junio iba a ser una buena idea. Pensaba que había tenido suficiente en Cuba el año anterior con toda la humedad y el calor... Pero mi cuerpo pensaba otra cosa. Eran recurrentes las noches en las que pensaba en aquella chica morena con la que decidí terminar mis vacaciones por todo lo alto: cuatro noches de sexo desenfrenado, salvaje y con los mejores orgasmos de la historia. Todavía me daban escalofríos cuando lo recordaba y no dudaba en dejarme llevar por mis manos bajo la reminiscencia de su cuerpo sobre mí -y bajo, y al lado y encima-. Había sido tan intenso que no podía quitármelo de la cabeza.

En realidad, el motivo por el que estaba ahora en un resort en la provincia de Phetchaburi, a casi tres horas en coche de Bangkok, sofocada por el calor y la humedad, era precisamente por ella, por Ana.

Durante los pasados meses había estado siguiendo sus pasos gracias a un amigo hacker, que me proporcionó entre otras cosas su número de teléfono, un pequeño detalle que obviamos antes de despedirnos. Pero claro, ella tenía novio todavía -o lo dejó estando en la isla, gracias al alcohol no recuerdo gran parte de la conversación- cuando estábamos en Cuba, y me pareció un poco inapropiado, aunque hubiese sido un remate perfecto. Ella, la señorita hetero que descubre que el sexo con mujeres es maravilloso (y más cuando una chica como ella se te sienta en la cara) mientras piensa y sospecha que tiene una cornamenta del tamaño de Australia. Pero aparte del sexo, hubo algo que nos cambió después de la primera noche que nos acostamos; noté que nada iba a ser lo mismo.

No iba a hacerme ilusiones porque como pareja íbamos a ser un cuadro: ella tenía pinta de ser la típica chica perfeccionista que se enfadaba si algo no salía como quería y que le gustaba mandar. Yo soy más loca, más libre, siempre con ganas de crear caos allí y allá y que las cosas fuesen sucediendo aleatoriamente, sin planes. Y era feliz así. Obviamente este estilo de vida no era el mejor y me causaba ciertos problemas en el trabajo pero me gustaba ser esa persona alocada que disfrutaba sin más de todo. Y sin embargo, esa maldita canaria me había hecho venirme a Tailandia sólo para verla una vez más. O varias. Y seguir bebiendo de ella. Joder, Mimi, que tú nunca te has encoñado de tus líos, me forzaba a pensar para intentar racionalizar por qué estaba allí. Y si esta mierda no sale bien, pues a vender cocos en la playa, dije mientras entraba por la puerta de aquel lugar, encaminándome a recepción.

Había reservado mi viaje un par de días antes de que ella llegara, y me marcharía el mismo que ella, con la esperanza de que pudiese disfrutarla todas las noches. Algo en mi cabeza me decía que iba a salir estrepitosamente mal, pero quería darle una oportunidad a aquella locura.

Los dos primeros días me los pasé intentando despejarme en la playa mientras me bebía todo el bar hasta caer rendida por la noche en la cama y levantarme con la resaca de mi vida. La segunda noche me la pasé rondando a una inglesa rubia, alta y delgada que resultó tener novio, y que estaba allí con ella. Evité la pelea con el armario que tenía por pareja de puro milagro; como si hubiese hecho una tirada perfecta en carisma y elocuencia, de ésas que sólo salen de coña. Me retiré a mi habitación con el susto en el cuerpo y nada más entrar, me desvestí y me di una ducha de agua fresca. Logré quitarme el mal cuerpo y la borrachera casi de un plumazo. Me sequé un poco por encima y me tiré en la cama, completamente desnuda, a que la escasísima brisa me terminase de refrigerar. Y de repente recordé que Ana llegaba al día siguiente. Me entró otra vez calor y me puse frenética; no sabía cómo iba a gestionar todo aquello. Me empezó a doler la cabeza y quise cortar todo aquello de golpe, y no sabía cómo. Podía marcharme mañana mismo y dejar ir ese capricho que era Ana -porque sí, era un capricho, era mi capricho- y yo me olvidaría de todo e intentaría rehacerme. Pero había algo que me decía que me quedase, que ella también había cambiado desde aquel momento. Me tranquilicé, respiré hondo, y me tiré en la cama a dormir.

Never be the same // WarmiWhere stories live. Discover now