Punto y Coma

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Otro hecho lamentable acababa de sucederle a Enrique ¿Por qué a él? Siempre me lo preguntaba, pero nunca me lo podía responder, creo que no debo ser yo quien responda esa pregunta.

De repente las voces de la gente interrumpieron mis pensamientos, gente hablando como si mi amigo estuviera muerto, hablaban diciendo: "Pobre Enrique, tenía toda una vida por delante" una de esas personas dijo: "¿Pobre? Si él se lo buscó; para colmo, no fue el único que tuvo que sufrir las consecuencias de su accidente, hizo que uno de sus amigos se llevara una buena parte. Bueno, por lo menos ya no va a molestar a nadie durante las altas horas de la noche con esa maldita moto. Por lo que me comentaron quedó destruida al igual que él".

No soportaba escuchar a gente hablando así de mi mejor amigo, hablando como si estuviera muerto; bueno, aunque muy lejos no estuvo. Yo ya me sentía bien, empero, un poco ignorado, pero eso siempre fue normal en mí. Ya podía levantarme y dejar esa camilla cubierta de sábanas blancas; pero Enrique, a diferencia de mí aún no podía levantarse, así que lo dejé descansar. Al intentar tomar el picaporte de la puerta para abrirla pasó algo muy extraño, no pude abrir la puerta; así que, sin enrollarme más con eso, salí atravesando las paredes del cuarto hasta llegar a un corredor y me dirigí a la salida del hospital.

Afuera estaba nevando, todos andaban muy abrigados, claro. Todos menos yo. Yo me sentía muy a gusto con mi remera negra y mi short rojo; en sí no sentía ni frío ni calor. Llegué a mi casa pero como de costumbre allí no estaban mis padres, sólo estaba mi hermano menor durmiendo en su habitación. Me dirigí a mi habitación pero cruzando la cocina encontré sobre la mesa algo que me llamó la atención, había una nota que decía "Fuimos al hospital, volveremos tarde". Como de costumbre le dedicaban más atención a Enrique que a mí; como de costumbre le dedicaban más atención al hijo de la vecina que a mí. Pero a pesar de las famosas comparaciones de mi madre nunca sentí envidia ni enojo contra Enrique porque él era como un hermano para mí. Dejé la cocina y en vez de ir hacia mi cuarto fui a la puerta de entrada de la casa; no la pude abrir así que salí otra vez atravesando las paredes. Cuando terminé de salir fui hacia el patio delantero de mi casa y encontré a mi padre y a mi madre. Ellos siquiera me dirigieron la mirada, es más, ni siquiera recibí una crítica o una queja de mi madre; simplemente abrieron la puerta y entraron en mi casa. Ese último encuentro que tuve con mi madre fue muy diferente a los de siempre, demasiado diferente para mi gusto ya que escuché la voz de mi madre gritando con tristeza desde dentro de mi casa "¡Sabía que no tenía que haberlo dejado ir con Enrique!".

De repente sentí un golpe en mi pecho, luego otro, luego otro, y antes de recibir el siguiente fui corriendo al hospital esperando que pase lo inesperado, pero no fue así y al entrar vi a Enrique ahí parado como si hubiese estado esperándome. Le dije "Hola hermano sabía que te recuperarías" pero él no respondió palabra alguna, simplemente cayó plasmado en el piso. Fui tras él y cuando quise levantarlo no pude, otra vez era incapaz de hacer algo por él; me sentí un inútil. Era como si mis manos se deshicieran cada vez que intentaba agarrarlo, levantarlo o tocarlo. Comencé a gritar pero sólo yo me escuchaba. De pronto escuché cómo se abría la puerta del dormitorio, volteé la cabeza hacia atrás para ver si alguien había entrado en la habitación y poder pedirle ayuda, pero no logré ver nada. Cuando volví mi mirada al lugar donde estaba Enrique, él ya no se encontraba. Con la cabeza llena de preguntas, me acerqué al lugar donde estaba mi camilla, porque había olvidado allí mi billetera; pero no la encontré. Lo que sí encontré fue lo que menos esperaba encontrarme, me veía a mi mismo postrado en esa camilla.

Se respondieron mis preguntas, podría decirse que ahora todo tenía sentido pero no, no lo tenía; yo estaba en coma. No pude soportar esa imagen y miré hacia la camilla de Enrique y también él estaba allí postrado y al igual que yo, en coma. Más confundido que nunca intenté llorar pero no pude; y en eso, otra vez escuché la puerta abrirse. Era mi amigo. Intentamos abrazarnos pero no pudimos. Sin decirnos una palabra nos acercamos a nuestros cuerpos pero antes de terminar le hice esa pregunta que siempre quería decirle pero nunca me atrevía a hacerle. Le pregunté:

- Hermano ¿Por qué siempre a vos te suceden cosas malas?

A lo que él respondió:

- Porque el que busca encuentra. Jugué mucho a las escondidas con la muerte pero al no encontrarla dejé de buscarla y ella me encontró a mí. Te quiero pedir perdón porque te arrastré conmigo pero estoy contento, ya que siempre quise morir acompañado.

Sabiendo ya la respuesta a mi pregunta entendí que era simple y estúpida, sin respuesta; así que resignado por la respuesta mediocre que me diera Enrique, ambos desconectamos los cables del respirador artificial simultaneamente.

Abrí mis ojos, levanté mis manos; por alguna extraña razón una pesaba más que la otra. Palpé un objeto y tras mirar mi mano izquierda descubrí que era un libro; se titulaba "Punto y Coma" debajo decía "por Kenneth". Lo abrí y comencé a leerlo y cuando dirigí mi mirada hacia el principio, leí las siguientes palabras:

"PUNTO FINAL".

Punto y comaWhere stories live. Discover now