~Capítulo 17~

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Estoy yendo hacia el hotel. El bus va lleno, demasiado para mi gusto. Pero pese al amontono de gente, el malhumor de algunos, y la poca empatía del chofer, mi mente se mantiene tranquila.

Tal vez se deba a la música de violines y piano que estoy escuchando. A la hora de relajar mi mente, de pausar un poco el torbellino de mis sentimientos, escucho covers con esos instrumentos que tanto amo.

O tal vez se deba a lo que sucedió anoche con la llegada de Aiden al bar. Cuando estuvo frente a mí no me arrepentí de haberlo llamado. A diferencia de ello, sentí que hice bien.

Sólo que, al principio, no lo comprendía; ¿por qué lo llamé? ¿Por qué sentí que estuvo bien?

Y las respuestas a mis interrogantes, que me marearon más de lo que ya estaba, se presentaron con sus palabras en el auto. Con la seguridad que tuvo al decirlo, con su notoria sinceridad, y con su tierno y tímido "Yo también te echo de menos"

Me pregunto por cuánto tiempo dejaré que Aiden sea parte de mi vida, y no sólo él, sino también Jeremy. Tengo miedo de asustarme una vez más y espantarlos. Sólo que, si lo hago, no habrá vuelta atrás. Una vez puedo dar el brazo a torcer, dos no. Tal vez ellos merezcan más de una segunda oportunidad, pero yo no.

Por más que Aiden me diga lo contrario, y tal vez Jeremy lo comparta, sé que no soy una buena compañía. Puedo escuchar sus problemas, aconsejarlos, y todo lo que implica ser una buena amiga. Pero la cruda realidad es que soy una bomba de tiempo, un vaivén de emociones, y contengo mil caretas para ocultar a la verdadera y horrible Mackenzie.

Detenerme a pensar en eso, y a ahondar en el tema, me lleva a desear coger la botella de falsa agua y beber el vodka.

De hecho, con tan sólo recordar que la traje conmigo una vez más, se me hace agua a la boca. Suspiro profundo una y otra, y otra vez. Cierro los ojos y me dejo llevar por el ritmo del piano tocando Apologize. Mi cabeza se mueve al sonido de sus notas, al igual que mis dedos, como si fuera yo quien lo estuviera tocando.

Hasta que, finalmente, consigo calmarme y abro los ojos. Estoy a punto de llegar al hotel, y debo apartar de mí la idea de beber el vodka. Al menos hasta la hora de descanso.

Cuando estoy a pocos pasos del hotel, veo que el auto de Aiden se estaciona en la entrada. Se dirige hacia la puerta trasera y la abre. Una señora mayor se baja con la ayuda de Aiden, y le dice algo que le provoca una sonrisa.

—¿Segura que puede con su equipaje? Puedo ayudarla —le dice Aiden al ver que tiene que cargar con dos valijas.

—Tranquilo, niño, tengo cuerpo de vieja pero alma de mujer joven —ambos se ríen— Puedo sola. Toma, ten tu propina por ser tan amable y charlatán.

Aiden se niega a aceptar la propina, hasta que la mujer insiste y se cruza de brazos. Una vez que se guarda el dinero extra ganado por su simpatía, la mujer entra al hotel.

Sus ojos se clavan en los míos, y es ahí cuando me doy cuenta de que llevo parada aquí hace un buen momento. Una sonrisa enorme y sincera se dibuja en su rostro, tan linda como contagiosa, porque yo también sonrío.

Se acerca a mí con pasos seguros, como si mi sonrisa le hubiese dado el visto bueno para hacerlo.

—Mackenzie.

—Aiden.

Sonríe.

—¿Cómo va todo?

—Bien, ¿y tú?

—Muy bien de hecho.

Nos miramos el uno al otro, fijamente a los ojos. Luego Aiden recorre mi rostro con su mirada, y vuelve a detenerse en mis ojos, para luego sonreír.

Tú, mi refugioWhere stories live. Discover now