Canción

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Vi, enterrada una espada
en mi pecho,
tu rostro desecho,
tu boca empapada
y la razón para poner fin a una lección.


Porque sólo yo sería tan idiota,
que por volver a ver esa sonrisa tonta,
te dejase escuchar otra canción.


Y aquí estoy, de pie en mi ataúd,
dejando pasar la tenue luz
que me toca, me envuelve y me atrapa
y me cose la boca.
Que me sella bajo una cruz.


Mi perdición, mi salvación,
bajo el salvaje oleaje del mar azul.


Poemarium #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora