Capitulo 5: Otra noche de trabajo

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 Nueva Gehen'na, como toda metrópolis, era gigante al punto de ser monstruosa. Cada una de sus esquinas escondía secretos y cada uno de estos secretos la hacía más grotesca. Desde la vorágine de consumismo que la poseía a diario hasta la violencia naturalizada en lo más profundo de su alma de cemento, pasando por el ritmo rápido con el que siempre avanzaba aplastando todo a su paso y los cruentos crímenes que ahí acontecían a diario, todo parecía querer dificultar a sus habitantes el poder encantarse con las maravillas que Nueva Gehen'na tenía para ofrecer. Solo había dos tipos de personas que sí podían apreciar de verdad aquella urbe complicada y hambrienta: los que andaban solo de paseo (generalmente turistas cuyas visitas nunca superaban las dos semanas de duración) y los que habían nacido y se habían criado en el útero plástico, frío e imaginario de la capital. Jun pertenecía al último grupo, pero no podía querer aquella ciudad asquerosa, aunque fuera su propio hogar.

 Si algo bueno le habían traído sus años de juventud en ese lugar, es que había conocido casi cada bar, discoteca, restobar o rincón perdido en el mapa donde uno pudiera beber hasta olvidar su propio nombre. El Coyote era uno de los pocos bares que quedaba relativamente cerca del departamento de Jun y del de Elliot, como una especie de punto medio entre ambos, y que servía café a todas horas. La noche anterior se habían mantenido en pie hasta las seis de la mañana, ayudando a entrevistar a los pocos testigos que habían encontrado (de los cuales ninguno vio nada) y llevando el cadáver desarmado de la prostituta asesinada al cuartel. La detective había decidido que se merecían un buen café antes de dar por empezada una nueva jornada de trabajo. Pasó a buscar a Elliot y ambos llegaron a eso de las ocho de la noche al Coyote, donde el párroco pidió un café con crema y la mayor cantidad de azúcar posible, mientras que Jun ordenó uno negro, bien cargado y bien amargo. Era una lástima que no pudieran tomar alcohol antes de ir a trabajar. Era uno más de los muchos sacrificios que realizaban por el bienestar de la ciudadanía.

— ¿Pudiste dormir algo? —preguntó a su amigo sentado frente a ella, en la misma mesa. Lucía ojeroso y desaliñado. Probablemente ella también se veía terrible, malgastada por la rabia que sintió anoche y el insomnio que la siguió. No le sorprendió que el padre negara pesadamente con la cabeza.

— No —reafirmó con su voz—, ¿tú?

— Nada.

 El silencio se apoderó de ellos. No era incómodo, pero sí hacía que el tiempo pasara más lento y que comenzaran a impacientarse por la llegada de los cafés. Jun tomó aire y dejó escapar un gran suspiro.

— Estamos jodidos —sentenció.

 Elliot torció el labio. — Daveed está tratando de identificar a la víctima. Al menos él está avanzando en algo.

— Lo sé, lo que quiero decir es, ¿cómo supieron que...? Ya sabes.

— No lo sé —respondió con voz baja y temblorosa—, de verdad que no lo sé.

 La mujer bajó la mirada y suspiró, reconociendo su error. No era una buena idea hablar del tema cuando lo que menos quería era que Elliot sufriera otra crisis. La muñeca y la carta que habían encontrado en la boca de la víctima eran sumamente importantes, pero no iban a encontrarle el sentido a su presencia mientras que compartían un café juntos. El sacerdote cambio a medias el tema, haciéndole una pregunta hipotética a su amiga.

— ¿Si fue Camille?

— Entonces tendremos que ir tras ella y los vampiros, el alcalde y parte del departamento de policía se nos van a echar encima —respondió—. Eso sin contar los abogados.

— ¿Giovanni?

— Tendríamos que lidiar con los hombres lobo, la mafia, parte del empresariado y la guerra callejera que se va a armar entre los licántropos para ver quién será el nuevo alfa. Y también tiene abogados.

AKUMA: Una fantasía noirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora