Capítulo 1

21 2 2
                                    

Era sábado y el primer fin de semana que estaba oficialmente de vacaciones, era enero así que en realidad las vacaciones aun no habían iniciado pero yo ya había decidido no presentarme más a clase. La verdad es que no aguantaba más el tener que levantarme temprano a esperar al autobús en la parada mientras el viento me cegaba por completo, tengo la vista muy sensible cosas como el viento, el sol o el humo tienen un efecto terrible en mis ojos, todo el tiempo están rojos y entrecerrados. 

Pero no crean que eso me hace un inútil, me fascina dibujar y lo hago bastante bien, claro que para hacerlo debo hallar la iluminación perfecta, no solo para evitar que mis ojos se fatiguen sino para que la sombra de mi mano no cubra el papel en el que estoy dibujando, también necesito estar inspirado en algo en específico y más que nada necesito música de fondo, recientemente escuché e.

Pero como iba diciendo,  me hartaba tener que esperar al maldito autobús, nunca me subía en el primero que pasaba. El descuidado del conductor perdía la noción del tiempo y siempre iba con el tiempo tan justo que para poder llegar al siguiente control a tiempo se pasaba las últimas paradas del recorrido sin detenerse a que nadie se suba o se baje.  A veces no era solo el primer autobus, sino también el segundo y el tercero en varias ocasiones. Uno tenia que pararse en plena carretera cuando este venia avanzando a toda, para que así al menos parase, la mayoría de veces que hacia eso ellos paraban, otras veces solo me rodeaban sin frenar ni un poco.

Pero ahí no acaba, al llegar a clase tenía que aguantar la cara larga del profesor que estuviese a cargo, estoy seguro de que todos los profesores, incluso los suplentes, se sabían mi rutina de entrada. Primero golpeaba la puerta tres veces, si nadie la abría o respondía al cabo de un minuto la abría yo mismo y asomando la cabeza por la puerta decía. 

--Lamento llegar tarde, ¿me permite pasar por favor?-- , todos en el aula se volteaban a verme como si no supieran que era yo, que cretinos. Seguido a eso entraba rápidamente y colocaba mi abrigo en el espaldar de la silla, sacaba el libro de la materia que tuviese en ese momento y miraba al frente.

Como me fastidiaba tener que hacer eso a diario, pero ahí no termina, junto a mi se sentaba esta chica, Natalia. Era una chica de lo peor, se los juro, siempre después de que el profesor retomaba la clase, ella se volteaba y me preguntaba porqué había llegado tan tarde, como si no le hubiese respondido ya esa pregunta a diario. Natalia era la primera persona con quien tuve una conversación de verdad en el instituto, no era una gran conversadora pero tampoco era de esas personas que se quedan calladas esperando a que uno continué con la conversación todo el tiempo, sin embargo a veces hacia bromas de lo mas estúpidas, de esas que no dan nada de gracia y uno se pregunta si en realidad eran una broma.

Todos los días salia a los rescesos a comer con Natalia en la cafetería, nunca servían nada decente, de verdad. Creo que debí haber bajado un par de kilos desde que comencé a estudiar allí, pues lo único que compraba eran paquetes de mentas, siempre compraba dos o tres paquetes. Eran buenísimas, no he visto que vendan mentas de ese tipo en ningún otro lugar, vienen en envases de plástico de colores, de hecho esa era la razón por la que las compré la primera vez, el envase era bastante agradable y su sabor es perfecto, quiero decir que no tiene un mentolado excesivo como las demás mentas.

Creo que eso es lo único que extrañaré de ese lugar, pero no tanto como para pasarme por ahí un día que ande cerca. Aún no les había dicho a mis padres que había decidido no ir mas a clase y no me volvía loco la idea de hacerlo. Lo bueno de aquel instituto en este caso, es que los estudiantes no les importan un rábano a los superiores, así que estoy seguro de que no llamarán a decir que he faltado.

Como había dicho antes, era sábado y había quedado en salir con unos amigos. No habíamos hecho nada juntos desde año nuevo cuando fuimos a acampar y volví a casa con la tibia hecha trizas. Estaba trepando un árbol enorme cuando de repente empezó a llover, no le dí gran importancia a la lluvia y seguí trepando, al llegar a la parte mas alta del árbol comenzó a granizar, empecé a bajar lentamente, cuando de repente un hielo enorme del tamaño de una cabeza me cayó en la espalda con una fuerza tremenda y me tumbó. Caí sobre mi brazo izquierdo por suerte, de haber sido el derecho no hubiese podido dibujar por un largo rato y eso me hubiese deprimido terriblemente. Mis amigos son de esas personas que le agradan bastante a uno desde pequeño porque siempre se lo pasa bien en su compañía y obviamente conforme crecemos también, así que naturalmente estaba ansioso de reunirme con ellos, habíamos quedado en ir al parque, en la tarde darían un concierto, se presentaban Los Radar, una banda local bastante buena.

Historia con títuloOù les histoires vivent. Découvrez maintenant