Prólogo.

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Un precioso rayo de sol caía sobre la alfombra persa que había delante del escritorio, haciendo que todo se sintiera más en paz, o al menos para mi eso parecía.
—Señoritas, para mañana deben crear un discurso.— dijo la Señorita Williams mientras nos observaba detenidamente.— Debe ser preparado como si ustedes fueran el nuevo líder de una nación y estén en su ceremonia de juramentación, plasmen sus ideas y cualquier tipo de proposición para esa población que espera sus ordenes.
Francesca levantó la mano con un gesto delicado un par de segundos luego que terminó la Señorita Williams. Ella asintió y Fran preguntó.
—¿Quién estará presente al escuchar el discurso, madame?— había dicho con voz firme pero suave, tal cual nos había hecho practicarla miles de veces; era buena pregunta, pues dependiendo de quiénes estaban presentes para escuchar el discurso podría variar el enfoque de clase obrera o a otros mandatarios.
—Estarán todos y cada uno de las personas que trabajan, ayudan y limpian este maravilloso lugar.— dijo sonriendo un poco, sabía que eso nos pondría nerviosas, por lo que se apresuró a decir.— Me temo que ésta sería una prueba importante para ustedes, pero no se asusten, es el primer discurso que darán de este tipo, no espero que sea perfecto, sólo quiero evaluar cómo se sienten con el público y con la presión de hacer un texto sustancioso para mañana por la noche.— hizo una pequeña pausa y continuó.— Y si no hay más preguntas, pueden tomarse el resto de la tarde para comenzar inmediatamente a trabajar
—Muchas gracias, madame.— dije como un reflejo, ya estaba acostumbrada a agradecerle fervientemente cualquier aplazamiento o suspensión de lecciones.
—Las espero mañana por la noche, señoritas, que tengan una buena tarde.— dijo la Señorita Williams mientras nos hacía un gesto para que nos levantaramos de nuestros asientos.— No duden en llegar a mi para cualquier orientación que necesiten.
—Gracias, madame, esperamos que también pase buena tarde.— le respondió Fran y comenzamos a caminar por el pasillo.
A mitad de las escaleras nos cruzamos con un par de ayudantes que iban murmurando algo entre si, quizás algún escándalo entre los trabajadores o cualquier otra cosa, realmente no les presté demasiada atención, mis piernas fallaban cada vez que pensaba lo que realmente haría mañana, era absolutamente abrumador.
—Prométeme algo.— dijo Fran al llegar al final de las escaleras, se giró un poco y me observó.— Quizás no debamos, pero dime cuando mi discurso se está saliendo de tono, hazme una señal o algo, no quiero parecer excesivamente nerviosa o descontrolada con todas esas personas observandome... Yo... No puedo decepcionar a mi padre...
—No te preocupes, Fran.— dije interrumpiendola mientras tomaba una de sus manos mientras caminábamos a nuestras habitaciones.— Prometo interrumpirte si tu discurso se desvía demasiado, así a la Señorita Williams le de un ataque por mi descortesía.
—¿Así le dé un ataque?— dijo esperanzada, estaba intentando tranquilizarla y lo estaba logrando.
—Así le de una jaqueca infernal por todo lo que me vaya a regañar.— dije y ella sonrió.
—Está bien, yo haré lo mismo por ti.— dijo ella dandome un corto abrazo y luego se despidió agitando la mano.
Pasé casi toda la noche despierta, parte de la mañana ensayando y cuando la Señorita Williams fue a comprobar si estaba bien me encontró dormida en la silla que había colocado delante del espejo, por mi suerte no me regañó como habría esperado, sólo me aseguró que si no dormía la noche anterior a los discursos me entraría una epidemia de bostezos en la presentación. Fue una estrategia cruel, porque más tarde descubrí que eso es una completa mentira.
Se acercaba el momento y yo no sabía que ponerme, así que sólo opté por un vestido azul celeste hasta la rodilla, unos zapatos de tacón mediano de un tono más oscuro que el vestido y mi cabello suelto en finas ondas que caían sobre mis hombros. Este tipo de azul hacía que me viera aún más rubia. Bajé acompañada de un ayudante que se había colocado un traje formal negro para la ocasión.
El discurso de Francesca fue espléndido, tocó temas como la nueva estrategia que podría implementar para que las filas del ejército sean más numerosas y un sin fin de propuestas en beneficio de los ciudadanos. Todos la aplaudieron, y en un momento determinado se convirtió en ovación, fue increíble, no había sido necesario interrumpirla en ningún momento.
Ella me había abrazado y me susurró "gracias y suerte" al bajar del podio.
Era mi turno.
Se podría describir este momento como el más nervioso que he tenido que pasar, las piernas me temblaban un poco y el vacío en el estómago hacía que diera vueltas en mi lugar. ¡Era como una montaña rusa allí parada! Coloqué las manos sobre el podio y respiré, ya lo había ensayado, no tenía nada que temer, nada podía salir mal, esta era mi primera vez hablando en público así que no tenían nada que esperar.
