Prólogo

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En varios momentos de mi vida pensé que los olores y aromas eran una gran herramienta de reconocimiento hacia una persona, animal, lugar u objeto.

Mi nariz con sólo captar cualquier olor que me recuerde a viejos momentos que pasé con alguna persona, animal o simplemente sosteniendo un objeto en mis manos, era para mi inevitable que mis sentimientos y emociones no se reflejaran en mi memoria.

Ustedes se peguntarán; ¿qué es éso que tanto te hace recordar?

Pues, déjenme decirles que era una persona la cual pasaba el mayor tiempo de mis días.

Desde que lo vi por primera vez, el ambiente tomó una forma dulce y peculiar. Las hojas de los árboles se movían y agitaban gracias al fuerte viento,  el sol de la cálida mañana que aún permanecía en pie y las hermosas aves que desplegaban sus alas para desplazarse de un lugar a otro. El momento se tornó con una chispa, y conexión que sentí cuando nuestras miradas chocaron al mismo tiempo. Sólo con estar unos cuantos pasos de él, bastó con captar ése olor que, aunque parezca mentira, quedó impregnado en mi. 

Mi olfato de agudizó debido la fuerte presencia de tal persona que parecía ser de Vainilla, chocolate y jengibre.

Desde ése preciso instante, hubo un no sé qué que hizo poner el destino de nuestro lado.  Como si estuviésemos hechos el uno para el otro.

Pero... No  todo resultó tan bien y de color rosa como lo esperaba.

Fue ése  día cuando mi cuerpo no deseaba nada más que estar en cama, sin saber de nadie más, deprimirse lentamente mientras se encontraba lamentándose de lo que pudo haber sido, y lo que fue. 

Vainilla, chocolate y jengibreWhere stories live. Discover now