MIRRORS

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El incesante ruido que causaba el grupo de jóvenes en sus bicicletas en mitad de la noche claramente irrumpió la tranquilidad con la que el pueblo descansaba alumbrado con los faroles de la calle. Aunque nadie le dio importancia al pequeño escándalo, era costumbre que los jovencitos saliesen por la noche todos juntos en bicicleta; es más, nadie estaba del todo seguro de en qué momento todo ese ruido había dejado de molestar. El gran grupo de amigos tenía la costumbre de darle unas dos vueltas al pueblo con tal de ir a buscar a toda la pandilla y salir en bola a cualquier lugar con buenas risas y diversión asegurada a pasar la noche del viernes, siendo el local de juegos acarde el destino más común. Aunque este fin de semana fue ligeramente diferente.

Las ruedas de las bicicletas pasaban sobre los charcos en el suelo una tras otra, salpicando agua y barro mientras avanzaban a toda velocidad en aquel camino. Al parecer el hecho de que el día anterior había estado lloviendo no iba a interrumpir los planes para esa noche, no señor, de ninguna forma. Sus risas y gritos eran lo único que lograba escucharse en aquel silencio mientras poco a poco se alejaban del pueblo, su ruidosa conversación rondaba en chistes locales y retarse a hacer alguna acrobacia improvisada tratando de no perder el equilibrio. No fue hasta que llegaron a una grande y vieja reja de metal medio carcomido por el óxido y los arbustos que se detuvieron, uno de los chicos mirándola sonrió.

—Miri, haz lo tuyo.

Una chica de cabellos cortos negros revueltos se bajó de su bicicleta dejándola caer sin cuidado, rápidamente se acercó a la reja y comenzó a treparla con la intención de llegar al otro lado. Iba a medio camino en la bajada cuando se dejó caer, finalmente aterrizó de pie ocasionando un ruido sordo. El resto del grupo no tuvo que esperar demasiado a la chica, ya que un par de minutos después ella había logrado abrir la verja. Todos entraron en bola aun charlando animadamente entre ellos y pedalearon hasta quedar delante de lo que alguna vez fue una mansión imponente. Todos bajaron de sus bicicletas y se acomodaron en círculo, de forma que pudiesen verse todos, aunque uno de ellos estaba particularmente nervioso.

Un joven de cabello rubio no paraba de moverse en su lugar: golpeteaba el suelo con un pie y se mordía los labios mientras jugaba con las mangas de su abrigo. Cabe destacar que ninguno de aquella pandilla de amigos pasaba de la edad de quince años. El rubio solo esperaba a que su amigo Joshua se dignara a decir el por qué se habían reunido en "la mansión maldita del pueblo", ya que solo ellos dos y otro chico llamado Alan lo sabían.

—Bien chicos—Joshua dijo finalmente subiéndose a un tocón para que todos pudiesen verlo, ya que por su baja estatura realmente no lograría que los demás le prestasen atención sin subirse a un lugar alto—, se preguntarán por qué nos reunimos en este lugar tan espantoso en lugar de ir a los bolos como Kat y Angie habían sugerido. Pues déjenme decirles que esto tiene una muy buena explicación qu-

—Cris y Josh apostaron en el acarde la semana pasada. Cris perdió y este es su castigo, fin de la historia—dijo Alan cortando de golpe a su amigo. Joshua lo miró indignado mientras los demás (o más bien unos pocos) intentaban contener la risa—. ¡No me mires así! Seguramente ya estaríamos en el año dos mil si te dejaba contarlo con lujo de detalles.

—A veces en serio te detesto—espetó Joshua y se aclaró la garganta—. En fin, debido a que Cris no quiso aceptar que yo era mejor que el en los karts y termino perdiendo, su castigo es una "prueba de valor".

»Creo que todos conocen más o menos la historia de la vieja casa Rosewell, y los que no se las resumo: cuenta la leyenda que hace unos cien años tres familias algo acomodadas compartían esta casa. Una de las hijas de los legítimos dueños de la casa se enamora de un joven prometido con otra mujer, pasan cosas y ella hace un ritual satánico que sale mal con la intención de que el tipo ese se enamore de ella, en lugar de eso ella invocó a un ser maligno que acabó con casi todos los que habitaban aquí y terminó por consumir el alma de la chica. Luego, una familia muy rica la compró y hubo un incendio que acabó con la mitad de la casa dejándola irreparable.

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