Descontrolarse

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A Steve no le gustaba la navidad.

No desde que era un niño y este tal Santa Claus le llevaba los peores regalos del vecindario. Aun menos cuando descubrió que esos regalos que tanto despreció como niño egoísta eran lo mejor que su madre podía conseguirle, y que cada año se mataba por conseguir dinero para uno más.

Siguió odiándo la fecha cuando resultó que en esas épocas no podía ver a Bucky porque su familia se iba a visitar a sus abuelos. Trató de volverse indiferente cuando, ya consciente de sus sentimientos por su alma gemela, y estas fechas como épocas en las que las parejas pasaban momentos juntos, ellos tenían que ir por ahí como amigos y no tocarse.

En la guerra ni siquiera lo pensó.

Setenta años después, ver la ciudad adornada y la gente rodeada de sus seres amados mientras que a él no lo dejaban entrar al hospital de Peggy por el poco personal que quedaba para cuidar, lo hacían sentir enojado.

Ahora, en cambio, Tony le había pedido que hicieran una cena navideña para el equipo. Algo para que se relajaran, para que se sintieran en casa. Se había hasta tomado la molestia de adornar y ser participe directo de la organización.

Por eso, mientras Steve picaba las frutas que se usarían en el ponche, lo último de la comida que faltaba, por primera vez desde que tenía memoria, sentía un poquito de esperanza dentro de sí.

Natasha había ido a buscar a Clint que se suponía llegaría a ayudarles, ella se había marchado disculpándose por dejarlo, pero decidida a traer a su amigo porque era por él que estaban haciendo todo un día antes en lugar de durante la fecha correcta como para que no los ayudara. Fue desde ahí donde notó a Pepper pasar de manera más rápida y descompuesta de lo que era su andar normal. Por eso salió de inmediato detrás de ella preocupado porque algo pudiera estar sucediendo.

–Pepper –la llamó. Ella se detuvo y limpiándose los ojos de lágrimas se giró a mirarlo–. ¿Estás bien?

–Estoy bien. –Por la forma en la que lo dijo, un mal presentimiento comenzó dentro del soldado.

–Está... ¿Tony está bien?

Pepper sonrió, pero fue la mueca más triste que él jamás hubiera presenciado y dio un paso en su dirección dispuesto a consolarla, pero ella le contestó primero haciendo que se detuviera.

–No sé si él esté bien. Egoístamente, me gustaría creer un poco que no, pero la verdad es que espero que sí lo esté. Después de todo, yo ya no soy la persona que él ama. –La mirada que le dedicó lo hizo sentir expuesto. 'Tú lo eres' decía directamente– Creí haber dicho que me quitaría del camino. –Fue la manera en la que dijo lo que ya había comenzado a sospechar. Habían terminado. Específicamente ella lo había terminado, porque sabía que Tony nunca lo hubiera hecho, lo sabía, había visto el anillo. Steve se sintió avergonzado de inmediato. Bajó la cabeza y apretó los puños a los costados.

–Lo siento –le dijo sintiendo que sus palabras se atoraban en su garganta evitando que incluso el aire entrara a sus pulmones.

–No tienes de que –Steve no podía verla, pero notó el temblor en su voz–, yo quiero mucho a Tony y me interesa más su felicidad que lo que sea que pudiera ser nuestra relación. –Steve levantó la vista y observó el rostro de una mujer que entendía cuándo debía irse– Sé que lo dejo en buenas manos.

Pepper salió de la torre sin decir más.

Él se quedó allí de pie, en medio de la sala de estar, con un vacío en el pecho y la culpa carcomiéndolo desde lo más profundo de sí. Había arruinado una relación ¿No es cierto? Había llegado y se había inmiscuido en la felicidad de alguien más.

Después de tu alma gemelaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang