Introducción.

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Antes de empezar y porque soy una pesada. Van a aparecer varias agencias federales y del estilo, así que si veo que os hacéis mucho lío, haré una lista para que tengáis claro quién pertenece a cuál. También debo deciros que este fic (tengo varios capítulos escritos) va a ser soft a partes iguales que de acción al fin y al cabo van a ser federales y tal. Y... creo que ya, disfrutaaaaaaad.



Llevaban juntos desde la academia donde se habían preparado las oposiciones y se habían vuelto inseparables. Habían estado los dos años necesarios en el cuerpo de la policía, así como durante las pruebas y los meses que había durado el agotador curso para poder acceder al concurso. Y así habían seguido hasta entrar en el cuerpo. Inseparables. Pero, tras tres años de intensa rutina y de diferentes operaciones juntos, no todo iba a ser un camino de rosas.

- Vázquez, a mi despacho.

Era primera hora de la mañana de un lunes después de la semana de descanso y los dos amigos se encontraban en una pequeña salita tomando un café bien negro, bien amargo, pero, sobre todo, asqueroso. Se miraron y, con un encogimiento de hombros y una sonrisa, el menor se dirigió al despacho del jefe de comando.

Mientras Raoul estaba hablando con el jefe, Agoney aprovechó para terminar el informe de la última misión en la que habían estado que, a decir verdad, tendría que haber estado terminado a principios de la semana pasada, pero los días de descanso tras una misión, son los días de descanso. No podía para de pensar sobre qué estaría pasando en ese despacho, pues Raoul era uno de los mejores agentes si no el mejor. Tantos años juntos les habían hecho los compañeros perfectos, complementándose a la perfección. Estaban hechos el uno para el otro. Cuando oyó unas voces más altas de lo normal, se inquietó, pues venían del despacho en el que había entrado su compañero. Esa sensación de inquietud se agravó cuando Agoney vio salir a Raoul escopetado del despacho y marcharse sin ni siquiera decirle adiós. Claramente, no pudo terminar el informe.

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Raoul estaba cabreado. Y lo mejor es que no sabía por qué. Bueno, sí que lo sabía¸ pero no entendía por qué. Le habían ofrecido lo que él creía que era una gran noticia para su carrera y para su futuro, peor no estaba del todo conforme con ello.

Cuando llegó a su piso, se tiró en el sofá, apagó el móvil y se desconectó del resto del mundo. Por eso, apenas oyó, horas después, que el telefonillo estaba sonando. No le apetecía ver a nadie, pero la persona que llamaba era insistente y obligó al chico a abrir. Cuando escuchó el sonido del ascensor abrió la puerta, sorprendiéndose al ver llegar a su compañero. Sin quererlo, una pequeña sonrisa se adueñó de la cara de ambos al verse. Sin mediar palabra, Raoul se apartó de la puerta de entrada y pasó, seguido de su compañero, al salón volviéndose a tirar en el sofá donde también se sentó Agoney. Raoul vivía en un piso bastante grande y moderno en el centro de Madrid. Todo el piso emitía un aura de tranquilidad y orden, en colores blancos y crema con una decoración sencilla y minimalista. Todo muy Raoul. Ninguno de los dos dijo nada durante un buen rato, solo disfrutando de la ya tan común presencia del otro chico.

- ¿Qué pasó esta mañana? No parecías contento.

- Nada.

- Pues qué quieres que te diga, pero salir como alma que lleva el diablo de allí esta mañana no es "nada". Además, te habré llamado unas ocho veces.

- Tengo el móvil apagado, necesitaba pensar

- ¿Pensar en qué?

- Ago...

Acompañado de un suspiro, Raoul encerró su cabeza en sus manos. Agoney sabía que ese suspiro solo significaba que dejara de indagar en los hechos de esa mañana, pero si algo – aparte de inteligente – era Agoney, era tozudo. Vamos, igual que su compañero. Y estaba dispuesto a averiguar qué es lo que le pasaba.

- No, ni Ago ni leches, Raoul. Nos conocemos desde hace bastantes años como para saber que lo que ha pasado es importante. Cuéntamelo, confía en mí. Al fin y al cabo, soy tu compañero y todo lo que te pase, me afecta a mí de un modo u otro.

-Es... complicado

- Bueno, pues no sé tú, pero yo tengo toda la noche libre y tú tienes cerveza fría, así que empieza.

Soltando un suspiro – y todavía sin mirar a los ojos a su amigo – se levantó en dirección a la cocina a por dos cervezas. Cuando volvió al salón se encontró a su amigo mirando la pantalla de su móvil con una gran sonrisa. Pero no era una sonrisa cualquiera, sino una de esas sonrisas que salen del corazón y llegan a los ojos. Una sonrisa que Raoul deseó le dedicara a él. Le dio la cerveza sentándose en su sitio inicial y, con otro suspiro, comenzó a hablar.

- Me han propuesto un ascenso...

- ¡Pero eso es genial, Raoul!

- Me han propuesto un ascenso – repitió dando a entender a Agoney de que le dejara terminar – bastante bueno para mi futuro. Lo malo es que... es en Estados Unidos.

Seguía sin mirar a los ojos a su amigo y sabía que en ese momento podría aún menos. Se estaba imaginando la cara de Agoney, sabiendo que, a cada palabra que pronunciaba, su amigo se rompía un poquito más por dentro, aunque sus ojos y su sonrisa solo reflejaran el gran orgullo que sentía por Raoul y lo mucho que le admiraba.

- Me han propuesto una colaboración con el cuerpo de operaciones especiales de la Marina. No saben durante cuánto tiempo o si será durante un tiempo o definitiva. – Fue en este momento cuando se atrevió a mirar a su amigo a los ojos. – Me voy, Ago.

Inseparable. | RagoneyWhere stories live. Discover now