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Un idioma que cuesta romper las barreras.

Le gustaba hacerse el tonto dando vueltas alrededor, perdiendo el tiempo tanto como fuera posible, le sonríe ese chico parecía tan dulce simplemente centrado en su dibujo.

Viéndolo a través de la venta del tercer piso.

Resaltando entre sus compañeros por su flamante cabellera rojiza, no era la primera vez que lucía tan perdido.

Bufé.

Al menos esa clase era más atractiva que los muchos diálogos sin sentido que lanzaba el profesor en el curso de francés.

—Sigues cazando.

—No.

—Él. No es como nosotros.

Iba en el pasillo, casi tropezando con sus propios pies, una débil sonrisa involuntaria surcó mis labios.

—No tiene que ser lo.

—Es aburrido.

—Solo quiero divertirme un rato-

—¿Con él?

Se veía alguien tan tonto. Que daba ternura.

Fue ahí que desvié mi atención al chico frente a mí.

Gael no era alguien le gustaba perder el tiempo, era alguien que ganaba algo cada segundo que pasara, estaba enfurruñado por algo que seguro no salió como esperaba.

—Tú eres tonta.

—Entonces veamos que puede salir de este par de tontos.

Sonreí.

—¿Robar un banco?

—Recuperar mi fortuna.

Gael suspiró.

—Un tonoto como él te traerá una fortuna. —Gael forzó una sonrisa plana.

—Sí.

Asintió.

—Invitalo después. —aprovó girándose—. Persona de IQ elevado. Que broma.

Las mentes maestras se conocen entre ellas, estaba segura que él no era ordinario, por eso lo traería conmigo.

Sabía quien era realmente.

—¿Lo conoces?

Ambos fijaron sus ojos en los contrarios.

—No. —expresaron al unísono.

—¡En serio! ¿no se conocen? —una risilla escapó de la garganta del pelicastaño—. ¡Obviamente lo hicieron adrede!

Las fiestas de las altas sociedades parecían monótonas.

Eric giró observando a las pocas personas en el salón, dándole por completo la espalda aquel par de bocazas.

Así se comporta frente alguien que tiene un igual.

Mezquino y escurridizo.

¿nunca se han visto?

—¡No! —gritaron al unísono.

Ambos gruñeron observando de soslayo al contrario, una risa irónica proveniente de la castaña cortó el silencio prolongado.

—Detente. —ella le advirtió

—Eres quien me imita, no al revés.

—¡Por qué no saltas de un puente!

Él no respondió.

Buscando aquella persona entre la multitud, asqueado con el ritmo aburrido de la música, daba impresión de velorio que de celebración.

Bah.

Se reunían a costillar de la vida nocturna, las pérdidas económicas y maldecir las inconformidades de los accionistas.

—¿Cuánto vas a forzarlo?

—Tanto que sea posible.

—Ya no parece un tonto.

No necesitaba impresionar a nadie, se veía tan apuesto, con un simple traje viejo del guardarropa.

Asintió.

—Un caso sin resolver.

—Bien. —Gael agitó su vaso—. Pierde tanto como quieras, no es mi negocio.

—Es curiosidad. —admitió.

Él elevó sus cejas—. Miente tanto como puedas.

—Antes de dos años. No existía.

—¿Y?

—Está por todo el instituto.

Gael retuvo una risotada.

—Boba. —le vio fijamente—. Es un interno a qué esperas.

Fue la primera vez que deseo hacerle desistir.

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Daniel Anderson

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Daniel Anderson

Eric Gresham

Samuel O'Donnell

[No es necesario que lo imagines así]

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