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Capítulo 4:

"Debo estar alucinando ¿Ese es Carlisle Cullen?"

Jueves 30 de septiembre.
Forks, Washigton
11:30 am.

Al fin había logrado tener un gran sueño, mi cuerpo aun se sentía cansado, la poca luz del día empezó a despertarme, llevé mis manos a mi labio, ya que me molestaba la baba.

Respiré hondo, exasperada, cada día me sentía más boba por no poder manejar bien mi cuerpo, aunque aquello fue mala idea, ya que tanto eso hizo que mis pulmones no soportaran ese esfuerzo tan repentino por mi parte, obligándolos a recibir aire, pero tan rápido se me secó la garganta que nos pude evitar toser. Tanto que empecé a toser acompañado de aquel sabor metálico y típico de la sangre.

Intenté dar con el vaso de agua que dejé en la mesita de noche, pero mi mano derecha falló y lo tiró al suelo. Me mordí el labio para apaciguar la tos. Pero no podía y eso empezaba a inquietarme por lo que con esfuerzo entre cada tos logré tomar mi móvil, y llamar a urgencias.

Me estaba asustando, nunca había tosido tanto, enseguida me atendió una de las tantas recepcionistas, Margarita, y dijo que aguantara que la ayuda ya iba en camino.

Intenté ser fuerte, pero mi corazón parecía querer salir de mi, sentía frío, tanto que apenas podía mover mis manos, cada vez me costaba respirar, cada dos por tres me atragantaba con la sangre. Sentía que todo iba perdiendo sentido a mi alrededor, tanto que solo logré escuchar un estruendo de la puerta y...

—¡Resista! Bruley, traigan el respirador... –una voz masculina.

Fui dejando de sentir mi cuerpo, y la oscuridad me envolvía en sus brazos. «¿Tan fácil es morir?»

°_°_°_°_•

Narra Carlisle.

Cada día era un día mejor, los pacientes en el hospital nuevo a que asistía era de visitas normales a las consultas. Habitualmente habíamos regresado a Forks a nuestra casa en el bosque. Por lo que el tratado de paz con los lobos estaba en pie, nuevamente.

Hace pocos días, Alice empezó a anunciar que alguien nuevo conoceríamos pero solo hasta ese punto. Y sólo principalmente, que yo sería el contacto directo con aquella persona. Mas luego ningún detalle más pudo darme.

Por lo que ahora me encuentro a punto de dar mi tablilla de atención, acabo de atender a mi ultimo paciente de la mañana. Por lo que fui junto a Margarita para preguntar si había más pacientes.

Pero en ese tiempo pude ser testigo como la ambulancia se escuchaba desde afuera, con la alarma de urgencia, y poco después en una camilla con dos enfermeros ingresaron alarmados y acelerados, intentando sacar la sangre de la joven paciente. Aquello me había intrigado.

¿Que es lo que le habría sucedido?

Mas me dio intriga al ver a un compañero de urgencia, y quirófano, llegar preocupado y ordenar la situación. Una vez que entraron a la sala de urgencias los perdí de vista.

—¡Válgame Dios! Era la Señorita Bruley –ahoga un gemido de angustia, la señora Margarita.

La mira tranquilizandola.

—¿Qué trato tiene usted con aquella paciencia, Querida Margaret? –pregunto curioso.

Parece afectada, su mirada expresa pena y tristeza, cuando ve como esa camilla se pierde en la sala de urgencias me observa.

—Fue la jovencita Bruley Riveros, hace como un mes ha llegado, es una guerrera, pero si quiere más información, habla con el Doctor Jersey, él es su médico de cabecera. –explica Margaret.

Último deseo (Crepusculo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora