El Banco, Magdalena, Colombia

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          Este pueblo de día lo detestaba, eran muchas las razones: la mirada de los trabajadores de los embarques hacia nosotros era de desdén, las burlas de los mercaderes, las bocinas de los ciclos taxis anunciaban sin cesar la candidatura de Priscila al senado mediante un género musical aún más detestable. Asimismo, el incandescente sol desde muy temprano se ponía para darnos en la cara con todo su resplandor, como también estuviera en contra de nosotros. Aún así, no era momentos de angustias, al final y al cabo eramos 3 jóvenes capitalinos (cuyo país está sumergido en una crisis) vendiendo chicha en un pueblo que no es ni la octava parte de nuestro lugar de origen, pero sí con el mejor poder adquisitivo.

          Tan solo necesitábamos que alguien probara nuestra chicha. Día tras días pasábamos a vender al mercado, era el lugar donde más transitaban personas. Luego de varios días, pasando por los mismos lugares, observando a las mismas personas, recibiendo insultos de los mismos tíos nacionalistas, nos dimos a conocer. Lo bueno de estar en un pueblo pequeño es que si le das a probar algo a un habitante y les gusta, no hay necesidad de pagarle a un publicista.

          Más tarde, las burlas y los insultos fueron sustituidos por habituales y modestias sonrisas, no todos lo hacían, pero, era un avance. Algunos se atrevían a imitar nuestro acento, lo que me demostraba lo poco que sabían acerca de los Venezolanos. 

RisilientesWhere stories live. Discover now