Para ser sincera, olvidé mis anotaciones, olvidé las técnicas de respiración y olvidé casi todo a excepción de los puntos que quería tratar. Hablé sobre la seguridad de las personas y cómo eso podría hacer repercusión en que dudaran del sistema de gobierno, traté uno de los puntos que Fran también había dicho sobre mejorar la calidad del oxigeno pero agregué el factor de fomentar la plantación del propio oxigeno de la ciudad para que las tazas de cobro no sean tan elevadas.
Hice una pausa diciendo que esta era mi primera vez, que no podía abarcar todas las fallas que había en un liderazgo y resalté que el Presidente Ticknor lo hacía muy bien; luego continué explicando algunos posibles métodos para mejorar la alimentación y el rendimiento de los trabajadores, ya que ellos hacen una parte importantísima de la infraestructura de esta gran máquina, por último dejé el tema aún más delicado, y es la abolición de una ley que en lo particular me parecía tan absurda como inútil.
Terminé mi discurso explicando que yo no podía ser una lider de una nación, pero podría ayudar a construirlas con mi buen aporte, expliqué que siempre una mente fria ayudaría al mandato de cualquier gobernante, así sea nuevo o viejo.
Y luego, el silencio era tal que podía escuchar nada más mi respiración. Estaban congelados, esas estatuas sólo me miraban por tanto tiempo que me sentí realmente incómoda y bajé del podio y me dirigí fuera del salón.
No sabía a donde ir, no sabía porqué no me habían aplaudido ¿Tan terrible lo había hecho? Mis pies inconscientemente me habían traído al laboratorio, estaba observando como se moldeaba fácilmente una materia con mis dedos cuando el Doctor Sisigalmbis entró tieso como un robot mientras me observaba.
No sabía si a él le molestaría que yo me fuera dirigido aquí, estaba tranquilo, sin embargo, sólo se limitó a mirarme por un rato como moldeaba la materia entre mis dedos, al final comenzó a reírse y me sentí como si se estuviera burlando de mi.
—¿De qué te ries?— le dije brusco sin mirarlo, estaba intentando contener las lágrimas desde que me bajé del podio, pero si continuaba probablemente se convirtiera en un mar de llanto el laboratorio.
—De que saliste huyendo.— dijo simplemente, lo miré por fin esperando más explicación, puso sus manos en mis hombros tranquilamente para que fijara mi atención en él.— Simplemente te bajaste del escenario y saliste caminando de allí.
—¿Que querías que hiciera?— pregunté molestandome un poco más, esta conversación se estaba convirtiendo en un autentico debate.
—Nada. Eres una maravillosa oradora, creo que puedes llegar muy lejos, pero ese no es tu mayor virtud que debo elogiar con ese discurso, porque de ser así te estaría diciendo lo mismo que la Señorita Williams.— levantó mi cara con su mano y limpió con su pulgar una lágrima rebelde que se había escapado.— Creo que la sinceridad con la que hablaste, con los hechos tan realistas que expusiste fueron los que realmente te hicieron ver como un ser superior, que no sólo busca su bienestar, sino también el de las colonias. Nos dejaste pensando a todos.
—Entonces ¿Por qué todos se quedaron callados?— había preguntado con lágrimas en los ojos, ya a estas alturas corrían como ríos por mis mejillas.— ¡Ni siquiera aplaudieron, Maneck!
—¿Acaso viste la magnitud de tus palabras?— preguntó agitando un poco mis hombros para animarme.— ¿Recuerdas la última parte, donde decías que no podías ser una Líder para las colonias pero que podías construirlas con un buen aporte y mente fria?— asentí para que continuara.— ¿Eso cómo nos dejaba a nosotros? ¿Crees que al Presidente Ticknor no le hizo abrir un poco los ojos? Eso fue espléndido, y creo que todos estábamos tan impactados que, de la boca de una señorita, haya salido tal verdad que se nos olvidó por completo aplaudir. Puedes creeme, tienes el don de controlar masas con un buen discurso, no es sólo tu porte y elegancia, es lo que sale de tu boca. Lo que hiciste allá, fue una pequeña demostración y nada menos que con las personas más importantes de Nueva Rusia.
Y luego me besó, un poco torpe y desesperado, pero lo hizo muy sutil.
La conversación que tuvimos después no la recuerdo, sólo tengo pequeños momentos borrosos, era un poco difícil concentrarse cuando estaban pasando tantas cosas en el mismo momento.
"...te hicieron ver como un ser superior..."
"...todos estábamos tan impactados..."
"...fue una pequeña demostración..."
"...tienes el don de controlar masas con un buen discurso..."

El Planeta Desconocido - El Error.Where stories live. Discover now